Por su parte, el obispo de Londres, Richard Chartres, y el de Rochester, Michael Nazir-Ali, representaron a la Iglesia anglicana.
Durante la liturgia, se recordó en especial a San Juan Fisher, obispo católico prisionero en la Torre de Londres junto a Santo Tomás Moro, muerto con él en 1535 por la oposición a la política de ruptura con Roma seguida por Enrique VIII.
Los cuerpos de los dos mártires, decapitados, se custodian en la capilla.
«No podría haber lugar mejor para celebrar la Semana por la Unidad de los Cristianos: un lugar que vio tanta muerte, pero también tanta esperanza», declaró el obispo Chartres.
«Siempre digo que el camino que hemos emprendido, el del ecumenismo, cuyo fin es la unidad, es de una dirección; no tiene salidas, sólo su finalización», afirmó el cardenal Murphy-O’Connor.
«Pero sabemos que el camino es aún largo –reconoció– y que debemos seguir avanzando pacientemente y de buena fe». El purpurado invocó finalmente la intercesión de San Juan Fisher y de «todos nuestros mártires cristianos para que nos ayuden a seguir adelante».
Al término de la ceremonia ecuménica se descubrió una placa en memoria del obispo mártir.
Del 18 al 25 de febrero, en todo el mundo, cristianos de las diferentes confesiones y tradiciones se reúnen para rezar por el refuerzo del «compromiso común por su plena unidad».
El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, clausurará la Semana el próximo domingo en Roma, en la Basílica de San Pablo Extramuros, con una solemne liturgia en la que participarán delegaciones de las diferentes confesiones cristianas.