La Iglesia necesita perder el miedo a los medios de comunicación

Entrevista al delegado de Medios de Comunicación de Madrid

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MADRID, domingo, 25 enero 2004 (ZENIT.orgVeritas).- El sacerdote Manuel Bru, delegado de Medios de Comunicación del Arzobispado de Madrid, puso en marcha en 1998 Crónica Blanca, una original iniciativa pastoral dirigida a los medios de comunicación que convoca mensualmente a jóvenes periodistas católicos para encuentros en los que se comparte la experiencia profesional y cristiana.

En esta entrevista ilustra esta iniciativa pionera en la Iglesia en España y sobre la «tan difícil como necesaria relación entre la Iglesia católica y los medios de comunicación».

–¿Cómo evangeliza la Iglesia a los periodistas? ¿Conoce iniciativas semejantes a las de Crónica Blanca?

–Manuel Bru: La Iglesia evangeliza a los periodistas desde su misión evangelizadora global (pastoral familiar, parroquial, a través de los movimientos, de los catecumenados, etc.), porque los periodistas antes que periodistas son hijos de Dios y, por tanto, destinatarios de la misma solicitud pastoral de la Iglesia que todos los demás.

Pero como ocurre con otras profesiones, la Iglesia ejerce también una pastoral específica para quienes comparten no sólo una profesión de comunicadores, sino una misma vocación, porque la del comunicador es una auténtica vocación que tanto Pablo VI como Juan Pablo II han dicho que es profética.

Pensando en ellos antes que en nadie, la Iglesia desarrolla su magisterio específico en comunicación social, que constituye un auténtico tesoro de sabiduría, de orientación moral, de reflexión antropológica, teológica y social sobre la comunicación, y que es el caudal formativo esencial de la formación de los periodistas católicos.

También a través de sus grandes o pequeñas iniciativas en medios de comunicación (no sólo las temáticas, sino también las generalistas) la Iglesia ofrece una escuela práctica para los comunicadores cristianos, para trabajar desde los valores evangélicos. Esta escuela les servirá, sobre todo a los más jóvenes, para luego poder ejercer esta profesión con estilo cristiano en todo tipo de medios.

Fundamental en esta pastoral es también la experiencia comunitaria de los comunicadores sociales. Ellos son los mejores evangelizadores de ellos mismos, con su experiencia, su ayuda mutua, su testimonio personal, y el testimonio comunitario de compañeros de profesión que no compiten entre sí, sino cada uno consigo mismo, con sus cualidades y sus pontencialidades.

Esta unidad entre ellos, que genera la presencia de Jesús prometida para todos aquellos que se unan en su presencia, para compartir la misma fe (pero también los pormenores de su profesión, sus dificultades y sus alegrías) es fuente inestimable de gracia para ellos.

En cuanto asociación católica de comunicadores sociales, no sólo de periodistas, sino también de todos aquellos profesionales vinculados al proceso de la comunicación social (publicistas, técnicos de imagen y sonido, diseñadores gráficos, comentaristas, etc…), existen grupos, como la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E) que forma parte de la Unión Católica Internacional de Periodistas (UCIP), amparada por el Consejo Pontificio de Comunicaciones Sociales.

Sin embargo, Crónica Blanca tal vez sea el único, o uno de los pocos grupos organizados de comunicadores jóvenes en España, y por sus buenas relaciones con la UCIP-E, viene a ser una especie de rama juvenil de ésta.

–¿Son difíciles las relaciones entre la Iglesia y los medios de comunicación social? ¿Por qué?

–Manuel Bru: Son difíciles a veces, no siempre. Tampoco podemos caer en los tópicos, según cuándo y dónde pueden ser difíciles o no.

Cuando son difíciles puede haber dos razones. En primer lugar, en el plano teórico, la Iglesia acostumbra a tratar los temas con la hondura y la calma propia de quien ofrece un mensaje que no caduca nunca y que busca responder a los signos de los tiempos, pero no a las modas pasajeras o a los «subidones» de interés informativo que dependen de la Agenda de los medios y de su invasión en la opinión pública.

Por otro lado, los medios conocen un tipo de lenguaje de la inmediatez, de la brevedad, de lo instantáneo, que la Iglesia debería hacer suyo, aunque no siempre está acostumbrada, porque así se lo exigen los nuevos métodos y expresiones, inservibles sin el ardor de la nueva evangelización.

Juan Pablo II dice que se trata de dos culturas distintas que se necesitan mutuamente, porque una da hondura y permanencia a la otra, y ésta agilidad y prontitud. El entendimiento entre la Iglesia y los medios, incluso desde el punto de vista teórico, es un reto complejo.

–¿Qué temas originados en la Iglesia interesan más a los medios? ¿Es la Iglesia permeable a los medios?

–Manuel Bru: Desde el punto de vista práctico, la cosa es aún más complicada, porque a veces nos encontramos con dos fenómenos que deberían ser corregidos.

Por un lado, la insuficiente respuesta que muchas instituciones eclesiales dan al reto de la información y de la opinión pública, porque carecen de los recursos humanos y profesionales que hoy se debe tener para hacer una comunicación institucional eficaz.

Sobre todo, en donde más fallan a veces las diócesis, las conferencias episcopales, los institutos o congregaciones de vida consagrada o los movimientos y asociaciones católicos (por citar la principal tipología de instituciones eclesiales) es en la prontitud de la respuesta, en tener siempre a punto un rostro y una voz capaz de responder a cualquier pregunta, porque, en cierto modo, la inoportunidad está más del lado de las respuestas que del de las preguntas.

Por otra parte, los medios no han conseguido siempre librarse del lastre cultural del anticlericalismo o de las posiciones laicistas, y caen en la desinformación religiosa, en todos los tipos de tergiversación de la noticia.

Sobre toda caen en la reiteración de sus opiniones sobre la Iglesia camufladas en algún que otro dato informativo que sólo sirve de percha para la reiteración editorialista. En otros casos, la noticia religiosa se selecciona como excusa para ofrecer una información morbosa, escandalosa, o ridícula.

–¿Cómo podrían mejorarse las relaciones entre la Iglesia y los medios de comunicación?<br>
–Manuel Bru: Estoy seguro, con todo, que la superación mutua de los prejuicios y las decisiones inteligentes tanto de los responsables eclesiales como de los responsables de los principales medios de comunicación, terminarán por evitar, o al menos reducir, los efectos perniciosos de estos males, que a la postre redundan, antes que en un mal para la Iglesia, en un mal para los mismos medios y sobre todo en un mal para la sociedad y su derecho a la conocer la verdad, también la verdad de la Iglesia.

En la práctica, los medios deberían manejar la información religiosa con mayor profesionalidad, buscando especialistas, y huyendo de la farsa -que no se aplica a otros campos de la información- que busca profesionales de esta información sólo entre quienes sean personalmente críticos o beligerantes con la Iglesia. Por el contrario, sólo quien tiene formación y sensibilidad religiosa –no necesariamente fe– puede afrontar este tipo de información.

Por parte de las instituciones eclesiales deberían agilizar sus procesos de comunicación institucional y sobre todo perder el miedo ante los medios de comunicación.

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ZENIT Staff

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