CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 26 enero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha rendido tributo a la labor de los diáconos permanentes que, como él mismo reconoció, hacen que la Iglesia pueda acercarse a la vida cotidiana de muchas personas, en ocasiones alejadas.
El Santo Padre constató el sábado con esperanza, ante el cuarto grupo de obispos franceses que recibe en visita «ad limina apostolorum», el constante aumento de diáconos permanentes, «en su mayoría casados».
Tras agradecer el apoyo que brindan a su ministerio «sus esposas e hijos», manifestó el «aprecio» que siente por ellos, «pues en ocasiones están en contacto con ambientes muy alejados de la Iglesia».
Los diáconos permanentes, reconoció, «presentan un rostro característico de la Iglesia, a la que le gusta estar cerca de la gente y de su realidad cotidiana para arraigar en su vida el anuncio del mensaje de Cristo».
En la Iglesia de Occidente el ministerio de los diáconos floreció hasta el siglo V. Por diferentes razones, declinó después lentamente hasta el punto de que este ministerio llegó a ser tan sólo una fase intermedia para los candidatos a la ordenación sacerdotal. El Concilio Vaticano II abrió el camino para restaurar este ministerio como «grado propio y permanente de la jerarquía», permitiendo que pueda ser conferido a hombres en edad madura ya casados.
Con la carta apostólica «Sacrum diaconatus ordinem» de 1967, el Papa Pablo VI actuó las indicaciones conciliares, estableciendo las reglas generales para la Iglesia latina.
Juan Pablo II, en su encuentro con los obispos franceses, pidió agradecer a los diáconos permanentes «la misión que realizan por Iglesia como servidores del Evangelio, acompañando, con frecuencia en el marco profesional, que es el primer contexto de su ministerio, al pueblo cristiano».
«Con su palabra y su exigente vida personal, conyugal y familiar, dan a conocer el mensaje cristiano y hacen reflexionar a los hombres y mujeres sobre cuestiones sociales para que resplandezcan los valores evangélicos», concluyó.
Al contrario de lo que preveían los participantes en el Concilio Vaticano II, las vocaciones de los diáconos permanentes se han extendido mucho más entre los países industrializados que en las así llamadas (sobre todo en aquel momento) «tierras de misión».
En el año 2001 en todo el mundo, había 28.626 diáconos permanentes diocesanos y 578 diáconos permanentes religiosos, según el Anuario Estadístico de la Iglesia, dato significativo si se tiene en cuenta que en 1967 no había ninguno.
Casi la mitad de los diáconos permanentes del mundo se encuentran en Estados Unidos, donde son 13.391, según datos correspondientes al año 2001.
En Europa hay 9.122 diáconos permanentes diocesanos. El país de este continente con el mayor número es Italia (2.546), seguido entre otros por Alemania (2.351), Francia (1.644), Bélgica (547), Gran Bretaña (534), Austria (489), Países Bajos (288), España (188).
En el continente americano, después de Estados Unidos, el país con más diáconos es Brasil (1.218), seguido de Canadá (894), México (691), Chile (600), Argentina (543), Puerto Rico (404), República Dominicana (251), Colombia (210).
En todo el continente africano no hay más que 339, de los cuales 204 están en Sudáfrica. En Asia hay 72; mientras que en Oceanía son 189, de los cuales, 48 en Australia.