ESTOCOLMO, miércoles, 28 enero 2004 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha pedido a la comunidad internacional que examine seriamente por qué han tenido lugar en tiempos recientes genocidios en diferentes rincones del planeta para evitar que la barbarie vuelva a repetirse.
Esta fue la petición que presentó el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, al intervenir este martes en el IV Foro Internacional de Estocolmo celebrado con el lema «Prevenir el genocidio: desafíos y responsabilidades».
El representante del Papa aclaró, ante todo, el concepto de genocidio, explicando que es el «intento específico de destruir, total o parcialmente, una nación, una raza, un grupo étnico o religioso, un grupo indefenso o vulnerable de seres humanos, sencillamente por ser tales».
La comunidad internacional, como denunció Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, al inaugurar el Foro, ha sido testigo en los años noventa de los genocidios en Ruanda y en la antigua Yugoslavia, a los que calificó como «vergonzosos» para la comunidad internacional.
Monseñor Migliore, con preocupación, constató por su parte que si bien la comunidad internacional ha adoptado instrumentos jurídicos éstos «no han impedido que se produjeran nuevos genocidios».
«Algo ha tenido que fallar», denunció. Por este motivo, exigió, «la comunidad internacional tiene el deber de analizar el porqué de su fracaso».
Hay que «determinar si el fracaso se ha debido a que los instrumentos y estructuras se han demostrado carentes ante las cambiantes estrategias criminales, o si se ha dado una falta de voluntad política para aplicarlos».
Este análisis, subrayó, es «particularmente apremiante si se considera que, dado que el intento de destruir a una nación o un grupo implica un plan coordinado y una estrategia a largo plazo, es difícil que los síntomas de una amenaza inminente no sean percibidos por una comunidad internacional que se muestra atenta».
«Las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales tienen la tarea de alentar la determinación internacional para aplicar, donde sea y cuando sea necesario, los instrumentos y las estructuras jurídicas», aclaró.
«En este contexto, las Naciones Unidas siguen siendo el foro central para la elaboración de normas internacionales», aseguró.
Por último el arzobispo Migliore subrayó, «el deber de educar a los individuos y a las comunidades no sólo en los horrores del genocidio, no sólo en su oposición a él, sino sobre todo, en la prevención para que no vuelva a ocurrir de nuevo».
«El genocidio sigue siendo, desgraciadamente, una amenaza constante en algunas regiones del mundo, donde sus causas y síntomas no deberían ser difíciles de identificarse», recalcó.
«El genocidio está latente –consideró– en los lugares donde la eliminación de los demás se considera «una solución rápida» para acabar con las rivalidades y los conflictos sin resolver; donde se justifican ideológicamente descaradas injusticias en las relaciones entre grupos».
Síntomas de un genocidio en preparación se dan, siguió señalando, «donde bajo la apariencia del orden se encuentran rescoldos de odio que sigue ardiendo por la falta de muto perdón y reconciliación; donde la aceptación de los errores del pasado y la «purificación de la memoria» son obstruidos por el miedo a afrontar la realidad histórica».
«No son sólo advertencias identificables de inminentes amenazas de genocidio –concluyó–; yo añadiría que son también factores identificables de un terreno abonado para el terrorismo».
El catedrático israelí Yehuda Bauer, asesor académico de la conferencia y del Instituto Yad Vashem de su país, intervino en el Foro para revelar que diferentes genocidios en el mundo acabaron con 169 millones de vidas humanas entre 1900 y 1987, poco antes de que tuviera lugar el genocidio de Ruanda.
Según el experto, en estos momentos existe el riesgo de genocidio principalmente en Birmania, Sudán, Burundi, Ruanda y en la capital de la República Democrática del Congo, Kishasa.
En el foro, celebrado entre el 26 y el 28 de enero, participaron representantes de más de 60 gobiernos y de las organizaciones internacionales invitados por el gobierno de Suecia.