«El momento de la muerte no ha sido tocado todavía por el secularismo»

Habla Pedro Merino, encargado de la revisión del Ritual de Exequias

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MADRID, viernes, 30 enero 2004 (ZENIT.orgVeritas).- Pedro Manuel Merino Quesada, colaborador de la Comisión Episcopal de Liturgia, es el encargado de la revisión del Ritual de Exequias, en el que está trabajando actualmente, y que concluirá con la publicación de un Resumen del voluminoso Ritual actual.

Este libro litúrgico, que recoge los ritos y las fórmulas funerarias cristianas, es sobre todo un reflejo del sentido pascual de la muerte. La Agencia Veritas ha querido hablar con él del sentido de las exequias cristianas y de la vivencia del misterio de la muerte en nuestra sociedad.

–¿Qué es el ritual de exequias?

–Pedro Merino: Se trata de un libro litúrgico que recoge los ritos y las fórmulas funerarias cristianas, revisadas y enriquecidas, según la «Sacrosanctum Concilium», la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia.

El Ritual de Exequias pretende expresar el carácter pascual de la muerte cristiana, esto es, asociar el hecho natural de la muerte de un ser humano bautizado al Misterio Pascual de Cristo.

En las exequias, la Iglesia, acompaña con la oración y en la mayoría de los casos, con la celebración de la Eucaristía, la muerte de sus hijos, celebrando el misterio pascual para que quienes, por el bautismo fueron incorporados a Cristo, muerto y resucitado, pasen también con él a la vida eterna.

–¿En que ha cambiado ha cambiado la atención pastoral a las familias en el momento de la muerte de un ser querido?

–Pedro Merino: Todos los rituales y libros litúrgicos de la reforma postconciliar del Vaticano II recogen, además del rito o la celebración propiamente dicha, la atención y solicitud pastoral de la Iglesia, puesto que la liturgia es fuente y cumbre de la acción evangelizadora.

Esta atención y solicitud pastoral se recoge en las Observaciones Pastorales Previas (en latín «praenotanda») de los libros litúrgicos; y en algunos rituales, se adaptan y amplían con observaciones de las distintas Conferencias Episcopales.

La Pastoral de la liturgia funeraria cristiana se inserta y guarda relación con las acciones pastorales y litúrgicas del cuidado y atención religiosa a los enfermos, por eso, la celebración fructífera de las exequias comenzará con una asistencia pastoral al enfermo, a la familia que lo cuida y en la asistencia al moribundo.

Respecto a la celebración funeraria como tal, el Ritual de las Exequias dice que «los sacerdotes considerarán no sólo la persona del difunto y las circunstancia de su muerte, sino también el dolor de los familiares y las necesidades de la vida cristiana» y pide «un cuidado especial» para quienes con ocasión de las exequias, «asisten a una celebración litúrgica y oyen el Evangelio, sean católicos o no, creyentes practicantes o alejados».

El Ritual en castellano de 1987 considera la atención pastoral ante las diversas posibilidades como la muerte de adolescente o un joven, el caso de una familia muy desconcertada, el caso de accidente público, etc.; y tiene en cuenta la variedad de moniciones para diversas situaciones: para cónyuges difuntos, para padres de familia, en caso de muerte repentina o de una larga enfermedad, en caso de suicidio o presunto homicidio, etc.

Las Orientaciones del Episcopado español enriquecen este planteamiento, al considerar la celebración de las exequias no como un asunto sólo de la familia del difunto sino de toda la comunidad eclesial cristiana. Así se expresa el hecho de que el cristiano no muere sólo, sino acompañado de la oración de toda la Iglesia que intercede por su eterna salvación, encomendándolo a la Iglesia celestial.

Las obligaciones pastorales de los sacerdotes son coordinar la liturgia funeraria con toda la vida litúrgica parroquial y con los demás aspectos del ministerio pastoral.

Los sacerdotes, movidos por la caridad pastoral, deben tener en cuenta su misión de consolador de los afligidos, añadiendo a una buena celebración ritual el consuelo a los familiares mediante un trato humano, para exhortarles a la esperanza y a la oración confiada.

–¿Cree que las familias respetan el derecho de los bautizados difuntos a la celebración cristiana de sus exequias?

–Pedro Merino: No tengo datos para juzgar objetivamente esta pregunta, pero desde mi experiencia subjetiva, desde un pueblo grande (32.000 habitantes) del sur de Madrid, que conserva el ritual de Exequias en la Iglesia y con procesión al cementerio por las calles, puedo afirmar que todavía el secularismo y agnosticismo no ha alcanzado, de manera general, el momento de la muerte humana, como por el contrario, puede ocurrir con los sacramentos que se celebran coincidiendo con lo que podríamos llamar ritos de transito humanos.

A mi modesto juicio, la exequia cristiana, en nuestra España actual del tercer milenio, sigue siendo la forma habitual de expresar la necesidad ritual de acompañar a la familia del difunto y de mostrar los sentimientos hacia el ser querido perdido.

En el caso de que no se hayan celebrado los ritos propiamente exequiales, en el momento de la muerte o del entierro o cremación, se suele solicitar a posteriori la atención pastoral con motivo de la conmemoración funeral semanal o mensual.

También existen personas que no solicitan la celebración exequias pero se debe a que pertenecen a otras religiones, como es el caso conocido de los testigos de Jehová.

–¿Por qué no pueden celebrarse exequias por los no bautizados?

–Pedro Merino: No es del todo cierto que no se puedan celebrar ningún tipo de exequias para los no bautizados. Por ejemplo, en el caso de un niño que ha fallecido antes de recibir el Bautismo, pero a quien sus padres querían bautizar, el Ordinario del lugar puede autorizar la celebración de las exequias, suprimiendo ciertos ritos exequiales que hacen alusión al bautismo.

Para el caso de otras personas adultas no bautizadas, los ritos exequiales cristianos no se pueden realizar, por motivos obvios. Las exequias cristianan acompañan la muerte del fiel cristiano; son expresión de la Iglesia y son celebrados en y para una comunidad de bautizados.

Por otro lado, los ritos exequiales cristianos expresan el misterio Pascual de Cristo y la inserción del fiel en la Vida Nueva que este representa. La incorporación a la Vida Nueva o vida de la gracia, que brota del Misterio Pascual se realiza en el Bautismo, como expresa San Pablo en su carta a los Romanos.

La primera incorporación a la muerte de Cristo se realiza por la fe y su sello sacramental es el Bautismo. Por el bautismo, el cristiano, asociado a la Pascua de Cristo, muere al hombre viejo y renace al hombre nuevo. Por tanto, los que por el Bautismo fuimos asociados a la muerte de Cristo seremos también asociados en una resurrección como la suya.

La muerte corporal realiza, de modo evidente, real y palpable, lo mismo que se había realizado ya sacramentalmente o místicamente por el bautismo y que después se realiza a lo largo de toda la vida, imitando a Cristo, bajo la acción y el auxilio del Espíritu Santo en la «vida moral», mediante la negación del pecado y la renuncia al propio egoísmo por la penitencia y viviendo la caridad y el servicio para los demás. La muerte entendida desde esta clave sacramental expresa visiblemente la unión entre la muerte de Cristo y del cristiano.

–¿Ofrecen todos los tanatorios la posibilidad de celebrar exequias cristianas?

–Pedro Merino: No dispongo del dato objetivo. Es verdad que en todos los tanatorios existe al menos una capilla interconfesional que se puede destinar para ello. Las posibles dificultades para que se cele
bren las exequias en los tanatorio se superan fácilmente cuando una familia solicita directamente la atención pastoral a la parroquia.

–¿Cuál es el culto adecuado que debe rendirse a los difuntos?

–Pedro Merino: En realidad la Iglesia no rinde culto a los difuntos, porque el culto sólo se puede dirigir a Dios. Es por lo tanto pagano dirigir el culto, en el sentido restrictivo y estricto del término, a los muertos. Sin embargo, la memoria, la oración y los sufragios por los difuntos son expresión legítima y adecuada de la verdadera fe cristiana puesto, que según esta, la muerte física no elimina los lazos del comunión con el difunto.

La oración por los difuntos no se limita a los momentos de entierro y funeral, la oración por los difuntos, para que se vean libres de pecado es una «idea santa y piadosa». Asimismo la oración de intercesión para con los difuntos, forma parte de la preocupación pastoral de la Iglesia, que intercede a Dios por la salvación de todos los cristianos e incluso por aquellos que sin ser cristianos, «murieron en la misericordia del Señor».

Por eso, siempre que se celebra la Eucaristía, aunque se aplique por una intención particular de una familia, se ora por el descanso de todos los difuntos. También en la celebración cotidiana de la Vísperas, se reserva para los difuntos, la última intención de las preces. Asimismo, se puede orar por su descanso en la oración universal de la Eucaristía.

Se recomiendan que los cristianos terminen sus oraciones, bien personales, bien comunitarias o familiares, con una petición especial por el eterno descanso de todos los fieles difuntos o por los familiares, amigos o bienhechores difuntos.

En el año litúrgico, y no como expresión de un culto pagano ancestral, a los antepasados, se conmemora a todos los fieles difuntos en el 2 de noviembre orando por su eterno descanso con Misa y Oficio propio y con diversos ejercicios piadosos, tales como, la visita al cementerio y la celebración de la Eucaristía en este, en la tarde del día precedente.

Las oraciones y sufragios por los difuntos son expresión litúrgica y devocional de la verdad dogmática de fe de la comunión de los santos. La Iglesia que peregrina en esta tierra tuvo desde el comienzo un sentimiento y un perfecto conocimiento de la unión de todos los fieles en el Cuerpo Místico de Cristo y lo expresó mediante los sufragios por los difuntos.

Orar a Dios por intercesión de un difunto determinado en la oración personal o ofrecer sufragios por ellos, no es contrario a la fe, sino expresión de ella.

Esto es lo que se debe fomentar y huir de aquellas prácticas de superstición pagana en la que se consultan videntes para ponerte en comunicación con un «más allá» o con fines adivinatorios; o bien se hacen practicas nada recomendables de invocación grupal a un espíritu que presuntamente responde a través del movimiento de un vaso o de una tablilla en una mesa rodeada de letras.

Se deben abandonar también las ideas de atribución a sueños que tiene por objeto a personas difuntas, con significados y consecuencias en el cambio de las conductas de los vivos; asimismo, es necesario no fomentar ideas que puedan insinuar formas de creencia en la reencarnación o la negación de la inmortalidad del alma.

También son contrarios a la fe cristiana comportamientos tales como conservar las cenizas de los difuntos incinerados en las casas o esparcirlas, o enterrarlas en lugares distintos a los cementerios.

Son recomendables, en cambio, las novenas por los difuntos, la visita al cementerio para adornar y limpiar la tumba de los seres queridos por motivos de devoción y no por superstición y la adhesión a las cofradías y asociaciones de «ánimas» tan habituales en nuestros pueblos hace 50 ó 60 años.

–La Iglesia cree que la atención pastoral en el momento de la muerte es un momento privilegiado de evangelización ¿puede explicarlo?

–Pedro Merino: La constitución pastoral «Gaudium et Spes» dice que «la fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado» y también que «para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera».

Este anuncio de Cristo Resucitado y salvador es el núcleo y la fuerza evangelizadora de la exequia cristiana. Las celebración de las exequias cristianas contienen elementos catequéticos y evangelizadores en las lecturas, las moniciones, la predicación homilética. Y la situación anímica de las personas que asisten a las exequias es propicio para la aceptación de este anuncio, y puede iluminar sus vidas con una palabra de aliento y esperanza. Este anuncio es todavía más necesario en nuestra sociedad moderna que oculta la muerte y sus signos.

Sin embargo, la celebración del misterio Cristiano, en este y en otros momentos, pero sobre todo en este, no debe ser instrumentalizada para evangelizar a los asistentes, ni mucho menos para hacer propaganda o apología de la fe, y no tiene lugar lanzar invectivas en la homilía contra los no creyentes. La celebración, incluida la homilía, que también es celebración, evangeliza eficazmente, porque sus frutos provienen de la presencia del Espíritu Santo y de la actualización de la Pascua de Cristo y no por los esfuerzos o propósitos humanos.

–¿Qué partes del Ritual de Exequias sufrirán modificaciones?

–Pedro Merino: El ritual castellano de 1987 es, tal vez, el ritual castellano más completo de la reforma litúrgica. Las «praenotandas» romanas del Ritual típico piden que este se adapte según las costumbres de cada región concernientes a los difuntos, transformando todo lo que sea contrario a la fe pascual de la Iglesia. El Ritual en castellano y sus versiones catalana y gallega (no he consultado la vasca) es el esfuerzo de la Iglesia que peregrina en España por hacer verdad este mandato. Y el fruto de ello ha sido un ritual amplio de 1535 páginas, que se desarrolla en múltiples formularios, y numerosas situaciones para concretar la celebración cristiana en determinados casos.

Por eso, no es necesario un nuevo Ritual, puesto que el Ritual actual resulta muy apropiado para su uso pastoral. Sin embargo, la utilización practica en la celebración se hace difícil al tratarse de un libro voluminoso.

Por eso, la Comisión Episcopal de liturgia, oídas las peticiones de las diócesis, juzgó necesario hacer un resumen; un extracto del actual, facilitando su utilización en la celebración, a la manera como existían diversos «Excerpta ex Rituali Romano» (Resumen del Ritual Romano) antes del Concilio Vaticano II. Por eso, el ritual actual no dejará de estar en vigor cuando aparezca la edición resumida. Es más, a él deben acudir los pastores y fieles tanto para preparar la celebración como para iluminar la predicación o las catequesis sobre el sentido de la muerte.

Por lo tanto, es un trabajo de simplificación y resumen, a la vez, se han revisado el lenguaje de las moniciones y se ha reordenado el material celebrativo en un nuevo esquema, y prácticamente no se han incorporado nuevas aportaciones.

–¿Cómo van los trabajos y cuándo está prevista su publicación?

–Pedro Merino: Ya se ha realizado un primer resumen y se está realizando una segunda síntesis del ritual, puesto que resulta complejo sintetizar un Ritual
tan completo y adaptado, sin restarle nada de su riqueza. Es posible que para la Asamblea plenaria de Noviembre de 2004 pueda estar acabado para su aprobación por los señores obispos.

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ZENIT Staff

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