DAVOS/MUMBAY, sábado, 7 febrero 2004 (ZENIT.org).-El encuentro anual de los líderes económicos y políticos celebrado en Davos (Suiza) ha visto cómo Europa y Estados Unidos hacían las paces tras las divisiones causadas por la guerra en Irak. Las conversaciones que duraron cinco días tuvieron un perfil más bien bajo y no se experimentaron sonoras protestas por parte de los grupos antiglobalización.
No hubo una gran idea que dominara el encuentro. El lema escogido, «Seguridad y prosperidad», fue desarrollado en siete temas: asegurar la seguridad global; promover el crecimiento global; tratar los nuevos riesgos; construir capacidad corporativa; respaldar la innovación; aunar la diversidad de valores; y reducir la desigualdad. Los más de 2.200 participantes se dividieron en más de 250 sesiones, incluyendo talleres de trabajo y discusiones estilo entrevista.
Antes del encuentro, Klaus Schwab, Director ejecutivo del Foro Económico Mundial que se encarga de los encuentros anuales, explicaba: «Creo que hemos aceptado que vivimos en un mundo con muchos mayores riesgos». En una entrevista publicada el 21 de enero en el Wall Street Journal, Schwab identificaba algunos factores que han hecho aumentar el riesgo: el desequilibrio entre países industrializados y países en desarrollo; desequilibrios monetarios con el rápido aumento de valor del euro; y los tres grandes déficit de Estados Unidos (comercial, fiscal y monetario). Un objetivo para Davos era «ver cómo se pueden reducir estos riesgos sin sorpresas ni grandes situaciones caóticas para el mundo», afirmaba Schwab.
Los puntos de vista opuestos emergieron en la primera sesión sobre economía del encuentro. El presidente de Merril Lynch International, Jacob Frankel, afirmó que el mundo está entrando en una «recuperación global sincronizada liderada por Estados Unidos», según un artículo publicado el 26 de enero en la página web de Newsweek. Pero el experto en economía global de Morgan Stanley, Stephen Roach se mostró pesimista, preocupado por el actual déficit de cuentas de Estados Unidos y lo que él consideraba una economía estadounidense débil.
Numerosos líderes políticos también se dirigieron a los participantes. Entre los presentes se contaba al presidente pakistaní, Pervez Musharraf, al presidente iraní, Mohammad Jatami y al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. El secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, y el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, también pronunciaron sus discursos.
El presidente de Pakistán pidió un mayo compromiso por tender un puente entre Occidente y el mundo islámico. Musharraf recomendó una «lúcida moderación» que rechace el extremismo y enfoque su atención en el desarrollo socioeconómico de los países islámicos, según una nota de prensa del 23 de enero de los organizadores de la conferencia.
Musharraf añadió que se han extendido dos «peligrosas malinterpretaciones» del Islam: primero, que está siendo el objetivo de Occidente; segundo, que es una religión de extremismo, militancia e ignorancia. No pueden interpretarse las acciones de unos pocos extremistas como representantes de la fe de toda una religión, observaba Musharraf.
Cheney en su alocución se concentró en temas políticos. El vicepresidente de Estados Unidos observaba algunos desarrollos positivos en la lucha contra el terrorismo: la captura de Sadam Husein, la adopción de una constitución democrática por Afganistán; y la decisión de Libia de parar su programa de armas de destrucción masiva. Cheney advertía, sin embargo, de la amenaza continuada de una sofisticada red global de terroristas.
Llamamiento a una mayor ética
Con los escándalos empresariales a ambos lados del Atlántico todavía frescos en la mente, Davos también trató la ética en los negocios, informó Associated Press el 25 de enero. «Tenemos una situación en la que el fraude y la malversación han destruido puestos de trabajo y activos, mientras que los sueldos de los presidentes subían año tras año», decía a la mesa de debate William Parret, presidente de la firma auditora Deloitte Touche Tohmatsu.
Pero muchos conferenciantes advertían de que imponer más leyes para controlar a las empresas no sería suficiente. Robert Diamond, presidente de la empresa británica Barclays Capital, afirmaba que las compañías también necesitaban asegurarse de que emplean ejecutivos con integridad.
Entretanto, los participantes en Davos, que tradicionalmente se muestran a favor de la globalización, expresaron su preocupación por las consecuencias sobre los puestos de trabajo. «Se cuestionan si la creciente economía global producirá más puestos de trabajo altamente remunerados de los que se pensó», informaba el Wall Street Journal el 26 de enero.
Los defensores de la globalización defendían que, cuando se pierden puestos de trabajo en las naciones más ricas hacia naciones en desarrollo con salarios bajos, a su vez esto conducirá a más oportunidades para que los trabajadores se muevan hacia ámbitos de mayor especialización. Pero recientemente un creciente número de puestos de trabajo especializados –los trabajos de «guante blanco»–, se está moviendo de las naciones ricas hacia los países en desarrollo. Las estimaciones de los trabajadores de servicios en Estados Unidos, cuyos puestos de trabajo han sido suprimidos varían de 250.000 a 500.000, y esto podría ser sólo el principio.
Zhu Min, director general del Banco de China, de propiedad estatal, sugería que los Estados Unidos necesitan «reposicionarse. Las manufacturas se han ido, los servicios se están yendo. La investigación y el desarrollo todavía están allí. [Estados Unidos] necesita posicionarse en un punto más alto en la cadena de producción.
En la revista Time del 2 de febrero, Michael Elliot observaba que mientras hace un año el encuentro de Davos se estropeó a causa de las envenenadas relaciones Estados Unidos-Europa, este año el humor era «dulce y satisfactorio». Hacía notar que Cheney incluso elogió al «viejo continente» y afirmó que Estados Unidos «quiere una Europa lo más fuerte posible».
Un foro paralelo
Al otro lado del mundo, y en la postura opuesta del espectro ideológico, el Foro Social Mundial llevó a cabo su reunión de este año en Mumbai (Bombay), del 16 al 21 de enero. Por primera vez, este encuentro no se ha celebrado en Porto Alegre, Brasil, con el deseo de implicar a un mayor número de participantes asiáticos.
Desde el 2001, el Foro Social Mundial ha celebrado una reunión paralela a Davos, en un intento de proporcionar un enfoque alternativo para las fuerzas antiglobalización. Los encuentros de Mumbai reunieron a cerca de 100.000 personas, declaró la BBC el 21 de enero. Los temas del encuentro incluían la oposición a la guerra llevada a cabo por Estados Unidos en Irak, la deuda del Tercer Mundo, los acuerdos comerciales, y el destino de los miembros de la casta inferior de la India, los dalits.
Entre los portavoces estaban José Bové, granjero francés y conocido activista antiglobalización; Joseph Stiglitz, antiguo economista del Banco Mundial que escribió «Globalization and Its Discontents», y Arundhati Roy, novelista indio.
Mientras que en Mumbai todos tenían claro en contra de qué estaban –«capitalismo, imperialismo y George Bush»–, resultaba más difícil decir «a favor de qué estaban todos», observaba el periódico británico The Guardian el 17 de enero.
De hecho, indicaba el Guardian, se desarrolló una gran división entre la «izquierda y la extrema izquierda». Esto condujo a la organización de una conferencia rival, con el título Mumbai Resistance 2004, organizado por grupos que afirmaban que el forum había sido «coartado por el capitalismo». El Hindustan Times del 16 de enero citaba a una de las organizadoras del encuentro rival, Rona Wilson, que decía: «Queremos agudizar l
a lucha contra la globalización y la guerra imperialistas».
Un análisis tras la reunión publicado el 28 de enero en el Guardian juzgaba que «el hilo común que estaba detrás de cada discusión era la lucha del impotente contra el poderoso».
El mismo artículo observaba que mientras que la reunión de Davos se centró en cómo generar más crecimiento y recursos para luchar contra la pobreza, el encuentro de Mumbai acentuó primero más justicia económica y social. Esta división sin duda alguna continuará. Pero al menos este año ambos encuentros estuvieron libres de las protestas violentas por parte de grupos anárquicos que han estropeado pasadas reuniones.