ULAN BATOR, martes, 10 febrero 2004 (ZENIT.org).- Nacida hace 11 años, la comunidad católica de Mongolia, de menos de 200 fieles, pronto experimentará un aumento significativo con el bautismo de 106 catecúmenos.
Las tres parroquias del país –el Buen Pastor, Santa María y San Pedro y San Pablo— están preparando a los candidatos, algunos de los cuales serán iniciados a la fe durante la vigilia pascual del próximo abril.
Sólo los adultos pueden inscribirse en los encuentros de catecismo. De hecho, según declaraciones del padre Stephen Kim –recogidas por «Asianews»–, párroco de la iglesia de Santa María, la Iglesia en Mongolia no bautizará a jóvenes de edad inferior a los 16 años, salvo que sea expresamente solicitado por sus padres, quienes deben prometer apoyarles en la fe.
Múltiples razones mueven a estas personas, de formación budista, a pedir el bautismo: «Cuando por primera vez les vi [a los cristianos], me quedé impresionado por su bondad», afirma Baigal, un catecúmeno, profesor de matemáticas en el Centro para los niños de la calle, junto a la iglesia de los verbitas.
«Quiero vivir una vida digna de ser vivida –admite–. Quiero hacer el bien, como Jesús, como los hermanos y las hermanas».
Monhjargal es una viuda de 40 años. Fueron las dificultades personales tras la muerte de su marido las que le llevaron a la doctrina de Cristo. Cuando se le pregunta por qué acude a la iglesia, responde: «Aprendo a orar, y cuando rezo recibió fuerza y consigo soportar con paz la vida y las dificultades».
Está convencida de su decisión y afirma que recibirá el bautismo «sin importarle lo que digan sus vecinos».
Incluso problemas económicos han suscitado en algunos curiosidad por la Iglesia. En la parroquia del Buen Pastor, Oyunchimeg consiguió un préstamo de 20 dólares a bajo interés para iniciar una actividad de sastrería. Fue a Misa por primera vez atraída por los feligreses, quienes le parecían «de alguna manera distintos de los demás».
Sor Lieve Straiger, del Corazón Inmaculado de María, imparte catequesis en la prefectura de Ulan Bator desde hace algunos años: «Saber es muy importante para los mongoles. Ellos desean conocer mejor a Dios a través de Jesús y quieren convertirse verdaderamente en miembros de la Iglesia».
Algunos muchachos le han comentado que prefieren llegar a Dios directamente, y no a través de un lama como en la tradición budista. Tampoco lograban hallar entre los budistas la forma de compartir y el espíritu de comunión de los cristianos.
Primera reunión de un consejo pastoral
Además, por primera vez, se ha reunido el consejo pastoral de San Pedro y San Pablo, «iglesia madre» de Mongolia. 60 católicos y algunos misioneros han participado en el 11, 17 y 24 de enero en los encuentros centrados en la misión de la comunidad cristiana, que en el país da sus primeros pasos tras siglos de hostilidad y abandono.
Entre sus propuestas, los fieles ven necesario mejorar la catequesis, organizar encuentros mensuales de Biblia, aumentar las oportunidades de formación para los bautizados, buscar el reacercamiento de bautizados que no frecuentan la iglesia e incidir en la responsabilidad de los padrinos.
También se ha puesto de manifiesto la necesidad de un mayor uso de los medios de comunicación para los fieles y los no cristianos. En un futuro próximo, se espera la publicación de folletos sobre la iglesia local, el catolicismo, la historia del cristianismo y un calendario católico.
Es fuerte igualmente el deseo de compromiso en actividades sociales a favor de los pobres y junto a las ONG presentes en el territorio.
«Aunque la primera evangelización de Mongolia se remonta nada menos que al siglo VII, en realidad el nacimiento de la Iglesia en aquella región tuvo lugar hace apenas 11 años, tras la caída del Muro de Berlín y, por lo tanto, del régimen ateo-comunista, que había utilizado todos los medios posibles para acabar con toda forma de religiosidad, destruyendo los lugares de culto y asesinando a miles de fieles», explicó el pasado septiembre a «Fides» el cardenal Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Con la ayuda de algunos misioneros, entre ellos monseñor Wenceslaw Padilla –religioso de la Congregación del Corazón Inmaculado de María, de origen filipino, y primer prefecto apostólico—, se ha ido formando en esta última década la primera comunidad, que hoy cuenta con 177 fieles, 2 parroquias y una catedral.
Como enviado especial de Juan Pablo II, el cardenal Sepe viajó el pasado mes de agosto a Mongolia y presidió dos acontecimientos históricos en la comunidad: la ordenación del primer obispos, el prefecto apostólico Wenceslaw Padilla, y la consagración de la catedral de Ulan Bator, dedicada a San Pedro y San Pablo.
La población de Mongolia, de 2,7 millones de habitantes, es en su mayoría budista. En torno al 4% es musulmana. El 1,3% es cristiana.