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Señor primer ministro:
Con gusto le doy la bienvenida al Vaticano. Su presencia me trae vivos recuerdos de mi peregrinación a Tierra Santa, durante la cual recé con fervor por la paz y la justicia en la región. Si bien no faltan signos de esperanza desgraciadamente la triste situación en Tierra Santa es motivo de sufrimiento para todos.
Nadie debe ceder a la tentación del desaliento, y mucho menos del odio o la venganza. La Tierra Santa necesita reconciliación: perdón y no venganza, puentes y no muros. Para eso se requiere que todos los responsables de esa región, con la ayuda de la comunidad internacional, sigan el camino del diálogo y de la negociación que lleve a una paz duradera. Invoco para usted y su pueblo la abundancia de bendiciones divinas.
[Traducción del original inglés realizada por Zenit]