Cardenal alemán explica por qué no se da la comunión a los no católicos

Respuesta del arzobispo de Colonia a una consulta

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COLONIA, martes, 17 febrero 2004 (ZENIT.org).- No es un capricho de los obispos o del Papa la decisión de no permitir la distribución de la comunión a los no católicos, ha explicado el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia.

«La Eucaristía no es una práctica mágica, que nos dispensaría de la necesidad de una reconciliación entre los cristianos», aclara el purpurado.«Esto no quiere decir que la gracia de Dios no asista al hombre, sino sólo que le toma en serio».

«En primer lugar tenemos que apartar realmente en el ámbito del diálogo ecuménico todas las diferencias que nos separan. Sólo después podremos concedernos el don de la especial comunión eucarística», añade.

El purpurado ofrece la visión de la Iglesia al respecto en una carta publicada el 11 de febrero en la página web de la arquidiócesis de Colonia en respuesta a la misiva de una persona que pedía la «introducción de la comunión abierta para los nos católicos».

«La Eucaristía no debe ser obligatoriamente el signo de una unidad alcanzada, sino mucho más, pues como sacramento puede llevar también a la unidad», afirmaba la carta enviada por un fiel al cardenal Meisner.

En su respuesta, el cardenal reconoce que experimenta «sentimientos contrapuestos» al leer una carta así. Por una parte, expresa su satisfacción al comprobar «el compromiso ecuménico y el deseo por la unidad de los cristianos» que demuestra su autor. Por otra, confiesa que se siente «sorprendido» ante una nueva prueba más «de la visible falta de conocimiento de la fe católica».

«Han contribuido también a esta desorientación –reconoce– las declaraciones del Sínodo de la Iglesia Evangélica en Renania sobre la comprensión de la comunión», en la que se pide que los católicos permitan la comunión de fieles de la Reforma.

Cita también la confusión creada por dos sacerdotes, quienes en las pasadas Jornadas Eclesiales Ecuménicas («Oekumenischer Kirchentag»), celebradas en Berlín del 28 de mayo al 1 de junio de 2003, distribuyeron la comunión a no católicos en una Misa.

A la hora de juzgar estos hechos, el purpurado afirma que «en realidad ambos sacerdotes, al actuar según su parecer, contra el derecho eclesial y los acuerdos establecidos, no han promovido la comunión eclesial, sino que más bien la han disimulado».

El arzobispo de Colonia ha confirmado que «la Iglesia, desde sus orígenes, ha estado firmemente convencida de que la común celebración de la eucaristía representa el culmen de la vida eclesial» y que el Concilio Vaticano II ha proclamado el sacrificio eucarístico como «fuente y culmen de toda la vida cristiana» («Lumen gentium», 11).

El cardenal explica por último que se da una excepción a la regla, expuesta por Juan Pablo II en la encíclica «Ecclesia de Eucharistia» (n. 45): administrar el sacramento de la comunión «en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica.

«En este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial», aclara la encíclica pontificia.

El cardenal subraya, por último, que las normas y convicciones de la Iglesia «no las hemos creado nosotros. No podemos ni siquiera cambiarlas según nuestro capricho ni con campañas de recogidas de firmas».

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ZENIT Staff

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