CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 27 febrero 2004 (ZENIT.org).- Para Juan Pablo II el desafío de Bosnia y Herzegovina, tras la sangrienta década pasada, consiste en construir una sociedad multétnica, multerreligiosa y multicultural, en la que se respeten los derechos de cada uno de sus ciudadanos.

Así lo afirmó este viernes al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador del país balcánico ante la Santa Sede, Miroslav Palameta, quien en los últimos años ha sido profesor de la Universidad de Mostar.

«Ciertamente no hay que ignorar las diferencias existentes --reconoció el Papa--; es necesario, por el contrario, respetarlas y tenerlas en debida consideración, haciendo que no se transformen en pretextos de litigios o, peor todavía, de conflictos, sino que sean consideradas como un enriquecimiento mutuo», explicó.

Con este espíritu, pidió a los responsables del país su compromiso «para resolver los problemas que afectan a las poblaciones locales con soluciones convenientes para todos, poniendo en el centro la atención por el ser humano, su dignidad y sus legítimas exigencias», explicó.

«Este es el desafío de una sociedad multiétnica, multirreligiosa y multicultural, como es precisamente la de Bosnia y Herzegovina», reconoció.

«Las situaciones de injusticia y marginación deben ser afrontadas y resueltas, garantizando a cada pueblo de Bosnia y Herzegovina sus respectivos derechos y deberes, asegurando igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de la vida social, a través de estructuras democráticas capaces de afrontar la tentación de la prevaricación», pidió el obispo de Roma.

«En este sentido --reconoció--, es oportuno crear las condiciones para un perdón sincero y para una reconciliación auténtica, liberando la memoria de rencores y de los odios surgidos por las injusticias sufridas por los prejuicios construidos artificialmente».

En su discurso, el pontífice pidió solucionar la cuestión de los refugiados del país que todavía no han podido volver a sus casas tras el conflicto con el antiguo régimen yugoslavo de Slobodan Milosevic.

El Papa apoyó además las reivindicaciones de Bosnia y Herzegovina para formar parte un día de la Unión Europea.

La tierra de Bosnia y Herzegovina quedó ensangrentada por una guerra de casi cuatro años (de 1992 a 1995) de independencia de la antigua Yugoslavia, que provocó 200.000 muertos y unos 800.000 refugiados y desplazados.

El actual sistema de gobierno, establecido por los acuerdos de Dayton (21 de noviembre de 1995), prevé que el presidente comparta el cargo con los otros dos copresidentes, elegidos por las respectivas comunidades --croata, bosnia y serbia-- alternándose en la guía de este órgano colegial de gobierno cada ocho meses.