MURCIA, viernes, 27 febrero 2004 (ZENIT.org-Veritas).- No debe separarse dentro de la Iglesia la ayuda humanitaria de la evangelización, afirmó el jueves el presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum» --el arzobispo Paul Josef Cordes-- durante las Jornadas de Voluntariado de la Universidad Católica de Murcia (España).

El prelado alemán aclaró que en la Iglesia existen dos tendencias complementarias: la doctrina social de la Iglesia y la práctica de la caridad.

«La caridad habita en un nivel individual, aunque secundariamente sea preciso cambiar las estructuras perjudiciales de la sociedad --explicó--. Por eso las metáforas existenciales del Nuevo Testamento despiertan, en quien escucha la Palabra de Dios, el impulso a actuar».

«Los miembros de la Iglesia siempre han sido defensores de quienes son víctimas de la pobreza y la miseria. El llamamiento del Evangelio a vivir la caridad sigue vivo mientras haya un residuo de sufrimiento social, material, psíquico o físico», subrayó monseñor Cordes.

«Contra la suposición vaga de algunos filántropos, hay que afirmar que la caridad hacia el prójimo ha crecido en suelo bíblico, no es fruto del humanismo secular --afirmó también--. Menos aún es resultado de nuestra magnanimidad, de nuestro heroico esfuerzo cristiano».

«Nosotros, los cristianos, sabemos que seremos juzgados según la realización u omisión hacia el más pequeño de nuestros hermanos. Y este mandamiento del Señor no puede ser aislado del anuncio del Evangelio», advirtió el prelado.

Asimismo constató que frente a una sociedad postmoderna --en la que el respeto del ciudadano ante las estructuras sociales de servicio ha decaído--, y de forma contemporánea, «se ha desarrollado el voluntariado», «un signo de los tiempos que los cristianos no podemos dejar de tener en cuenta», «que se propaga continuamente e influye cada vez más en la sociedad».

Dentro del fenómeno del voluntariado, monseñor Cordes aludió a los nuevos movimientos, comunidades o nuevas realidades eclesiales. «Su número exacto es desconocido. Estimaciones realistas cifran que de mil millones de católicos, un 10% se relaciona con ellos».

La diferencia con otros voluntarios es que, según el prelado, «los movimientos no buscan --como en Cancún o Bombay-- la resistencia a un “sistema preestablecido”; de ningún modo protestan contra la Iglesia jerárquica. Están más bien enraizados en la comunión de la fe. Intentan contribuir en la Iglesia con una variedad mayor y dan un nuevo empuje de autenticidad para la evangelización».