CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 abril 2004 (ZENIT.org).- ¿Qué hacer ante la necesidad de vocaciones a la vida consagrada que experimenta la Iglesia? Oración de toda la Iglesia y testimonio de los consagrados, propone Juan Pablo II.
Esta es la sugerencia que presenta el Papa en el Mensaje que ha escrito con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2004 que celebrará la Iglesia el próximo domingo, 2 de mayo.
«Deseo de corazón que se intensifique cada vez más la oración por las vocaciones –reconoce–; una oración que ha de ser adoración del misterio de Dios y acción de gracias por las «maravillas» que él ha hecho y sigue haciendo, a pesar de la debilidad de los hombres; una oración contemplativa, llena de asombro y gratitud por el don de las vocaciones».
«Constato con alegría que en muchas Iglesias particulares se forman cenáculos de oración por las vocaciones», confiesa.
«Numerosas familias se convierten en pequeños «cenáculos» de oración, ayudando a los jóvenes a responder con valentía y generosidad a la llamada del Maestro divino», subraya.
«Muchos enfermos, en todas las partes del mundo, unen sus penas a la cruz de Jesús, para implorar vocaciones santas. También a mí me acompañan espiritualmente en el ministerio petrino que Dios me ha encomendado, y dan a la causa del Evangelio una contribución inestimable, aunque a menudo totalmente escondida», recuerda..
Además de la oración, el Santo Padre considera que «de la santidad de los llamados depende la fuerza de su testimonio, capaz de implicar a otras personas, impulsándolas a consagrar su vida a Cristo».
«Esta es la manera de contrastar la disminución de las vocaciones a la vida consagrada, que amenaza la existencia de muchas obras apostólicas, sobre todo en los países de misión», concluye.