En este sentido, explicó en la intervención que resonó en la catedral de la archidiócesis, «ni siquiera es válido denominar con la palabra «matrimonio” –unión estable de un hombre y de una mujer abierta a la vida–, a estas uniones homosexuales, porque desfiguran en su misma entraña lo que esta palabra expresa y ha expresado siempre en todas las regiones de la tierra y en todos los tiempos».
Exponentes del gobierno español han confirmado esta semana su deseo de promover una reforma legislativa para que en el próximo año se reconozca el «matrimonio homosexual».
«En una época en que la protección de la institución familiar debería ocupar el primer lugar en la preocupación de los gobiernos de los países ricos, atrapados en el torno de un invierno demográfico y de la creciente criminalidad de los jóvenes nacidos en familias destrozadas y en las ‘familias’ recompuestas, la proposición de un ‘matrimonio’ homosexual y el hecho de que los gobernantes la asuman demuestran un grave desorden en la mentalidad de la cultura dominante», reconoció monseñor Cañizares.
El primado recordó a los parlamentarios su responsabilidad de oponerse a esta iniciativa, «puesto que los legisladores, y en modo particular los que son católicos, no podrán cooperar con su voto o adhesión a esta clase de legislación, que, por ir contra el bien común y la verdad del hombre, sería propiamente inicua».
Consciente de que el empeoramiento de las relaciones entre la Iglesia y el gobierno podría llevar a algunos a proponer la eliminación de la financiación pública a la Iglesia, el prelado abogó por una Iglesia «sin alforjas».
«Que no nos amedrenten con la amenaza de que nos puedan quitar las alforjas –afirmó–; la Iglesia sabe vivir en pobre; como no sabe o no debe saber vivir es no anunciando a Jesucristo y el único Señorío de Dios, o vendiéndose por riquezas».