Agradecimiento de la Unión de Superiores Generales a los religiosos presentes en Irak

Su compromiso, un acto de amor a Cristo, aclara

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ROMA, lunes, 12 julio 2004 (ZENIT.org).- El presidente de la Unión de Superiores Generales (USG), el hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, HEC, ha escrito una carta para mostrar su solidaridad y admiración a los religiosos presentes en Irak.

«Os agradecemos profundamente vuestro testimonio y prometemos que rezaremos al Señor para que sigua sosteniendo en la fe, en la esperanza y en el amor», afirma el religioso en una misiva enviada el 1 de julio.

El hermano Álvaro explica que escribe la carta en respuesta a la petición de la asamblea de la USG celebrada entre el 26 y el 28 de mayo pasado en la que los participantes pidieron expresamente una iniciativa que expresara «palabras de simpatía, apoyo y admiración» por el «espléndido trabajo» que están realizando esos religiosos en circunstancias tan difíciles.

«El hecho de que estéis tan cerca del pueblo iraquí compartiendo su suerte, esperanzas, sufrimientos y deseos, es un aliento para todos nosotros y para la Iglesia», escribe.

Rodríguez Echevarría cita palabras del obispo Pierre Claverie, obispo de Orán (Argelia), quien al comentar el martirio en 1996 de siete monjes trapenses en ese país subrayaba el motivo por el que los religiosos habían permanecido en el aquel país a pesar de las dificultades.

«Por el Mesías crucificado –escribía el prelado, quien cuarenta días después también sería asesinado–. Por nada más y por nadie más. No tenemos otros intereses ni influencias que preservar. No tenemos perversiones masoquistas ni instintos suicidas. No tenemos poder».

«Como María, como Juan, permanecemos aquí, a los pies de la cruz en la que Jesús está muriendo, abonado a su suerte, ridiculizado por la gente», añadía el obispo.

El hermano Álvaro afirma que, aunque parezca paradójico, «la fuerza, la vitalidad, la esperanza, la fecundidad de la Iglesia» nacen precisamente de la cercanía de estar junto a quien sufre, compartiendo los sufrimientos del Redentor de la humanidad.

«La Iglesia se engaña a sí misma y al mundo cuando se presenta como un poder en medio de otros poderes, como una organización, aunque sea humanitaria», advierte, convencido de que los religiosos darán una contribución indispensable al proceso de normalización del país, inspirándose en los valores evangélicos del perdón, la misericordia, la justicia y la paz.

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ZENIT Staff

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