Según ha revelado Joaquín Navarro-Valls, portavoz del Vaticano, el Papa fue informado de los sucedido en la mañana de este viernes, último día de estancia en esta localidad del Valle de Aosta, en los Alpes italianos.
Este sábado viajará a Castel Gandolfo, residencia veraniega de los pontífices, a unos 30 kilómetros al sur de Roma, donde transcurrirá como en años anteriores el resto del verano, realizando sus actividades ordinarias.
«El hecho de que en la tragedia hayan quedado involucrados sobre todo niños y muchachos ha afectado de manera particular al Papa. Ha rezado por ellos», reveló el director de la Sala de Prensa vaticana en declaraciones a «Radio Vaticano».
El número de 70 fallecidos era considerado este viernes como provisional, pues los heridos eran unos cien. Al menos 32 niños sufren quemaduras graves.
Las llamas se originaron en la cocina de la escuela Lord Krishna cuando se estaba preparando la comida para más de 900 estudiantes, de entre 6 y 11 años, y luego se propagaron al resto del edificio, ubicado en el estado de Tamil Nadu.
Decenas de niños resultaron heridos, algunos de gravedad, dijo en declaraciones a Reuters un funcionario de la localidad de Kumbakonam, un sitio famoso por sus templos hindúes situado a unos 2.000 kilómetros al sur de Nueva Delhi.
Navarro-Valls constata que estos doce días de vacaciones han hecho mucho bien al Papa. «Ha descansado, ha podido salir de excursión todos los días. Si bien en algún día ha llovido, al Santo Padre le gusta la naturaleza, también cuando llueve o hay viento».
«En este viernes, último día antes de la salida, nos encontramos en un lugar estupendo. Aquí el Santo Padre puede ver la cumbre del Mont Blanc. Para él es una jornada de contemplación, de oración, de lectura, de descanso», afirmaba el portavoz desde las montañas hablando desde un teléfono móvil.
A quienes le acompañan, el Santo Padre les ha dicho: «Sé que os dará pena dejar toda esta belleza. También a mí», reveló el mismo Navarro-Valls. Y el Papa añadió: «Aquí se toca verdaderamente la mano de Dios».
El jueves, el Papa fue de excursión a Youla, y se detuvo cerca de una cascada. Uno de los habitantes del lugar, al ser informado de que venía, le dejó abierta su casa para que pasara un rato en ella, dejando la llave en la cerradura de la puerta.
De regreso, el Papa se detuvo en cinco ocasiones para saludar a grupos de personas, en buena parte campesinos del lugar y, antes de llegar al chalet en el que se aloja, a unas doscientas personas que le esperaban, entre las que se encontraban numerosos niños.