CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 8 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Ante las continuas noticias de violencia, terrorismo y operaciones militares, Juan Pablo II ha alzado la voz para afirmar en un mensaje de tonos personales que «la violencia siempre genera violencia», por lo que no puede ser la respuesta al terror.
«Sí, ¡nunca más la guerra!», exclama en la misiva que ha enviado a los participantes en el encuentro «Hombres y religiones» que se celebró en Milán del 5 al 7 de septiembre por iniciativa de la Comunidad de San Egidio y de la archidiócesis de Milán.
El Santo Padre confiesa que ya tenía esta convicción cuando convocó a los líderes de las religiones del mundo en un histórico encuentro de oración por la paz, en octubre de 1986, en Asís.
«Estoy más convencido todavía hoy –confiesa–: mientras disminuyen las fuerzas del cuerpo, siento todavía más viva la fuerza de la oración».
Precisamente la cita de Milán, que todos los años se celebra en una ciudad diferente, busca promover el «espíritu de Asís». En esta ocasión ha convocado a más de 350 representantes religiosos y a exponentes de la culturas de todo el mundo. Concluyó este martes con un llamamiento en el que se recuerda que «el nombre de Dios es paz».
«El mundo tiene necesidad de paz –constata el obispo de Roma en su misiva, que fue llevada al congreso por el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos–. Todos los días llegan noticias de violencia, de atentados terroristas, de operaciones militares».
«¿Está perdiendo el mundo la esperanza de alcanzar la paz?», se pregunta. «A veces da la impresión de que se da una progresiva costumbre al uso de la violencia y al derramamiento de sangre inocente».
«Ante estos datos preocupantes», el Santo Padre se dirige a los hombres de toda religión «para pedir que no cedan a la lógica de la violencia, de la venganza y del odio, es más, que perseveren en el diálogo».
«Es necesario romper esa cadena mortal que aprisiona y ensangrienta demasiados rincones del planeta –asegura–. Los creyentes de todas las religiones pueden hacer mucho en este sentido».
Al recordar el aniversario del «terrible» 11 de septiembre de 2001, el Papa considera que «no cabe la menor duda de que se necesita firmeza y decisión para combatir a los agentes de muerte».
«Al mismo tiempo, sin embargo, es necesario comprometerse con todos los medios para desarraigar todo lo que favorece la afirmación del terror: en particular, la miseria, la desesperación y el vacío de los corazones», reconoce.
«No tenemos que dejarnos vencer por el miedo que lleva a encerrarse en sí mismo y a reforzar el egoísmo de los individuos y los grupos», pide.
«Se necesita el valor de globalizar la solidaridad y la paz», pensando de manera especial en África e Irak, «querido pueblo, por el que imploro de Dios cada día esa paz que los hombres no saben darse».
«El auténtico camino de la paz», señala «nunca pasa por la violencia y siempre por el diálogo», reconoce.
«La guerra abre de par en par las puertas del abismo del mal –denuncia–. Con la guerra todo se hace posible, incluso lo que no tiene la más mínima lógica».
«Por este motivo –recalca–, la guerra debe considerarse siempre como un fracaso: un fracaso de la razón y de la humanidad».
«Que surja cuanto antes, entonces, una sacudida espiritual y cultural que lleve a los hombres desterrar la guerra», pide el pontífice.