Jerusalén puede ser motivo de paz; no de guerra

Según el cardenal Jean-Louis Tauran, actual Bibliotecario de la Santa Romana Iglesia

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ROMA, martes, 14 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Jerusalén puede pasar de ser un problema a un motivo para la paz en Tierra Santa, considera el cardenal Jean-Louis Tauran.

Así lo expresó al intervenir el 12 de septiembre en la jornada de clausura del encuentro sobre «Jerusalén, ¿dónde mora tu Nombre?» organizado en el Monasterio italiano de Camaldoli por iniciativa de la revista «Il Regno».

El purpurado francés, que durante trece años fue secretario para las relaciones con los Estados de la Santa Sede, hizo hincapié en Jerusalén como «fulcro» de una posible solución de la controversia palestino-israelí y como ciudad de la paz y elemento de unión y pacificación entre ambos pueblos.

En este contexto, el cardenal Tauran reiteró la conocida convicción de la Santa Sede de que para salvar el carácter sagrado y único de Jerusalén es necesario «elaborar un estatuto especial, garantizado en el ámbito internacional para los lugares más sagrados de la ciudad», es decir, los lugares santos del judaísmo, cristianismo e islam.

El purpurado evocó la posición de los pontificados de Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, sintetizándolas en tres preocupaciones principales de la Santa Sede: «la salvaguarda del carácter sagrado de Jerusalén»; «la supervivencia de las comunidades religiosas», en particular la católica; y «la paz en Tierra Santa».

«Desde siempre los Papas han tenido conciencia de que Jerusalén ofrece una imagen de tres mundos» y «que ninguna de las tres religiones monoteístas debe prevalecer sobre las demás contando con una hegemonía plena sobre la ciudad», consideró el actual Bibliotecario de la Santa Romana Iglesia.

«Se debe evitar que esta ciudad santa se vuelva en un museo de piedras y santuarios para los peregrinos», afirmó, al ilustrar la inquietud de las iglesias cristianas por la emigración de los cristianos.

«Para nosotros los santuarios están y deben estar en comunidades vivas, con escuelas, hospitales, artesanía y trabajo y todo lo relacionado con la vida social», reconoció

«Si las comunidades cristianas desaparecieran, Jerusalén se volvería como el Coliseo de Roma y ésta es una desgracia que se debe evitar», concluyó.

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ZENIT Staff

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