El papel de las religiones en la paz mundial

Un obispo paquistaní ve una antropología común

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MILÁN, sábado, 18 septiembre 2004 (ZENIT.org).- A continuación publicamos el texto de un análisis sobre las religiones y la paz mundial ofrecido por el obispo de Islamabad-Rawalpindi (Pakistán) monseñor Anthony Lobo. Se trata de un discurso pronunciado en el encuentro de Hombres y Religiones, celebrado en Milán.

* * *

Me gustaría exponer este tema en tres frases:

1. Una antropología común (humanismo) subyacente a todas las religiones.

2. Las raíces de la violencia y las guerras.

3. Las religiones como sanadoras de la violencia.

El tema de esta reunión internacional es «Religiones y Culturas: el Valor para un Nuevo Humanismo». Creo que lo que se denomina «nuevo humanismo» es más bien una antropología común a todas las religiones. Aunque utilizaré la Biblia para explicar esto, estoy seguro que la antropología que describo, basada sobre la Biblia, tendría eco en eruditos de otras religiones.

¿Cuál es esta antropología común? En el libro del Génesis, el origen de la creación es descrito como compasión, ternura, paz y armonía. La palabra hebrea que en último término describe esto es «hesed», que indica una relación armoniosa entre Dios y los seres humanos, entre los seres humanos mismos, entre los seres humanos y la naturaleza (incluyendo a los animales) y dentro del propio ser de la persona humana.

La violencia, incluyendo la guerra, es una parodia de la creación porque ha sustituido la cuádruple relación armoniosa con una cuádruple alienación: los seres humanos alienados de Dios, de unos con otros, de la naturaleza –incluyendo a los animales- y alienados de sí mismos.

Las religiones pueden entablar un diálogo, a pesar de sus diferencias, porque tienen una antropología común. Aunque explico esto usando las Escrituras Cristianas, creo que eruditos de otras religiones encontrarán eco en sus propias escrituras de las principales características de la antropología común, la base de un nuevo humanismo, para la cura de la violencia en nuestro mundo de guerras.

1. Antropología común.

La antropología común comienza con la creación de los seres humanos. Fueron hechos a imagen y semejanza de Dios. El único Dios del cristianismo es Padre, Hijo y Espíritu Santo. La vida de Dios consiste en el Padre que da todo al Hijo: toda su vida, amor, sabiduría, poder. El Hijo devuelve todo al Padre. Este mutuo darse (mutuo vaciarse) se llama Espíritu Santo (Juan 17:10).

Hecha a imagen de Dios, la persona humana es, en el fundamento y el centro de su ser, hecha para la propia donación, que es amor. Puesto que Dios es esencialmente amor (1 Juan 4:8), el hombre está hecho para el amor. Dios hizo a los seres humanos hombres y mujeres y los bendijo y les mandó que fueran fecundos y se multiplicaran y llenaran la tierra y la sometieran y tuvieran el dominio sobre los animales. Este someter la tierra y el dominio sobre los animales se caracterizaba por la amabilidad, la ternura, la armonía y la paz, en una palabra francesa: «douceur».

Puesto que los seres humanos fueron creados antes de cualquiera de las religiones existentes que conocemos, podemos hablar de una antropología original, que precede a todas las religiones. De ahí que la llame antropología común. ¿Cuáles son las características de esta antropología común?

La primera es la verdad. Por ella entiendo la correspondencia de la persona humana con Dios. Hecha a imagen y semejanza de Dios, la persona humana es verdadera. Cuando los seres humanos pierden su semejanza al Divino Ejemplar, se vuelven menos verdaderos.

La segunda característica de esta antropología común es la igualdad. «Macho y hembra los creó. Los hizo a su propia imagen y semejanza». Hombres y mujeres son iguales en dignidad y su descendencia, hecha a imagen y semejanza de Dios, también será igual en dignidad, enraizada en su semejanza con su Creador.

La tercera característica es que las personas humanas por naturaleza son relacionales. Hombre y mujer se relacionan uno con el otro, y con los demás en la creación. Cada persona tiene una sabiduría abierta al otro. Cada persona es por esencia, dialógica.

La cuarta característica es la ternura (o amor, armonía, amabilidad, paz) en francés: «douceur». Una palabra negativa para esto es «no violencia». La misión del hombre de «someter» la tierra era una administración para su cuidado, no una licencia de explotación y dominio.

2. La violencia como parodia de la creación.

Pero, cuando Adán y Eva pecaron, la entera situación cambió tanto que dio lugar a una parodia de la creación. En lugar de la bendición de Dios, había una maldición de la tierra. En lugar de fecundidad, la tierra daría una parte de espinas y cardos.

En lugar de estar caracterizado por el «douceur», el «non-douceur», o violencia, hace su aparición. Esto no significa que el «douceur» desaparezca completamente. Era un don de Dios al ser humano en la creación y, por ello, nuestra misión viene dada con esta bendición. Sólo ahora, tras el pecado, todo «douceur» está marcado por la violencia y tiene que hacer su camino a lo largo del sendero de la violencia, nunca fuera de él.

El primer resultado de la caída de los seres humanos tiene lugar cuando se abandona la verdad. No contento con su semejanza con Dios, el ser humano quiere ser igual a Dios, la criatura busca competir con el Creador. De ahí que la persona humana se vuelva «falsa», y esto mancha todos los pensamientos, palabras y acciones humanas.

El segundo resultado de la caída de la persona humana fue la desigualdad: «Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará» (Génesis 3:16). Este principio de desigualdad ha entrado ahora en la vida de los seres humanos y extenderá sus consecuencias a las relaciones humanas.

La tercera consecuencia de la caída de los seres humanos es la alienación. La cuádruple naturaleza relacional de los seres humanos fue sustituida por la cuádruple alienación de sí mismos, de Dios, de los demás seres humanos y de la naturaleza.

Finalmente, la principal característica de la persona humana, la ternura (o douceur), ha cambiado ahora a violencia. Hay una línea directa que va de la falsificación de la naturaleza humana hasta el hecho de tratar a los seres humanos con desigualdad y, de esto, a causar la alienación de la verdadera naturaleza de uno mismo y la alienación de los demás, que finalmente necesita atacarles o defenderse uno mismo de los ataques recurriendo a la violencia.

3. La religión como sanadora de la violencia

Los cínicos se reirían de esta frase por lo bajo. Pueden dar muchos ejemplos de guerras causadas por las religiones e incluso de «guerras santas» (jihad), es más, mi tema es el diálogo de las religiones en un mundo en guerras. Creo que esto no sólo es posible hoy en día sino que es de lo más necesario.

Mi creencia se basa en las experiencias que prueban que es posible que la religión sane la violencia en su forma sistemática y estructural. No les estoy presentando utopías sino hechos de nuestra historia reciente. Éstos prueban que, tanto a micro nivel como a macro nivel, la religión puede sanar de hecho la violencia. Así el diálogo de las religiones puede sanar las raíces de la violencia y de las guerras de nuestro mundo de hoy.

Mi ejemplo macro es Mahatma Gandhi. Ya dejé claro que la caída del hombre no destruyó el «douceur» de la raza humana. Lo debilitó, pero sigue siendo un don de Dios a nosotros y nuestra misión avanza con él a lo largo de un camino marcado por la violencia. Veamos cómo lo hizo Mahatma Gandhi.

En lo profundo de la psique de los pueblos del Sur de Asia hay dos características acentuadas por dos religiones: la no violencia («ahimsa») del budismo y el ayuno del jainismo. Así, lo que denominé características de la antropología comú
n (basadas en la semejanza con el divino ejemplar) fueron acentuadas por estas dos religiones (la no violencia por el budismo y el auto sacrificio por el jainismo).

Mahatma Gandhi tomó estos rasgos profundamente sentidos por la psique surasiática y los usó para fines políticos: para liberar la India del gobierno colonial. No es necesario decir que todos los pueblos de la India (que hoy incluyen Pakistán y Bangladesh), a pesar de ser de diferentes religiones (hindúes o musulmanes), se sintieron tocados en lo más profundo de su ser y siguieron a Gandhi en el camino a la libertad.

Gandhi usó otro rasgo de la antropología común que yo llamo verdad. Con su movimiento Satyagarha (tender rápidamente hacia la verdad), condujo a decenas de miles de hindúes y musulmanes en protestas pacíficas, que dieron lugar a la victoria de gente desarmada, cuya única arma era la Verdad de que todas las personas humanas son iguales y ninguna raza debe colonizar o gobernar a otra.

Y si pensamos que el éxito de Gandhi se limitó solamente a la India y no tuvo consecuencias para el resto del mundo, debemos recordar que lo que él hizo en la India fue copiado por todo el mundo, primero en el desmembramiento del Imperio británico en otras partes de Asia y África, y luego en el de los imperios holandés, francés y portugués por todo el mundo.

Martin Luther King Jr. utilizó los métodos de Gandhi para luchar por los derechos civiles y poner fin a la segregación de los afroamericanos en Estados Unidos. Nelson Mandela utilizó estos métodos para desmantelar el apartheid en Sudáfrica. No está mal para un hombre al que Winston Churchill llamó «el fakir desnudo de la India». Sus métodos desmantelaron la violencia estructural del colonialismo, de la segregación y del apartheid en tres continentes.

Déjenme cerrar este macro ejemplo con una cita del mismo Mahatma Gandhi. Se dice que es difícil poner fin a la guerra en Palestina porque ambas partes practican la ley mosaica de la venganza: «un ojo por un ojo y un diente por un diente».

Gandhi dijo una vez: «Si todos practicasen la ley del ojo por ojo, pronto el mundo entero sería ciego». Si hoy hay guerras por todo el mundo, significa que, por lo general, la gente se ha vuelto ciega. El objetivo general de este seminario y de mi intervención en particular es intentar devolver la vista al que está ciego.

Concluyo con dos ejemplos a micro nivel. Llegó a mi conocimiento una carta de alguien desde el interior de Afganistán. Era patética. Se pedía: «Durante 30 años he visto en mi país, guerra, matanzas, odio y venganza. ¿No hay personas que crean en la paz, que respeten la vida, que practiquen el amor y el perdón?».

Esta carta llegó a Pakistán y se envió una respuesta a quien la escribía dando los nombres de algunos refugiados afganos que habían vuelto a su país tras años de contacto con otros grupos de personas (cristianos y musulmanes) que, a pesar de sus diferencias religiosas, practicaban y compartían sus experiencias precisamente de las cosas que se pedían en la carta desde Afganistán: paz, vida, amor y perdón. Ahora que él ha entrado en contacto con estas personas, es muy feliz.

El último ejemplo es de un grupo de siete musulmanes que con regularidad entablan diálogo con cristianos profundamente comprometidos. Asistí a un encuentro en el que compartían sus experiencias. Cuatro eran refugiados afganos. Uno decía: «Mi esposa me preguntó un día: ¿qué te ha pasado? Últimamente me tratas con mucha amabilidad». La razón de esto era que, con regularidad, se encontraba con cristianos, que practicaban la espiritualidad de la unidad, el amor y el perdón.

Otro refugiado afgano que también asistió al encuentro contaba: «Mi esposa decía: Cada semana asistes a una reunión. Quisiera asistir también a los encuentros contigo». Así, estos refugiados afganos empezaron a compartir y a decir: «Somos musulmanes y creemos en el Corán. Pero practicamos la espiritualidad de la unidad, el amor y la paz».

Finalmente, un tercer musulmán de Pakistán compartió con nosotros que él siempre estaba ocupado y no tenía mucho tiempo para estar en casa, pero también practicaba la espiritualidad de la unidad porque pertenecía al grupo de cristianos y musulmanes que hacían lo mismo.

Un día llegó a casa, pero poco después tenía que irse para un negocio a otra ciudad. En el camino, mientras conducía su coche, sonó su teléfono móvil. Era su esposa, regañándole durante media hora por no haber pasado más tiempo en casa. Cuando llegó a su destino por la noche, ella volvió a llamar pero esta vez para pedir perdón por regañarlo.

Termino diciendo que creo firmemente en que, si este diálogo de religiones continúa y se extiende, tanto a nivel macro como a nivel micro, se eliminarán todas las injusticias sistemáticas y estructurales, y cesarán las guerras en nuestro mundo.

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ZENIT Staff

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