NUEVA YORK, martes, 21 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede, que pronunció este lunes durante el encuentro que se celebró en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York sobre las nuevas formas de lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo. Presidía la sesión el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
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Señor Presidente,
Tengo el honor de hacer presente la adhesión de la Santa Sede y la personal de Su Santidad Juan Pablo II a la importante iniciativa de este encuentro, promovido por el Presidente de la República Federativa del Brasil, que ha recogido el apoyo de numerosos Gobiernos aquí representados.
Al respecto, quisiera hacer brevemente algunas consideraciones.
1. Todos somos conscientes de la gravedad del problema del hambre en el mundo. Está particularmente preocupada por ello la Santa Sede, que quiere asegurar aquí todo el esfuerzo de la Iglesia Católica por erradicar del mundo este flagelo. Todo cristiano, en realidad, ha de hacer propia la actitud de Cristo ante sus paisanos sin alimento: «Misereor super turbam, quia […] nec habent quod manducent». «Siento compasión de esta gente, porque […] no tienen qué comer» (Evangelio según san Marcos 8, 2).
Por su parte, la Santa Sede ha apoyado siempre las numerosas iniciativas personales y colectivas para solucionar este drama. En este sentido, cabe recordar la vasta acción humanitaria de las instituciones católicas en el mundo entero, sobre todo en las misiones y en los países más pobres.
2. En este mismo sentido, la Santa Sede se ha adherido además a las iniciativas de los distintos organismos de la ONU, y en particular de la FAO, del FIDA (IFAD) y del PMA (WFP), directamente implicados en las actividades para combatir el hambre y la inseguridad alimenticia.
Los principios inspiradores de la posición de la Santa Sede en este contexto ya fueron ampliamente ilustrados en mi intervención en la FAO en 1996 y se refieren al respeto de la dignidad de la persona humana, la puesta en práctica del principio de solidaridad, la realización del principio del destino universal de los bienes de la tierra y la promoción de la paz.
Y fue justamente en 1996 cuando se tomaron, por parte de todos los países, compromisos solemnes, que han estado consolidados ulteriormente en la celebración de la llegada del Tercer Milenio. La Santa Sede se adhirió también a aquellos solemnes compromisos de todos los Jefes de Estado y de Gobierno contenidos en el «1996 Report of the World Food Summit» y, sucesivamente, en la «2000 UN Millennium Declaration».
3. Se inició así una alianza contra el hambre en el mundo, pero después, poco a poco, se fue descubriendo que faltaban los fondos suficientes para hacer frente a un programa de seguridad alimenticia mundial. Es digno de alabar el esfuerzo ante las emergencias, causadas por catástrofes naturales o por guerras. Pero, ciertamente, el problema es mucho más vasto. La lucha contra el hambre, y diría también contra la sed, va más allá de las meras emergencias; esta lucha debe afrontar una serie de factores complejos como, por ejemplo, la necesidad de invertir en el capital humano de las poblaciones locales (pienso en los campos de la educación y de la salud), de solicitar la transferencia de las tecnologías apropiadas y de garantizar equidad en el comercio internacional. Esto, sin embargo, no debe desanimar en la elaboración de un programa que lleve a la erradicación del hambre y de la sed en el mundo.
4. Bienvenida sea, por tanto, una nueva búsqueda para «aumentar a disponibilidade de recursos para enfrentar aqueles desafios» [«aumentar la disponibilidad de recursos para enfrentar estos desafíos» ndr.], y, más aún, para «examinar fontes alternativas de financiamento ao desenvolvimento» [«examinar fuentes alternativas de financiación al desarrollo» ndr.] (carta del presidente del Brasil a Su Santidad Juan Pablo II, del 25 de junio de 2004).
Ciertamente, uno de los principales problemas que hacen arduo dicho programa es el de la financiación. Por una parte, tendremos que recordar de nuevo a todos los países donantes su compromiso de subir la ayuda pública para el desarrollo al 0,7% del PIB de cada Estado.
Después se podrán buscar también las formas innovadoras que ahora se intentan presentar, teniendo en cuenta además el consenso ya manifestado en Monterrey y apoyando las iniciativas particulares como la del International Finance Facility.
5. La Santa Sede, por su parte, dará su propio apoyo al respecto. Será ésta una enorme empresa, junto con la que ya se está llevando a cabo contra las enfermedades y la miseria en general. Se facilitará así lo indispensable para vivir a toda criatura humana querida por Dios, con una inmensa dignidad, a su imagen y semejanza. He hablado de miseria y no tanto de pobreza, porque ésta –si bien es necesario intensificar los esfuerzos para afrontarla– estará siempre presente entre nosotros de formas diversas. A tal propósito, son siempre actuales las palabras de un gran obispo de Su tierra, señor presidente, el recordado monseñor Helder Cámara, que decía: «El pobre apenas tiene lo indispensable para vivir y nada más, pero el mísero no tiene ni siquiera lo indispensable».
<br> ¡Es esto, lo indispensable, lo que nosotros tenemos que dar a toda criatura humana!
[Texto original en castellano]