JOÃO PESSÔA, martes, 5 octubre 2004 (ZENIT.org).- El crecimiento de las sectas, especialmente en Brasil, constituye un llamamiento a la Iglesia a no adoptar tonos de imposición sino de propuesta, considera el cardenal Paul Poupard.
El presidente del Consejo Pontificio para la Cultura analizó este lunes en Sao Paulo algunos de los desafíos planteados por la expansión de grupos fundamentalistas de inspiración evangélica en ese país, en el que se encuentra el mayor número de católicos del mundo.
En su análisis, afrontó dos de las causas fundamentales que explican este fenómeno: los «intereses económicos y políticos transnacionales»; así como la falta de identidad religiosa de las sociedades moderna y post moderna.
Poupard intervino en la inauguración del encuentro de los Centros Culturales Católicos de Brasil que tuvo lugar hasta este martes en João Pessôa y del 7 al 8 de octubre en São Paulo sobre «identidad católica, globalización, increencia y pluralismo étnico».
Intereses económicos y políticos
«No es extraño a ninguno que la religión sea el primer vínculo de cohesión social. Un debilitamiento de este ligamen de la identidad permite enfrentar un vecino culturalmente desgastado, políticamente dócil, económicamente inofensivo», constató.
«Las sectas constituyen en este sentido el avance terrestre del modelo cultural norteamericano», explicó a los participantes en el encuentro de Centros Culturales Católicos organizado por el Consejo Pontificio para la Cultura y la Conferencia Nacional de Obispos Católicos de Brasil.
Ahora bien, añadió, «la fe católica no sólo es una religión mayoritaria en Latinoamérica; es la profesión de fe en el Misterio de la Encarnación, donde no se pueden justificar ni el racismo, ni la predestinación, ni el nacionalismo de Monroe, ni el eugenismo, ni ninguna clase de liberalismo económico como salvación».
«Se podría pensar que para ser una nación fuerte es preciso regresar a la cristiandad o al menos al «integralismo religioso»», subrayó el «ministro» de la Cultura de la Santa Sede, explicando los motivos políticos que se esconden detrás de sectas.
El éxito de las sectas, reconoció en este encuentro de centros culturales católicos brasileños sin precedentes, está en un anuncio sociológico del Evangelio particularmente atractivo en América Latina, sociedad caracterizada por las injusticias económicas.
De hecho, el «acento social de cambio justamente deseado, hizo que la Iglesia expresara su opción original por los pobres, opción que algunos entendieron como «exclusivamente sociológica» y no como «preferencialmente evangélica». De esta opción exclusiva por los pobres se generó, que los pobres optaran por las sectas».
«Este es el juego y esta es la trampa de las sectas y de los turbios intereses que las mantienen: al anunciar el Evangelio en clave sociológica pareciera abrirse una paradoja: o eliges a los pobres, exclusiva y socialmente, y ellos te dejarán confesionalmente, o eliges la injusticia y ya has dejado de anunciar el Evangelio».
«¿Qué es lo que está en juego?», preguntó el cardenal. «¿Es que nuestros “intereses” son los mismos que el de los centros de poder que sufragan y dirigen las sectas? Si son los mismos, dejemos entonces que el cliente escoja el producto más adecuado a sus necesidades “religiosas”. Pero si nuestros intereses no son políticos y económicos ¿Cuales son?».
«El motor que mueve la misión de evangelizar, ¿no es el mismo que mueve la identidad católica?», siguió preguntando.
La falta de identidad religiosa
El segundo factor que explica el crecimiento de las sectas es la realidad religiosa de las generaciones actuales, caracterizada por falta de identidad.
«Sin embargo –constató–, la fuerza actual de las sectas, consiste en presentar una identidad precisa en un momento de incertezas. Y ¿cuál es esta identidad? Nada menos que una negación: «no ser católicos»».
«Si los adeptos de las sectas intentaran penetrar en su identidad seriamente, descubrirían con asombro, que su experiencia religiosa original, está copiando de forma burda la estructura de la Iglesia que han criticado. Su “supuesta identidad”, su “originalidad doctrinal”, así como su propuesta religiosa, no son sino expresión de malestar ante la propia ignorancia o descuido pastoral, de la Iglesia que atacan».
«Esta afirmación refuerza la hipótesis de que las sectas nacen necesariamente en un contexto donde existe ya una identidad confesional arraigada, más o menos explícita, y frente a la cual, la respuesta sectaria se erige como verdadera y «pura» «identidad» confesional».
La respuesta: un anuncio propositivo
«¿No serán estas respuestas, una llamada a sumergirnos en la identidad de nuestra fe católica?», preguntó. «Las sectas son una llamada a ser pastoral y culturalmente propositivos. La Nueva Evangelización busca leer los deseos del hombre en la cultura de su época. Al hambre de identidad y destino corresponde el pan de la fe definida y cierta».
«Las sectas ponen en evidencia que un lenguaje de imposición ética social no tiene acogida en las categorías religiosas del hombre de hoy», constató Poupard.
«El hecho que no se identifiquen con el trabajo social, no significa que no lo hagan en un segundo momento, significa que el primer contacto que han tenido con la gratuidad y la trascendencia de Dios, desgraciadamente no lo recibieron de la Iglesia; de ella muchos recibieron sólo imperativos, reglas y compromisos de acción, pero nunca antes el anuncio de la Salvación en un lenguaje que pudieran recibir», concluyó.