ROMA, viernes, 15 octubre 2004 (ZENIT.org).- Los cristianos en Europa sufren discriminaciones, pero los verdaderos problemas de este continente son su relación con el Islam y el concepto mismo de libertad religiosa, considera el brazo derecho de Juan Pablo II en la guía de la Santa Sede.
El cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, ha ofrecido este viernes declaraciones al diario italiano «La República» en medio del debate surgido tras el rechazo de la candidatura del comisario europeo, Rocco Buttiglione, por parte de la Comisión del Parlamento Europeo para la Justicia, las Libertades Públicas y la Seguridad, por haber manifestado sus convicciones católicas sobre la homosexualidad.
El purpurado italiano reconoce que «en este momento es difícil expresar juicios sobre este caso, en particular, y más en general sobre lo que ha sucedido en Bruselas en los últimos días. Quizá hay que quedarse en silencio».
«Yo invitaría a no preocuparse por estas vicisitudes concretas ni por lo que ha sucedido en las instituciones europeas. No es la primera vez que los católicos, los cristianos, los hombres de Iglesia se encuentran ante problemas de este tipo y a ante el peligro del aislamiento y la discriminación», indica.
«Basta mirar a la historia cristiana para darse cuenta inmediatamente –sugiere–. La vida de la Iglesia en el curso de sus dos mil años siempre ha vivido dificultades de todo tipo y ha salido al paso de obstáculos que, aparentemente, parecían insuperables».
«No tenemos que sorprendernos nunca de encontrarnos ante estos casos como los sucedidos en Europa. Lo importante es caminar con confianza, con serenidad, con la confianza de que al final triunfará la verdad».
Pero, para el cardenal Sodano, «más allá de las dificultades socio-políticas» hay retos más grandes para el cristianismo. Ante todo, señala, «el gran problema del futuro será el de nuestras relaciones con el mundo islámico. Es un desafío que no sólo interpela a la Iglesia».
El secretario de Estado sugiere la aplicación del principio de reciprocidad con el mundo islámico: «Así como las comunidades islámicas en occidente tienen derecho a sus lugares de oración y a la libertad de culto, así también los cristianos tienen que tener la misma libertad en cualquier otra parte del mundo, incluidos los países islámicos».
En segundo lugar, afirma, Europa afronta nuevas dificultades en la vivencia del derecho a la libertad religiosa. En este sentido, subraya, «la Iglesia está llamada cada vez más a hacer comprender a quien no cree que nosotros, creyentes cristianos, tenemos derecho a proclamar la verdad del Evangelio».
«Un derecho directamente ligado al sacrosanto principio de la libertad que tiene toda persona más allá de la fe que profesa, de su raza, de sus opciones políticas», aclara.
«Creo que Europa no tiene que olvidar nunca su auténtica historia, sus auténticas raíces; no debe olvidar lo que el cristianismo ha traído a cada país a nivel cultural, artístico, literario», opina.
Y concluye con una confesión: «Creo que esta tentación del relativismo moral, del agnosticismo doctrinal, pronto será superada, porque la verdad, al final, triunfará».