El relativismo, amenaza actual de la democracia; según Juan Pablo II

La verdad, sin embargo, es el antídoto contra el fanatismo, afirma

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 19 octubre 2004 (ZENIT.org).- El relativismo ético, según el cual no hay verdades morales objetivas, constituye una amenaza para las democracias actuales, constata Juan Pablo II.

En realidad, considera el pontífice en el mensaje que ha escrito a la Semana Social de los Católicos Italianos, celebrada en Bolonia del 7 al 10 de octubre 2004, la verdad es «el mejor antídoto» contra los «fanatismos ideológicos».

El tema de la edición de este año de la Semana Social italiana ha sido «Democracia: nuevos escenarios, nuevos poderes» y ha reunido a representantes de la jerarquía eclesiástica, de la cultura, de la política, del sindicalismo y de las asociaciones católicas de este país.

El Santo Padre comienza su misiva confirmando el aprecio de la Iglesia católica por la democracia, «en cuanto asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernantes la posibilidad tanto de elegir y controlar a los propios gobernantes, como de sustituirles de manera pacífica».

Ahora bien, aclara, es necesario ser conscientes de «los riesgos y amenazas que para una auténtica democracia pueden derivarse de ciertas corrientes filosóficas, visiones antropológicas o concepciones políticas con prejuicios ideológicos».

«Permanece, por ejemplo, la tendencia a considerar que el relativismo sea la actitud de pensamiento que corresponde mejor a las formas políticas democráticas, como si el conocimiento de la verdad y la adhesión a la misma constituyeran un impedimento», denuncia el mensaje pontificio.

«En realidad –añade–, con frecuencia se tiene miedo de la verdad porque no se la conoce. La verdad, tal y como Cristo la ha revelado, es garantía para la persona humana de auténtica y plena libertad».

«Si la acción política no tiene por referencia una instancia superior ética, iluminada a su vez por una visión integral del hombre y de la sociedad, acaba sirviendo a fines inadecuados, o incluso ilícitos».

«La verdad, por el contrario, es el mejor antídoto contra los fanatismos ideológicos, en el ámbito científico, político o incluso religioso».

«El mensaje evangélico –considera– presenta el carácter central de la persona como ancla supra-ideológica que todos pueden tener como referencia».

«Sin arraigarse en la verdad, el hombre y la sociedad quedan expuestos a la violencia de las pasiones y a condicionamientos abiertos u ocultos», concluye.

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ZENIT Staff

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