El poder de la oración, según el cardenal Ratzinger

BELLUNO, jueves, 21 octubre 2004 (ZENIT.org).- Lejos de limitarse a algo intimista, la oración tiene un «sentido social», explicó el domingo el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe.

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El purpurado viajó el fin de semana pasado a Belluno –noroeste de Italia– para presentar su libro «Fe, verdad, tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo» en el Centro Papa Luciani de Col Cumano. Es el núcleo de las iniciativas para la causa de canonización de quien gobernó la Iglesia durante 33 días con el nombre de Juan Pablo I.

A los pies de los Dolomitas, en la catedral de Belluno, el cardenal Ratzinger concelebró la Eucaristía el domingo. Fue el momento en que subrayó la fuerza de la oración, en especial para la justicia del mundo, recoge «Avvenire».

«Pensamos que la oración es algo intimista –explicó posteriormente a los periodistas–. Ya no creemos tanto, según me parece, en el efecto real, histórico de la oración».

«En cambio debemos convencernos y aprender que este compromiso espiritual, que une el cielo y la tierra, tiene una fuerza interior –recalcó–. Y un medio para llegar a la afirmación de la justicia es comprometerse a orar, porque de esta manera se transforma en una educación mía y del otro para la justicia. Debemos, en resumen, reaprender el sentido social de la oración».

Se preguntó también al purpurado si la fuerza de la oración es más pacificadora que la de las armas: «Sí, diría que es la fuerza que tenemos nosotros –contestó–, porque vemos que incluso con las armas más potentes no se puede apagar la llama del terrorismo. Violencia crea violencia».

«Cierto, una defensa es necesaria, pero sólo con la contra-violencia no podemos extinguir estas llamas. Necesitamos una fuerza espiritual que nace justamente de la oración», explicó el cardenal Ratzinger.

Ante su disponibilidad, igualmente se mencionó al purpurado la cuestión de la Constitución Europea, que no reconoce las raíces cristianas del continente.

«En numerosos países se celebrará un referéndum. Veremos qué dice el pueblo. En cualquier caso –precisó–, me parece que no debemos considerar suprimido este problema, porque no se trata de un asunto marginal, sólo un ornamento, sino que se trata de la definición de nuestra identidad».

Y es que «Europa no puede ser sólo una comunidad de intereses y de estrategias, o de comercio. Necesitamos una identidad más profunda. Y esta identidad exige una definición», concluyó.

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ZENIT Staff

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