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Señor presidente:

La clonación humana ha estado en la agenda de las Naciones Unidas desde finales de 2001.

Desde el principio pareció claro que, a pesar del título de esta cuestión de la agenda, «Convención Internacional contra la clonación reproductiva de seres humanos», el propósito de esta actividad ha sido de hecho hallar un marco jurídico que permitiera y acelerara el avance de la ciencia médica en la obtención y utilización de células estaminales, e identificar y prohibir las prácticas que fueran irrespetuosas con la dignidad humana".

Desde un punto de vista puramente científico, el progreso terapéutico ya logrado con las llamadas células estaminales adultas, esto es, células estaminales de la médula ósea, de la sangre del cordón umbilical y de otros tejidos adultos, parece muy prometedora. La clonación de embriones, por su parte, está todavía muy lejos de aportar el progreso que sugieren sus partidarios. Todavía está por ver un éxito clínico cierto en la utilización de células estaminales embrionales clonadas incluso en la experimentación con animales. La labor que haría seguro experimentar de esta manera en seres humanos podría llevar mucho tiempo, y estos obstáculos puede que nunca se superen.

Más aún, la distinción que a veces se quiere trazar entre clonación reproductiva y la terapéutica es engañosa. Ambas implican el mismo proceso técnico de clonación y difieren sólo en el objetivo. Las dos formas de clonación implican falta de respeto por la dignidad del ser humano. De hecho, desde un punto de visto antropológico y ético, la llamada clonación terapéutica, al crear embriones humanos con la intención de destruirlos, incluso si se emprende con el objetivo de ayudar posiblemente a enfermos en el futuro, es claramente incompatible con el respeto de la dignidad del ser humano, porque hace de una vida humana nada más que un instrumento de otra.<br>
Además, dado el hecho de que los embriones clonados serían indistinguibles de embriones creados por fertilización in vitro y podrían fácilmente ser implantados en úteros y llevados al nacimiento, creemos que sería prácticamente imposible imponer un instrumento que permitiera un tipo de clonación y prohibiera el otro.

Si la investigación en células estaminales adultas ya ha demostrado condiciones de éxito y no plantea cuestiones éticas, es razonable que se prosiga con ella antes de que la ciencia se embarque en la clonación de embriones como fuente de células estaminales, algo que sigue siendo problemático tanto científica como éticamente.

¿Significa que nos oponemos al progreso científico? Más bien diríamos que la elección no es entre ciencia y ética, sino entre ciencia que es éticamente responsable y ciencia que no lo es. Miles de vidas han sido salvadas por células estaminales adultas, la mayor parte en el tratamiento de leucemia y otros tipos de cáncer. Fundamentada evidencia científica ha establecido que los trasplantes de células estaminales adultas son seguros, y los resultados preliminares sugieren que podrán ayudar a personas con enfermedad de Parkinson, lesiones medulares, daños cardíacos y muchas otras situaciones. El peligro es que este progreso hacia los tratamientos se detenga o reduzca su marcha por desviar la atención y los recursos hacia la clonación de seres humanos como una fuente potencial de células estaminales.

Señor presidente: mi delegación quería concluir sus observaciones con dos indicaciones finales. En primer lugar, este Comité y la Asamblea general parece ser el forum adecuado para nuestras deliberaciones, en cuanto a que las cuestiones que giran en torno a la clonación de embriones humanos no conocen fronteras geográficas, culturales o temporales. Pero lo que es más importante, la materia de esta particular búsqueda científica afecta a la naturaleza y existencia de la vida humana en sí misma. Por lo tanto un cuerpo que es supranacional tiene el alcance adecuado para abarcar toda la amplitud de esta cuestión. Este tema –de interés vital para la raza humana en el presente y en el futuro— bien pertenece a este cuerpo universal.

En segundo lugar, estamos convencidos de que el tema de la clonación de embriones humanos se puede afrontar mejor con instrumentos jurídicos, ya que el papel del derecho es esencial para la promoción y protección de la vida humana. Es con el papel de la ley, basada en la justa razón, como las sociedades pueden regular adecuadamente lo que parezca desafiar nuestras nociones fundamentales de vida humana y dignidad. En este contexto, señor presidente, mi delegación ha basado el documento informativo, al que se ha hecho referencia, en la lógica de la justa razón y no en creencias religiosas.

En conclusión, la Santa Sede está convencida del acierto de un instrumento jurídico internacional que de forma exhaustiva prohíba la clonación de embriones humanos.

Gracias, señor presidente.

[Traducción del original inglés realizada por Zenit]