JERUSALÉN, martes, 2 noviembre 2004 (ZENIT.org–Veritas).- El delegado apostólico en Jerusalén considera que la reanudación de las peregrinaciones a Tierra Santa es decisiva para acabar con el éxodo de los cristianos.
El arzobispo Pietro Sambi, analizó ante un grupo de periodistas españoles llegados a Jerusalén con motivo de la peregrinación institucional organizada por la Conferencia Episcopal Española, la situación actual en Tierra Santa,
especialmente para la pequeña comunidad cristiana local.
«Los cristianos en Tierra Santa son una pequeña minoría, solamente el 2% de la población. Se sienten minoría frente a la gran mayoría judaica, y a la gran mayoría musulmana», afirma.
«Al inicio de la segunda Intifada, los judíos del mundo se organizaron para ayudar a los judíos de aquí. Los musulmanes del Golfo y de otras partes del mundo se organizaron para ayudar a los musulmanes de aquí. Los cristianos desaparecieron, y los pocos cristianos de aquí tuvieron la impresión de ser
abandonados por el resto de sus hermanos», constata.
«Vinieron ayudas materiales de muchas otras partes del mundo, con las cuales fue posible ayudar a las escuelas a sobrevivir, y a los centros médicos seguir dando sus servicios, pero ha faltado algo, la presencia de los cristianos», añade.
«Mire, yo no tengo miedo por los lugares santos –confiesa–. Para decirlo de una manera un poco brutal, llevan demasiado dinero al país, y serán respetados. Pero estos lugares santos serán lugares vivos, que ayuden a vivir, mientras haya una comunidad alrededor de ellos que cree, que ama y que espera. Sin esa comunidad, los lugares santos serían fríos museos, y no más lugares de vida».
«La peregrinación es la manera más completa para ayudar a los cristianos de aquí, a la Iglesia madre de Jerusalén y de Tierra santa», asegura.
«En primer lugar –sigue diciendo–, es una ayuda espiritual, psicológica, humana. Los cristianos de aquí miran a los peregrinos mucho más que éstos a aquellos, y esta presencia de los peregrinos les hace decir, aquí somos pocos, pero mira, cuantos hermanos y hermanas de muchas partes del mundo vienen aquí, todos somos parte de una gran familia, la familia de los discípulos de Cristo. Es una ayuda moral, humana, de primera categoría».
«Junto a eso está también la ayuda material –concluye–, porque la mayoría de los cristianos de Tierra Santa se han especializado en el servicio a los peregrinos: transporte, guías, hoteles, restaurantes, tiendas de recuerdos etc. Y cuando hay peregrinos hay también una ayuda a las familias cristianas de aquí».