CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 5 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ve en el avance de las sectas, las consecuencias negativas de la globalización, las ideologías que atacan a la familia, los derechos humanos, o las diferencias entre ricos y pobres, algunos de los desafíos más apremiantes para la Iglesia católica en el continente americano.

El pontífice analizó al mismo tiempo los recursos con los que cuentan las comunidades eclesiales en ese área, en el que se encuentran la mitad de los católicos del mundo, al repasar este viernes la aplicación de las conclusiones del primer sínodo de obispos de América, celebrado en Roma del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997.

Las conclusiones de aquella cumbre eclesial continental fueron recogidas por el Santo Padre en a exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America que él mismo promulgó en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México, el 22 de enero de 1999.

El obispo de Roma hizo el balance al recibir en audiencia a los cardenales y obispos que han participado en la novena reunión del Consejo Postsinodal surgido de aquel encuentro.

«Entre los desafíos del momento actual, además de la acción nefasta de las sectas, tienen que mencionarse otras dificultades, como por ejemplo las consecuencias negativas de la globalización, especialmente cuando se atribuye un valor absoluto a la economía», afirmó el Papa al ilustrar su análisis en italiano.

Su análisis continuó haciendo referencia a «la creciente urbanización, con el inevitable desarraigue cultural; el comercio y el consumo de droga; las modernas ideologías que consideran como superado el concepto de familia fundada en el matrimonio; la progresiva diferencia entre ricos y pobres; las violaciones de los derechos humanos; los movimientos migratorios y el complejo problema de la deuda externa».

«Y, ¿qué decir de la cultura de la muerte, que se expresa de diferentes maneras, como la carrera a los armamentos, la execrable práctica de la violencia desencadenada por la guerrilla y el terrorismo internacional?», siguió preguntándose.

El pontífice pasó a enumerar los «recursos» con los que cuenta «el pueblo cristiano» en el continente americano para afrontar estos desafíos.

«Ante todo --explicó--, puede contar con la fe, don que no sólo ha formado la identidad cristiana del continente, sino que a través de la historia se ha manifestado en los principios y en los ideales morales que han nutrido la cultura de sus pueblos».

«Mucho queda todavía por hacer por consolidar la identidad cristiana del continente --reconoció--. Si de hecho el catolicismo predomina en América Latina, en los demás países es más consistente la presencia de las demás confesiones cristianas».

«Esta diversidad, si se vive en la caridad que hermana, será estímulo para el diálogo ecuménico, sin que esto debilite "la firme convicción de que sólo en la Iglesia católica se encuentra la plenitud de los medios de salvación establecidos por Jesucristo"» («Ecclesia in America», 73).

«Otro gran don que ha suscitado la gracia divina en América es la piedad popular, profundamente arraigada en sus diferentes naciones --siguió enunciando--. Esta característica peculiar del pueblo americano, si es convenientemente orientada, purificada y enriquecida con los elementos genuinos de la doctrina católica, podrá convertirse en un instrumento útil para ayudar a los creyentes a afrontar de manera adecuada los desafíos de la secularización».

«Por último, la Iglesia en América se ha enriquecido con el don de una peculiar sensibilidad social, especialmente hacia los pobres, que se manifiesta en una profunda solidaridad entre las personas y los pueblos», explicó.

«Recuerdo que precisamente los padres sinodales de la Asamblea General para América indicaron la oportunidad de preparar un "Catecismo de la Doctrina Social Católica", sugerencia que quise acoger en la exhortación apostólica postinodal y que recientemente ha sido realizado por el Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz con la publicación del "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia"».

De los 1.070 millones de católicos que hay en el mundo, 535 millones viven en el continente americano.