CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 4 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II condenó este jueves la actual «violencia sin sentido» y alentó el establecimiento la democracia en Irak, al recibir en audiencia al primer ministro iraquí, Iyad Alaui.

En el encuentro, al que el representante iraquí había dado en las vísperas una gran importancia, el Santo Padre pidió que sean respetadas las minorías religiosas en el país, en particular, la cristiana.

«Estoy muy contento de darle la bienvenida al Vaticano y de asegurarle mi continua cercanía al pueblo iraquí, tan probado por los trágicos sufrimientos de los años recientes», comenzó diciendo el Santo Padre en el breve discurso que dirigió a Alaui y a sus acompañantes.

«Rezo por todas las víctimas del terrorismo y de la violencia sin sentido, por sus familias, y por todos aquellos que generosamente trabajan por la reconstrucción de su país», añadió el Santo Padre hablando en inglés.

«Quiero alentar los esfuerzos realizados por los iraquíes para establecer instituciones democráticas que sean realmente representativas y que estén comprometidas en la defensa de los derechos de todos, en el total respeto de la diversidad étnica y religiosa, que siempre ha sido fuente de enriquecimiento para vuestro país», indicó.

«Estoy seguro de que la comunidad cristiana, presente en Irak desde los tiempos apostólicos, ofrezca su propia contribución al crecimiento de la democracia y a la construcción de un futuro de paz en la región», explicó.

Poco antes, el Papa y el representante iraquí habían mantenido un encuentro privado de unos diez minutos en la biblioteca privada del Santo Padre.

El mandatario presentó a su séquito, del que formaban parte su esposa, Thana Alaui, y el ministro para la Planificación y el Desarrollo, Mahdi A. Hafedh; el ministro para los Derechos Humanos, Bikhtiar Amin; y el ministro de Estado, Wael Al Fadel.

A continuación, el primer ministro y sus más cercanos colaboradores mantuvieron un encuentro de trabajo con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, según reveló posteriormente un comunicado publicado por Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede.

Participaron, además, el arzobispo Giovanni Lajolo, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados; monseñor Pietro Parolin, subsecretario para las Relaciones con los Estados; así como dos oficiales de la Secretaría de Estado, los monseñores Franco Coppola y Joseph Murphy.

«En estos coloquios se profundizaron diferentes aspectos de la situación en Irak, las perspectivas de pacificación y reconciliación que permitan sanar las profundas heridas del pasado, y las consecuencias para la paz en la región», aclara el texto.

«Se analizó también la necesidad de asegurar plena libertad religiosa y la contribución que la comunidad cristiana puede ofrecer a la reconstrucción moral y material del país», añade Navarro-Valls.

El portavoz subraya que «el primer ministro deploró los ataques sufridos por algunas iglesias cristianas, asegurando, por parte del gobierno, la voluntad de restaurarlas».

Antes de llegar al Vaticano, Alaui hizo en una rueda de prensa un llamamiento para que se impliquen en la reconstrucción de Irak los gobiernos que hasta ahora habían sido ajenos al conflicto.

«A los países que se han contentado con el papel de espectadores en la cuestión iraquí», dijo tras encontrarse con Silvio Berlusconi, primer ministro italiano, «me dirijo para construir un Irak mejor, un país determinado a volver a la comunidad internacional y a hacer volver la comunidad internacional hacia sí».

Iyad Alaui, de origen chií, nacido en 1945, fue nombrado primer ministro del gobierno de transición el 28 de junio. Médico neurólogo y hombre de negocios, había desempeñado un papel importante en la disidencia iraquí en el extranjero, en particular en Gran Bretaña. En esos años, mantenía relaciones con los servicios secretos estadounidenses y de otros países.