ROMA, martes, 2 noviembre 2004 (ZENIT.org).- La constitución dogmática «Lumen gentium» del Concilio Vaticano II, cumplirá el próximo 21 de noviembre cuarenta años desde su promulgación por parte del Papa Pablo VI.

Para comprender mejor la manera en que se redactó este documento, Zenit ha entrevistado al padre Peter Gumpel S.I., quien junto al padre Paolo Molinari S.I., vivió día a día el nacimiento de este decisivo documento conciliar.

--¿Cómo quedó involucrado en la redacción del documento?

--El Papa Pablo VI me ofreció la posibilidad de formar parte de la Comisión más elevada del Concilio, pero trabajando en estrecha colaboración con el padre Paolo Molinari, que ya había sido nombrado. Rechacé el ofrecimiento, explicando que había otras labores que sacar adelante en la Curia de la Compañía de Jesús y que no era posible el que ambos participáramos en las sesiones, que tenían lugar todos los días, incluidos el sábado y el domingo.

Además, era evidente que el padre Molinari necesitaría ayuda, y fue así como nos dividimos el trabajo. Él participaba en el Concilio, yo estudiaba y profundizaba en los documentos a los que el pontífice me concedió acceso. Pasé muchos días de estudio en las bibliotecas para profundizar los puntos más delicados del debate y para ofrecer documentos al padre Molinari.

--¿Cuál fue la importancia que tuvo la «Lumen gentium» en el Concilio Vaticano II y cuáles son los argumentos que afronta?

--Gumpel: La «Lumen gentium» es una constitución dogmática, un documento del más elevado nivel del Magisterio ordinario y del Concilio, aunque al final no pronuncia ninguna definición dogmática nueva.

Sobre cada uno de los capítulos de la Constitución dogmática tuvieron lugar discusiones. Los dos primeros capítulos son sumamente profundos: presentan la naturaleza de la Iglesia desde una perspectiva escatológica y también como Pueblo de Dios en camino. El problema era que el Papa Pío XII, que había preparado un posible Concilio, tenía previsto subrayar el aspecto de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo.

En la discusión, según refiere el comentario oficial de estos dos primeros capítulos, se dijo que al considerar la naturaleza intrínseca de la Iglesia no hay una afirmación más válida que la de Iglesia en camino escatológico hacia el cielo.

Más tarde, algunos dijeron que esta definición no estaba en acuerdo con la doctrina de Pío XII sobre el Cuerpo místico. Pero no hay motivo de preocupación, pues por lo que se refiere a la estructura interna de la Iglesia, no hay un concepto más válido que el cuerpo místico de la Iglesia.

--Según algunos, las discusiones más intensas tuvieron lugar sobre la colegialidad de los obispos y sobre el papel del Papa...

--Gumpel: Sí, así fue. Se trata del capítulo tercero de la «Lumen gentium», sobre la colegialidad de los obispos y el papel del pontífice en el gobierno de la Iglesia.

--Ciertamente los obispos tienen que tener una responsabilidad no sólo ante su diócesis, sino también ante toda la Iglesia. Pero, ¿cómo se ejerce esta responsabilidad?

--Gumpel: La fórmula es clara «con y bajo Pedro» («cum et sub Pietri»). Pero las fórmulas que se presentaron en un primer momento no eran suficientemente claras y de hecho 18 cardenales y los superiores generales de varias órdenes religiosas escribieron al Papa para que se evitarán las ambigüedades.

Se quejaron con el Papa para decir que era necesario añadir aclaraciones, pues el texto era genérico y daba pie a dos interpretaciones diferentes.

En un primer momento, Pablo VI no dio mucha importancia estas críticas. Pero más tarde, precisamente antes de que se votara la redacción del tercer capítulo, el Papa se dio cuenta de que ciertas ambigüedades habrían podido dar pie a confusión en el papel del pontífice y por este motivo introdujo la «Nota previa».

--¿De qué se trata?

--Gumpel: El Papa se dio cuenta de que era muy peligroso promulgar un documento de esta importancia en el que el papel del pontífice con respecto a los demás obispos era poco claro. De esta preocupación nació la idea de una «Nota previa» con la que, si bien tenía en cuenta la discusión del Concilio, confirmaba las enseñanza magisteriales sobre esta materia.

--¿Se dieron discusiones también sobre los capítulos que hacen referencia a la santidad y a la vida religiosa?

--Gumpel: Ciertamente, hubo un gran debate.

En el capítulo quinto, se habla de la llamada a la santidad. ¿Qué es la santidad? ¿La santidad es igual para todos o hay diferencias, incluso esenciales, en la llamada a la santidad?

No hay duda de que existe una llamada general a la santidad, pero se corría el riesgo de quitar importancia al compromiso de la vida sacerdotal y religiosa.

Es evidente que todos están llamados a la santidad, que significa la unión con Cristo, pero hay diferencias según el estado de vida de la llamada.

Otro punto que suscitó un enorme debate fue el problema «exención» de los religiosos, es decir, si éstos debían responder a su superior general o al obispo.

En el Concilio de Trento ya se había discutido sobre este tema. Un obispo canadiense dejó una memoria escrita en la que afirmaba que, en la Iglesia, el ministerio más importante es el parroquial. Según su punto de vista, había que dejar que los religiosos se formaran en su familia religiosa y que, en el momento de su ordenación sacerdotal, fueran sustraídos a sus superiores para ponerse exclusivamente bajo la jurisdicción de los obispos. En caso de que se enfermaran o se hicieran ancianos, entonces podrían regresar a su congregación. Obviamente los religiosos se rebelaron, sosteniendo su exención [de dependencia del obispo ndr.]. Es verdad que se daban problemas en las misiones, pues los superiores podían dar destinos a sus propios miembros sin tener que consultar al obispo. En todo caso, la solución no podía ser la de abolir la «exención», sino la de favorecer una mayor unidad entre las dos autoridades.

--¿Y cómo apareció el capítulo de la «Lumen gentium» dedicado a María?

--Gumpel: El Papa Juan XXIII quería una constitución dogmática sólo sobre la Virgen María y una sobre los santos, mientras que en el Concilio había personas que pensaban que se daba demasiado peso a la mariología. Se dio una fuerte discusión. Se convocó una votación y venció la posición de quien quería introducir el capítulo sobre María en la «Lumen gentium», con una diferencia de 50 votos de un total de 2000.

Lo mismo sucedió con los santos. Juan XXIII había pedido que se preparara una constitución especial sobre el culto de los santos, pues estaba muy preocupado por la manera en la que estaba disminuyendo. Por este motivo, encomendó al padre Molinari la publicación de un libro en vísperas del Concilio. El título del libro fue «Los santos y su culto» y fue publicado en 1962 en varios idiomas.

Una vez que se decidió que el apartado dedicado a María se introdujera en la «Lumen gentium»¸ también se incluyó el de los santos.

--Hoy día, muchos ven el Concilio Vaticano II como un enfrentamiento entre conservadores y progresistas. ¿Qué opina usted?

--Gumpel: La prensa ejerció una fuerte presión sobre el Concilio. Es verdad, que algunos sectores tenían posiciones tradicionales y otros posiciones muy avanzadas, pero hay que evaluar caso por caso.

Algunos expertos del Concilio y algunos obispos refirieron a la prensa relaciones unilaterales. Los medios de comunicación los citaron sin tener en cuenta o sin saber que había otras posiciones, y esto tuvo mucha influencia sobre la opinión pública.

El Concilio Vaticano II es el primero en el que entraron los medios de comunicación social, y esto es algo que se ha infravalorado.

La oficina de prensa no valoró suficientemente la influencia de la prensa para orientar a la opinión pública en una dirección que no correspondía con la verdad de la discusión.

Los criterios de selección de los medios de comunicación estaban condicionados por el sensacionalismo, no comprendían cómo se desarrolla un Concilio ni cómo se discute en la Iglesia.

A la prensa le interesaba poco saber la doctrina del Concilio de Trento, la del Concilio Vaticano I, el magisterio de Pío XII... Se interesaba sólo por cosas que podían parecer escandalosas o sensacionales, y de este modo crearon una situación totalmente irreal.

Además, nos encontrábamos a la mitad de los años sesenta: eran tiempos de tormenta, y los medios de comunicación quisieron dar la idea de que la Iglesia se adaptaba cada vez más a lo que estaba sucediendo en la sociedad. De este modo, quien defendía posiciones poco ortodoxas contaba con el apoyo de la prensa.