VALLADOLID, jueves, 18 noviembre 2004 (ZENIT.org-Veritas).- El arzobispo de Valladolid constató este jueves las presiones que tienen lugar en estos momentos en España para tratar de dividir a la Iglesia.

Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, ¬que es también el presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar¬, llega a esta conclusión en una carta pastoral dedicada a profundizar en los frutos del Congreso de Apostolado Seglar, celebrado el pasado fin de semana en Madrid.

Basándose en las palabras del presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el arzobispo Stanislaw Rylko, monseñor Rodríguez Plaza cree que «el retrato del cristiano laico estaría incompleto si el seglar no tuviera un fuerte sentido
de pertenencia a la Iglesia».

«El peligro real es que quieran hacer de nosotros dos Iglesias: una, la de la jerarquía; otra, la de los laicos o de los cristianos "progresistas". Eso, además de ser falso, es malintencionado y estúpido, pero se dice y se propaga, porque algo queda», afirma.

El prelado considera esta desviación como «un peligro real en muchos cristianos incautos o imprudentes», y sostiene que «somos la única Iglesia, en la que hay fieles laicos ¬los más¬ y una parte de obispos, sacerdotes y consagrados, con vocación especial, pero del mismo Pueblo».

Según monseñor Rodríguez Plaza, «uno de los desafíos que la sociedad postmoderna lanza a la Iglesia» es precisamente «cómo fomentar en los cristianos el sentido de la pertenencia eclesial, premisa indispensable para todo proceso de educación y formación en la fe».

Para el arzobispo, «los cambios que están marcando la tendencia espiritual de nuestro continente exigen que la presencia de los cristianos y su testimonio tengan que ser tales que su voz resuene en el inmenso areópago de la Europa de hoy, que está perdiendo su alma»".

«Hoy más que nunca se necesitan cristianos coherentes, con una fuerte conciencia de su vocación y de su misión, que no se hagan "invisibles", en cuanto cristianos» y que posean «la audacia de ser verdaderamente levadura, sal de la tierra y luz del mundo».

«Aunque seamos minoritarios --dice parafraseando a monseñor Rylko-- también es mínima la sal en la comida o la levadura en la masa, pero dan sabor y fermentan».