Signos de esperanza en el «vía crucis» de Paraguay, constatan sus obispos

Al término de su 172ª Asamblea Plenaria

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ASUNCIÓN, viernes, 12 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Los signos de esperanza que se detectan en Paraguay en medio del «vía crucis» que atraviesa permiten concebir la posibilidad de cambios, pero «es necesario emprender acciones inmediatas y concretas», alertaron los obispos del país al término de su 172ª Asamblea Plenaria.

Firmado por todos los prelados de Paraguay, el mensaje difundido al término del encuentro constata la gravedad de la situación de la nación, aún conmocionada por el incendio que el pasado verano segó la vida de más de 400 personas en el supermercado de Ycua Bolaños.

«El aumento de la pobreza y la miseria», «el aumento de la violencia y la criminalidad» sigue causando un «vía crucis» «dramático y doloroso» en el país, reconoce el episcopado, denunciando «respuestas insuficientes por parte de los organismos del Estado».

«Cabe exigir mayor responsabilidad y manejo institucional de los asuntos públicos al titular del Poder Ejecutivo» –alerta–; el Legislativo «debe asumir una actitud mucho más responsable y activa para proponer proyectos de leyes que den respuestas a las necesidades y aspiraciones de la sociedad», mientras que «los cambios en el Poder Judicial no han mejorado la Justicia», cuya «credibilidad y eficacia» «se debilita por continuos escándalos de corrupción, de nepotismo, de tráfico de influencias, de extorsión».

Además, recuerdan los obispos paraguayos en su texto –fechado del 5 de noviembre pasado– que «los conflictos por la tierra, cada vez más acentuados y graves, exigen del gobierno la urgente aplicación de una política viable de Reforma Agraria integral que no se reduzca a la simple repartición de tierras».

«Ante la multiplicidad de problemas que parecen desbordarnos, los obispos exhortamos a mantener incólume la esperanza, apoyada no sólo en nuestras débiles fuerzas, sino en el poder de Dios que acude en auxilio de su pueblo en las horas más aciagas», dice el mensaje.

Y es que «la esperanza es necesaria y posible», es una «virtud activa que mueve y anima para la acción aquí y ahora», y que además, en el contexto actual del país, tiene razones en su origen, según reconocen los prelados.

«En el marco de una democracia hay libertad de prensa y de expresión, hay libertad de organización y oportunidad de participación –recuerdan–. En este sentido, percibimos una acelerada voluntad de organizarse dentro de la sociedad civil».

También «van surgiendo algunos dirigentes, de diferentes grupos políticos y movimientos, que ya creen seriamente en la posibilidad del cambio de la situación del país –constatan– y crece en la ciudadanía la conciencia de que la corrupción es un grave mal que no debe continuar».

«En este tiempo ha aumentado considerablemente la conciencia del valor fundamental de los derechos humanos» –añaden–, del «valor de la ecología y el cuidado del medio ambiente» y «la instalación de amplios espacios de encuentro y de diálogo de diversos sectores de la sociedad».

Además la razón de la esperanza de Paraguay está en su «rostro joven»: el 66% de la población tiene menos de 30 años, lo cual representa «una enorme potencialidad esperanzadora que nos desafía a la creación de nuevas estructuras, espacios de participación y oportunidades», dicen los obispos.

Pero hay que «emprender algunas acciones inmediatas y concretas» para lograr una «sociedad mejor» y un «país diferente», cosa que «supone y exige el compromiso, el esfuerzo» y la aportación de todos, exhortan.

Señalan ante todo la urgencia de que «los poderes públicos diseñen e implementen un proyecto serio de país, para dar respuesta a los graves problemas y conflictos sociales relacionados con la tenencia y el uso de la tierra, y con la pobreza en general», además de apuntar a la necesidad de «una profunda renovación de nuestra clase política» que esté «a la altura» de los retos actuales.

«El gobierno –prosiguen– debe crear las condiciones para una reactivación de la economía nacional» y se debe enfrentar «con urgencia y seriedad el problema de la seguridad ciudadana».

Igualmente urgente es para los obispos de Paraguay la atención de las «necesidades básicas de sanidad y nutrición» de la niñez necesitada «con la creación de un «fondo» común de parte del Estado».

Y «dada la población mayoritariamente joven del país –recuerdan–, es necesaria una política de Estado que contemple y privilegie consecuentemente esta fuerza poblacional» «facilitando las condiciones psicosociales competentes e inherentes al joven, como la necesidad de identidad y referencialidad, espacios apropiados, oportunidades de participación, entre otros».

«La Iglesia pide a los cristianos que colaboren en el cambio de las estructuras injustas; comuniquen valores cristianos a la cultura en que viven y, conscientes de los adelantos obtenidos, cobren ánimo para seguir contribuyendo a perfeccionarlos», concluyen.

La población de Paraguay, de 6 millones de personas, es en un 85,6% católica.

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ZENIT Staff

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