ROMA, lunes, 22 noviembre 2004 (ZENIT.org) El padre Giandomenico Mucci S.I. alerta en un artículo publicado en la última edición del la «Civiltà Cattolica» ante la creciente mentalidad anticlerical y el conformismo que encuentra por respuesta.
El sacerdote la describe con palabras de brutal sinceridad prestadas de Richard Rorty: «El anticlericalismo es una visión política, es la idea de que las instituciones eclesiásticas, a pesar de todo el bien que hacen, son peligrosas para la salud de las sociedades democráticas».
Al mismo tiempo, el experto de asuntos eclesiales reconoce que ante esta «mentalidad» «en general se guarda silencio».
Mucci pertenece al colegio de escritores de la «Civiltà Católica», revista quincenal cuyos borradores son revisados por la Secretaría de Estado del Vaticano.
En su artículo precisa que «la laicidad es un valor positivo, reconocido por la Iglesia cuando significa la autonomía de la esfera civil y política de la religioso-eclesiástica», y la justifica con tres principios: «el carácter inseparable entre política y moral; la separación entre sociedad política y comunidad religiosa; la exclusión del agnosticismo o ateísmo de Estado».
«La laicidad está íntimamente ligada con el pluralismo, que es la consecuencia inmediata de la libertad», explica.
«Por su parte, la Iglesia lo único que hace es mostrar la preocupación de no confundir la pluralidad de las opciones legítimas, culturales y políticas, con el pluralismo en cuestión de principios morales o de los valores sustanciales de la conciencia cristiana», indica.
El padre Mucci distingue entre laicidad y laicismo, citando al intelectual Claudio Magris, premio Príncipe de Asturias 2004 de Letras, y califica a este último de corriente intolerante típica de ambientes de la burguesía –media o alta– por las creencias religiosas o sus valores sobre la vida.
Explica que el laicismo no es «monolítico» y reconoce que hay muchas diferencias en su seno, citando por ejemplo las diferentes concepciones laicistas en Francia –«interpretación que se basa en una visión atea y agnóstica del mundo»– o en Italia –que «desprecia doctrinas y opiniones del mundo católico»–.
El artículo cierra con un interrogante: «¿está en la puerta una nueva forma de despotismo?».