Exhortando a la evangelización, el cardenal Sepe alienta a los católicos birmanos

En su vista pastoral al país del sudeste asiático, Myanmar

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YANGON, jueves, 25 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Una invitación a vivir la responsabilidad evangelizadora y a la fidelidad a la identidad cristiana ha lanzado a los católicos birmanos el prefecto del dicasterio misionero en su vista al país del sudeste asiático donde, aunque la práctica religiosa está garantizada, la Iglesia tiene una libertad limitada en su servicio a la nación debido al control del régimen en el poder.

Myanmar (ex Birmania), Tailandia, Laos y Camboya son las etapas de la visita pastoral que el cardenal Crescenzio Sepe inició el pasado sábado para reunirse con las comunidades católicas locales.

En la catedral de Santa María, en la capital de Myanmar, Yangon (ex Rangún), el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos celebró el sábado la Eucaristía por la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, quien es «el fundamento y centro de la historia de los pueblos y de cada persona», recordó.

La fiesta «nos recuerda que debemos permanecer fieles y humildes en el seguimiento de Cristo. Él nos guía al reino de paz y justicia donde Dios lo será todo en todos. Ésta es nuestra vocación y nuestro compromiso de cristianos», afirmó.

En la Misa que celebró el domingo, junto a varios obispos, en la catedral del Sagrado Corazón en Mandalay, el cardenal Sepe reconoció que «la humanidad de este nuevo Milenio necesita descubrir que Cristo es su Salvador».

«Esto es lo que, como fieles cristianos, tenéis que llevar con renovado ánimo a vuestros hermanos y hermanas –dijo a los fieles–. Tenéis un papel esencial e insustituible en esta proclamación y testimonio».

El purpurado recordó asimismo la participación de los laicos, en virtud del bautismo y de la confirmación, en la misión profética de Cristo y su particular vocación a construir el Reino de Dios comprometiéndose en la animación cristiana de las realidades temporales.

«Queridos hermanos y hermanas, manteneos firmes en vuestra identidad cristiana –pidió–, sed heraldos y misioneros en vuestra vocación como testigos de Cristo en la sociedad dónde vivís, proclamando el Evangelio de la Salvación a todos».

En su homilía el prefecto del dicasterio misionero subrayó que el Año de la Eucaristía constituye una gran oportunidad «para reflexionar sobre este gran don de Cristo mismo al mundo»: «Su presencia real en la Eucaristía nos recuerda que Cristo Rey está todavía hoy con nosotros como razón de nuestra esperanza, fuente de firmeza para nuestros corazones, fuente de nuevo celo y señal del triunfo de la civilización del amor», insistió.

«Conocemos los problemas y las dificultades de todo tipo que os encontráis cada día y también conocemos el entusiasmo y la dedicación que ponéis en vuestro apostolado», dijo el purpurado a religiosos y religiosas de diversas congregaciones, todas comprometidas en el pastoral en Myanmar, que participaron el lunes en la Misa en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Yangon.

Refiriéndose a la evangelización, el cardenal Sepe recordó que esta labor requiere «mucho ánimo, prudencia, perseverancia y reflexión», y que los religiosos están llamados en particular, a trabajar por el desarrollo humano a través de la educación, la asistencia sanitaria y otras actividades sociales.

«Estáis llamados a servir sobre todo a los pobres, los marginados, abandonados. Todos estas formas de apostolado son percibidas como señalas poderosas de la fecundidad del Evangelio», reconoció.

Llevando el cariñoso saludo y la bendición del Santo Padre, el purpurado se reunió el martes con los seminaristas del seminario mayor de San José en Yangon, a quienes aclaró algunos aspectos de la vocación al sacerdocio y alertó que sin una profunda formación espiritual, la vida del sacerdote está destinada al fracaso.

Constatando que en Myanmar hay una muchedumbre inmensa que nunca ha oído la Buena Nueva ni ha recibido los Sacramentos, el cardenal Sepe exhortó a los seminaristas a profundizar en la dimensión misionera de la Iglesia: «Como futuros sacerdotes tenéis que ser conscientes de esta responsabilidad», puntualizó.

Luces y sombras en el país asiático

El anuncio del Evangelio en Birmania se remonta a la llegada de los misioneros portugueses en el siglo XVI. En el siglo XVIII comenzó oficialmente la misión en el país, que en el siglo XIX se «subdividió» en tres circunscripciones entre la Sociedad de las Misiones al Extranjero de París (MEP) y el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME).

Actualmente, los fieles católicos son 602.000 distribuidos en doce diócesis. Hay 17 obispos, 533 sacerdotes diocesanos, 24 sacerdotes religiosos, cerca de un centenar de religiosos no sacerdotes y casi 1.400 religiosas, mientras que la cifra de misioneros laicos se acerca al medio millar; cuenta el país con casi 3.400 catequistas y 334 seminaristas mayores.

Con una población aproximada de 48 millones de habitantes, en Myanmar más del 72% es budista, animista el 12,6%, los cristianos superan el 8% y los musulmanes representan el 2,4%, según datos de «Fides». El país está sembrado de miles de pagodas y templos budistas de todas las épocas y dimensiones.

En una visita el pasado julio a la obra de derecho pontificio «Ayuda a la Iglesia Necesitada», el obispo de Hakha –en la frontera con la India–, monseñor Nicholas Mang Thang, reconoció que la Iglesia en Myanmar «progresa en todos los aspectos, especialmente en las vocaciones»: al menos 1.300 estudiantes se forman con vistas al sacerdocio en todo el país, donde los fieles están muy unidos a sus obispos.

La comunidad cristiana es también activa desde el punto de vista social: administra escuelas, dispensarios, hospitales, sobre todo en las áreas remotas y gracias al auxilio de las congregaciones religiosas. La Iglesia también asiste a pobres y refugiados.

Aunque la práctica religiosa esté garantizada, la Iglesia en todo caso tiene una libertad limitada en su servicio a la nación debido al control del régimen en el poder.

Igualmente los movimientos de los obispos están limitados, pero las ordenaciones episcopales y sacerdotales no sufren interferencias gubernativas.

Myanmar se encuentra bajo el gobierno de una Junta militar de carácter hereditario desde hace más de cuatro décadas. El pasado 19 de octubre fue nombrado nuevo primer ministro el general Soe Win, pero es el general Than Shwe quien encabeza el gobierno del país.

Aclara la agencia del PIME –«AsiaNews»– que se considera que Soe Win respalda la línea dura contra el movimiento democrático de la disidente Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz. El partido de esta líder política, la Liga nacional por la democracia, ganó las elecciones en 1990, pero un golpe de Estado militar anuló la votación.

La organización de derechos humanos con sede en Noruega, «Forum 18», se ha hecho portavoz en un informe de la sistemática violación de la libertad religiosa en Myanmar por parte del régimen militar en el gobierno, un fenómeno que afecta a cristianos, musulmanes y en algunos casos a budistas.
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ZENIT Staff

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