MÉXICO D.F., martes, 9 noviembre 2004 (ZENIT.org-El Observador).- Los obispos de México buscan en estos días maneras para renovar las estructuras de colegialidad y relanzar así el dinamismo pastoral de la Iglesia católica en el país.
Es el argumento de la Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), que fue inaugurada este lunes, con la participación de los cardenales mexicanos; del arzobispo Francesco Monterisi, secretario de la Congregación para los Obispos, del nuncio apostólico en México; el arzobispo Giuseppe Bertello, así como de la mayor parte de los 148 obispos del país.
El encargado de pronunciar la homilía de la misa de inauguración, celebrada en la Basílica de Guadalupe, fue el obispo de León y presidente de la CEM, monseñor José Guadalupe Martín Rábago.
Tanto en su intervención como en la información previa, se ha dejado en claro que esta cita de los obispos mexicanos tiene el objetivo de reestructurar a la CEM y adaptarla a las nuevas exigencias pastorales del país que cuenta con el segundo lugar en número de católicos de todo el mundo.
El documento base sobre el cual estarán trabajando los obispos mexicanos es la exhortación postsinodal «Pastores Gregis», fruto del Sínodo que sobre el ser y la misión de los obispos se celebró en Roma durante el mes de octubre de 2001.
Los obispos, como sucesores de los apóstoles, tienen que seguir el camino de la misión en cada tiempo y lugar.
«Donde hay un cristiano maduro en la fe --dijo el obispo Martín Rábago-- hay una floración de obras maravillosas. Un verdadero hombre de fe es, en todas partes, una verdadera fuerza espiritual».
«El Santo Cura de Ars decía a un obispo que para transformar su diócesis bastaba poner a un párroco santo en cada parroquia. Para transformar nuestras diócesis es necesario que nosotros obispos crezcamos en esa fe que contagia, que pone en movimiento fuerzas dormidas y despiertas iniciativas y creatividad pastoral en todos, pero especialmente en nuestros sacerdotes y agentes comprometidos», agregó el prelado.
La temática de los trabajos de la 78 Asamblea Episcopal mira a profundizar los últimos documentos del magisterio eclesiástico relacionados con el magisterio episcopal: La Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» «Apostolos Suos» del Papa Juan Pablo II; la Exhortación Apostólica post sinodal «Pastores Gregis» y el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores» elaborado por la Congregación para los obispos.
La amplitud de la materia ha impulsado a los obispos mexicanos a ceñirse a un aspecto particular, considerado de singular importancia y presente de diferentes maneras en los tres documentos antes mencionados: el significado de la comunión episcopal y sus implicaciones concretas en el ámbito de las estructuras de la Conferencia Episcopal.
«La comunión episcopal --advirtió el Presidente de la CEM-- no puede quedarse en un vago sentimiento ineficaz, sino que a semejanza de la actitud comprometida del Buen Samaritano, debe reflejarse en la ayuda fraterna a favor de los hermanos necesitados, aún sacrificando necesidades particulares, por ejemplo, dijo, compartiendo bienes materiales y personal apostólico».
Más adelante monseñor Martín Rábago lanzó una pregunta que enfrenta a un examen de conciencia: «La pobreza espiritual de alguna de nuestras iglesias particulares, ¿no obedecerá a nuestro escaso sentido de apertura para compartir con los demás?».
«La colegialidad --subrayó el obispo de León-- nos exige no sólo el intercambio de recursos, supone también aportar, con humildad pero con confianza, lo específico de la propia Iglesia Particular».
Finalmente exhortó a los obispos de todo el país a enfrentar con valentía la necesidad de renovar las estructuras y el funcionamiento de las comisiones de la CEM para que se haga efectiva la colegialidad episcopal de la Conferencia «a fin de evitar formas de esclerosis y eventuales bloqueos en el dinamismo pastoral y en la búsqueda eclesial», según palabras del Papa a los obispos franceses en el 2003.
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Nov 09, 2004 00:00