«Navidad es caridad», explica el presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum»

Habla el arzobispo Paul Josef Cordes

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 21 diciembre 2004 (ZENIT.org).- En medio de unas Navidades cada vez más caracterizadas por el consumismo y, en algunos países, por el laicismo que cancela los símbolos religiosos, el presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum» recuerda que «Navidad es caridad».

Publicamos la entrevista concedida a Zenit por el arzobispo alemán Paul Josef Cordes, quien preside este organismo del Papa destinado a coordinar y alentar la obra de las organizaciones católicas de ayuda de todo el mundo, así como a canalizar las obras de caridad directas de Juan Pablo II.

–En algunos países se respira un clima de intolerancia frente a la Navidad: belenes prohibidos, tarjetas de felicitación por la Navidad en las que desparece el «Merry Christmas»… Da la impresión de que se quiere sustituir el nacimiento de Jesús con una fiesta consumista. ¿Por qué festejan el nacimiento de Jesús los cristianos?

–Monseñor Cordes: A esta pregunta, que parece superflua, es necesario responder hoy de nuevo a nuestros contemporáneos con espíritu de fe, y en particular a algunos políticos. Dios, Creador omnipotente de un universo, de cuyas dimensiones inconmensurables la astronomía nos sorprende cada vez más, nos envió a su Hijo como signo de su amor y de su voluntad de salvarnos.

Al ofuscarse cada vez más el motivo profundo de la celebración de su nacimiento, la cultura y las costumbres de vida del hombre moderno ya no son capaces de mantener vivas las verdades del cristianismo. Por este motivo, el Evangelio tiene necesidad de heraldos y testigos para forjar la vida de los hombres.

–¿Qué significado y qué misterio se esconde detrás de la decisión del Hijo de Dios de hacerse hombre?

–Monseñor Cordes: A los cristianos se nos ha revelado que Dios es amor. No es como, por ejemplo, en el caso del Islam, el autor inalcanzable y escondido de una ley, del que los hombres pueden conocer exclusivamente su voluntad.

Para nosotros tiene un rostro y podemos llamarle «Tú». Es más, tiene un Hijo, pues su amor no es estéril, sino dinámico y creador. Por tanto, si ya el hecho de poder instaurar una relación de yo y tú con Dios diferencia de manera abismal a la Revelación bíblica del Corán, por ejemplo, ¡la diferencia es todavía mayor con la paternidad de Dios! Alá, en el Corán, tiene 99 nombres, pero nunca el nombre de padre. Por el contrario, para un islámico sería un sacrilegio escandaloso afirmar que Alá tiene un hijo.

–Según los cristianos, con el nacimiento de Jesús comienza la historia de la salvación y de la esperanza. ¿Por qué?

–Monseñor Cordes: En los siglos precedentes a su nacimiento, Jesús fue esperado con ansia por el pueblo elegido. El Antiguo Testamento es un documento impresionante de la esperanza de salvación y de liberación por parte de Yahvé. En la plenitud de los tiempos, Dios envió a su hijo, nacido de la Virgen María. En él pudo comenzar una historia de Redención, pues Dios tiene el poder de cancelar el pecado. Sólo la naturaleza divina de Cristo era capaz de hacer algo así.

Con su divinidad, Jesús ha cancelado todas las culpas de la humanidad, las de los padres, las de todos los días y también las nuestras, las escondidas o rechazadas: las culpas, como sabemos, son la raíz de toda la miseria y de toda la desesperación.

–Del nacimiento del Salvador los cristianos toman ejemplo para practicar la caridad, el amor hacia el prójimo, entendido no como filantropía, sino como compromiso de verdad y de fe. ¿Puede explicarnos el sentido de la caridad cristiana, y la manera en que lo practica el dicasterio vaticano que usted preside?

–Monseñor Cordes: El apóstol Juan nos exhorta a amar no sólo con palabras, sino con hechos y con la verdad. Se nos pide que nuestra caridad sea visible y realice obras concretas. Hacer el bien en este sentido significa para los hombres aliviar el sufrimiento y promover una mayor justicia. Los cristianos, además, son perfectamente conscientes de que el amor recibido por el Redentor no lo pueden esconder.

El manantial de su caridad no es, por tanto, la capacidad humana, sino el don de Dios. De este modo, el amor que procede de Dios debe abrazar también al enemigo. Va más allá de la simpatía humana.

Nosotros, en «Cor Unum», ofrecemos signos de este amor en nombre del Santo Padre en situaciones de particular necesidad. Inspiramos también cristianamente el notable y eficaz trabajo de las muchas organizaciones caritativas del mundo.

–¿Qué gestos recomendaría para festejar dignamente la Navidad?

–Monseñor Cordes: Además de los regalos, el cariño por los parientes, amigos y vecinos, para mí forma parte de la Navidad el intento de ser cada vez más como Cristo, nacido como hermano nuestro: la escucha de la Palabra de Dios, la oración, el sacramento de la penitencia y la celebración de la Eucaristía nos ayudan a hacer de esta fiesta un acontecimiento de fe cristiana.

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ZENIT Staff

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