«No es la cifra la que muestra la gravedad del hecho. Lo que tenemos que reconocer es que estamos ante un flagelo. Una situación humanitaria que requiere urgente solución por parte del Estado y de la sociedad colombianos. Hay que tocar las conciencias, sensibilizarnos sobre el tema», agregó el prelado, a la vez que denunció un incremento alarmante del desplazamiento interurbano.
«Se presenta recurrentemente, hay gran subregistro y no es fácil su reconocimiento. Son familias o personas que abandonan su lugar de origen y viajan a las ciudades buscando un mejor futuro, huyendo de la violencia, pero se encuentran con un grave fenómeno de exclusión social, de amenazas, de atropellos que los obligan a ir de barrio en barrio, situación que se hereda de generación en generación», explicó monseñor Henao en un comunicado hecho público a inicios de febrero.
No es el único flagelo que crece, según ha constatado monseñor Nel Beltrán, obispo de Sincelejo, en un comunicado distribuido por la Cáritas de Colombia. El prelado denuncia «otro fenómeno nuevo y grave, como un disfraz del desplazamiento: confinamiento. Son poblaciones que quedan encerradas y algunas fuerzas armadas no les permiten desplazarse, ni moverse. Esto ha crecido en los últimos años».
Por eso insiste monseñor Germán García Isaza, obispo de Apartadó, «estamos ante una verdadera tragedia que requiere una acción inmediata de tipo humanitario. Confío en lo que está haciendo el Gobierno y el Senado en el trámite de una ley de justicia y reparación para que de ahí también parta ayuda a las personas desplazadas».
Los obispos, según el comunicado de Cáritas, coinciden en que «la salida negociada del conflicto» puede evitar una de las principales causas del desplazamiento.
