Los obispos vascos analizan la situación actual de estas diócesis, marcadas por la secularización y por la crisis de fe, y apuntan que el camino de esperanza pasa por la coherencia con la fe que se predica, el compromiso militante, la participación sincera en la vida sacramental y la presencia activa del cristiano en la sociedad actual, todo ello «desde la confianza de que Dios no abandona a su pueblo y el Espíritu sopla cuando y donde quiere».
La carta comienza con un análisis de las comunidades cristianas vascas y navarra, en la que los prelados detectan una «crisis religiosa global» tanto de creencias como de normas morales y práctica religiosa, y destacan que las raíces de este fenómeno hay que buscarlas en un «cambio cultural» en el que la tradición y las instituciones «están en crisis», y que ha traído el individualismo, el consumismo y el nihilismo.
Los prelados aluden también a la difícil situación vasca: «la pacificación de estas tierras, marcadas por largos enfrentamientos; sacudidas por el terrorismo; testigos de la vulneración de derechos humanos individuales y colectivos; surcadas por sensibilidades políticas muy diferentes; poco trabajadas por el diálogo entre los partidos…, ha sido preocupación constante y activa de los responsables eclesiales y de muchos cristianos».
En la carta, analizan otras realidades que «han sacudido la fe de muchas personas»: «La intemperie religiosa que padecemos en la atmósfera cultural de nuestro tiempo ha debilitado sin duda la fe de muchos. Los horrores de la historia de la humanidad en este último siglo (el holocausto, las matanzas, el SIDA, las catástrofes naturales), golpean nuestra fe con más contundencia que muchos libros de los filósofos increyentes».
Para los obispos el descenso de la militancia cristiana, que comparan con la que se está dando en otros foros, es especialmente preocupante en el mundo de la juventud. Apuntan un abanico de caminos por los cuales se ha ido perdiendo la fe y la relación con la Iglesia: «Unos se han ido «silenciosamente» por un abandono progresivo y nada reflexivo. Otros, más jóvenes, no han tenido apenas una conexión de alguna consistencia con la tradición creyente. Otros, tras un tiempo de conflicto interior entre la fe y la increencia, han llegado a la conclusión de que la fe, lejos de resolver los problemas importantes de la vida, es un obstáculo para desenvolvernos espontáneamente en este mundo. Bastantes se han identificado con una percepción del cristianismo como algo extraño, caduco y reaccionario. No faltan entre ellos algunos espíritus muy sensibles a la mediocridad, la infidelidad e incluso el escándalo de creyentes y pastores».
Entre estas «debilidades e infidelidades de la comunidad cristiana», destacan «el descuido de la experiencia de la fe», la «difuminación de los contenidos nucleares de la fe» y «el predominio de la ética sobre la fe viva», pretendiendo «omitir o encubrir los aspectos más paradójicos de la existencia cristiana y resaltar únicamente los aspectos del cristianismo más asumibles por la mentalidad del ambiente. En el límite extremo, convierte la fe en un puro humanismo».
«La comunidad cristiana se está secularizando». Esta afirmación la acompañan de una cita de la Conferencia Episcopal: «La cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy en España no se encuentra tanto en la sociedad o en la cultura ambiental cuanto en su propio interior; es un problema de casa y no sólo de fuera».
Para los prelados, además, no son buenos tiempos para el reconocimiento social de la Iglesia, a pesar de que en su opinión, «es también cierto que el aprecio real de muchos ciudadanos es mayor que el aprecio reflejado en muchos medios de comunicación. Pero… son horas bajas las actuales para la credibilidad de la Iglesia. En los últimos años, la imagen de la Jerarquía ha sufrido un notable descenso en la escala de la valoración social».
La condición de creyente en la sociedad actual es, según los obispos, un hecho contracultural: «Es difícil asimilar que la fe católica ha pasado de ser un hecho sociológicamente compartido y culturalmente protegido a una situación nueva en la que ser creyentes es, en muchos ambientes, un hecho «contracultural» que hemos de vivir a «contracorriente»».
Además, plantean la pervivencia del papel histórico que vaya a tener la Iglesia en la nueva Europa: «¿será significativa la fe cristiana de mañana en la sociedad europea en la que estamos cada vez más plenamente inmersos?».
Sin embargo, los obispos detectan también «signos alentadores», como la mayor participación de los laicos y el conocimiento de la Palabra de Dios, y creen que la situación actual constituye a la vez una «prueba», un «desafío» y un «tiempo de conversión». La clave de la recuperación está, según los prelados, en la experiencia de fe vivida en comunidad y volcada en la nueva evangelización.
Además, en su carta abogan por un «estilo pastoral renovado más espiritual y evangelizador», así como la remodelación de algunas estructuras pastorales, impulsando sobre todo a las asociaciones y movimientos de laicos.
La carta íntegra puede leerse en las webs de las cuatro diócesis: www.diocesisvitoria.org, www.elizagipuzkoa.org, www.bizkeliza.org, www.iglesianavarra.org.