Justo hasta su muerte, Juan Pablo II ha llevado a cabo esta misión de evangelización como heraldo del Evangelio, de la paz y del mensaje de Jesucristo, explicaba monseñor Calderón. Jamás el mensaje evangélico se había predicado tan ampliamente y tan intensamente, afirmaba. Los frutos de este esfuerzo en términos de fe, de vida cristiana y dinamismo eclesial han sido inmensos. Monseñor Calderón calificaba a Juan Pablo II como «Ángel de la nueva evangelización, de la evangelización planetaria».
Este aspecto misionero también fue comentado por John O’Sullivan el 2 de abril en National Post canadiense. Las inmensas concentraciones de creyentes que rodearon al Santo Padre en sus viajes evidenciaban que la fe «no es una reliquia del pasado», observaba O’Sullivan. También evidenciaban «la fe vibrante de millones de jóvenes». También hacía notar que las visitas del Papa a los países del Tercer Mundo han coincidido con un aumento del cristianismo en general en estos países, hasta el punto de que los países europeos miran a los sacerdotes y religiosos de estas regiones para llenar los vacíos de vocaciones debidos al «materialismo poscristiano» de Europa.
Influencia política
Muchos han puesto en evidencia la influencia de Juan Pablo II en el mundo de la política. En una entrevista en el periódico El País el 4 de abril, el cardenal Stanislaw Nagy, que fue compañero de seminario de Karol Wojtyla, afirmaba que el Papa ha desempeñado un papel importante para lograr el actual régimen de paz y justicia en Europa. Desempeñó un importante papel en el desarrollo del movimiento polaco Solidaridad y también en la subsiguiente caída del Muro de Berlín.
Las afirmaciones del cardenal fueron respaldadas en un artículo publicado el mismo día en el diario ABC del antiguo líder soviético Mikhail Gorbachev. Juan Pablo II jugó un «enorme papel» en el fin de la Guerra Fría, indicaba.
Hans-Dietrich Genscher, ministro de asuntos exteriores y vice canciller de la República Federal Alemana de 1974 a 1992 también reconocía el papel de Juan Pablo II en la caída del Muro de Berlín. Escribiendo el 11 de abril en la revista alemana Der Spiegel, Genscher declaraba: «Creo que podemos decir con seguridad que el movimiento Solidarnosc, reforzado por el Papa y protegido como resultado de su postura responsable y clara, han tenido un importante impacto en la entera esfera de influencia soviética».
El escritor y filósofo francés Bernard-Henri Levi también reflexionaba sobre la contribución del Papa a la unidad europea. El 5 de abril escribía en el Wall Street Journal que el Papa «había sido uno de los líderes políticos y espirituales que reconoció inmediatamente que era monstruosa la idea de que la mitad de Europa se tenía que abandonar a la esclavitud». El continente europeo le debe su unidad redescubierta a Juan Pablo II, afirmaba.
Timothy Garton Ash, escribiendo el 4 de abril en el periódico británico Guardian, fijaba su atención en el impacto del Papa a nivel mundial. «El Papa Juan Pablo II ha sido el primer líder mundial», en comparación con los líderes nacionales que tienen un impacto mundial, defendía.
El Papa Juan Pablo II combinaba tres elementos, reconocía Garton Ash; fue la cabeza de la organización supranacional de seres humanos más grande del mundo; creyó con inquebrantable convicción que su mensaje era universal; y se aferró a la oportunidad tecnológica de llevar dicho mensaje personalmente a casi todos los países de la tierra.
Las contribuciones del Papa, continuaba Garton Ash, van desde su papel en el fin de las divisiones de Europa hasta la defensa de los pobres en el Tercer Mundo. Y, lejos de perder el toque en sus últimos años, nadie hizo más por evitar el choque de civilizaciones que Juan Pablo II. Desde su propia posición como «agnóstico liberal», Garton Ash indicaba: «Juan Pablo II ha sido, simplemente, el mayor agente político del último cuarto de siglo».
Derechos Humanos
El teólogo Gino Concetti examinaba la aportación de Juan Pablo II al tema de los derechos humanos en un artículo publicado el 11 de abril en el L’Osservatore Romano. Concetti subrayaba la aportación hecha por el Papa en su encíclica de 1991 «Centessimus Annus». En este documento Juan Pablo II explicaba que una auténtica democracia sólo es posible cuando se basa en un correcto concepto de la persona humana.
Una de las consecuencias de esto es que la democracia, explica la encíclica, debería sostener por el reconocimiento de los derechos humanos. Estos derechos abarcan diversas categorías: individuales, sociales, políticas, culturales y económicas. El primero de estos derechos es el derecho a la vida. Y pocos años después, en 1995, Juan Pablo II afrontó este tema con mayor detalle en la encíclica «Evangelium Vitae».
Concetti también sostenía que Juan Pablo II fue el responsable de formular un nuevo derecho humano en el área internacional: el derecho a la intervención humanitaria en una nación donde una comunidad étnica o una parte de la población está amenazada de genocidio. Juan Pablo II, concluía Concetti, fue un verdadero campeón de los derechos humanos.
Según el filósofo polaco Zygmunt Bauman, Juan Pablo II fue un «mensajero de la libertad». En un artículo publicado el 7 de abril en Avvenire, el diario católico italiano, Bauman explicaba que el Papa nunca se cansó de decir a los grupos que encontraba que no deberían tener miedo y que deberían esforzarse por vivir una libertad que les permita amar, libre de miedos.
Defensa de la mujer y del no nacido
En una entrevista con Wanda Poltawska, antigua profesora de la Academia de Medicina de Varsovia y amiga de Juan Pablo II durante más de 50 años, se examinaba el concepto del Papa de la mujer. En la entrevista del 7 de abril con el periódico italiano La Stampa, Poltawska explicaba que desde sus primeros años como sacerdote el futuro Papa en su labor con la juventud se preocupaba de preservar la santidad del amor, especialmente entre las mujeres, que son más vulnerables.
Una de las frases utilizadas por el Papa en sus escritos sobre las mujeres es la idea del «genio femenino». Poltawska comentaba que el Papa estaba convencido de que una característica fundamental de las mujeres es la capacidad de ser madres. Para Juan Pablo II esta capacidad para la maternidad hace a las mujeres merecedoras tanto de respeto como de amor.
La decidida defensa de la vida humana por parte del Papa fue subrayada por Paul Johnson, escribiendo en el Wall Street Journal el 4 de abril. «Los seres humanos, aunque falibles y con frecuencia absurdos, han sido hechos a imagen de Dios, y quitar una vida, sin la justificación más fuerte posible, ha sido un asalto a Dios», afirmaba Johnson respecto a los puntos de vista del Papa.
Esto, continuaba Johnson, llevó a Juan Pablo II a defender la vida, sea la amenazada por el aborto, la pena de muerte, la guerra o la eutanasia. En cuanto al aborto, Johnson observaba que «era una espada afilada en su corazón que le llenaba de recta indignación ante el hecho de que, después de que el mundo se haya visto azotado por más de 50 años de asesinatos en masa del totalitarismo, los políticos contrarios a la vida, sobre todo en las democracias, hubieran instaurado el holocausto de los no nacidos».