Da la voz de alarma de esta nueva detención «The Cardinal Kung Foundation» (www.cardinalkungfoundation.org) –con sede en Stamford (Connecticut, Estados Unidos), se dedica a la promoción de la libertad religiosa de la Iglesia católica en China– en un comunicado enviado a Zenit.
Los siete sacerdotes de la «Iglesia clandestina» –que reconoce la autoridad del Papa, pero no está oficialmente aprobada por Pekín– se habían desplazado desde sus parroquias para un retiro espiritual dirigido por el obispo de la diócesis Julius Jia Zhiguo.
Consagrado obispo en 1980, al obispo «no oficial» de Zhengding –de 71 años–, quien ha vivido casi todo su ministerio episcopal bajo arresto domiciliario y una veintena de años en prisión, se le acababa de levantar la vigilancia a la que había estado sometido las 24 horas, aproximadamente del 30 de marzo al 25 de abril, más o menos desde la agonía y muerte de Juan Pablo II hasta el inicio del pontificado de Benedicto XVI.
La diócesis de Zhengding es una de las más vivas de Hebei, la zona de mayor concentración de católicos con aproximadamente un millón y medio.
A las 17.30 –hora de Pekín– del 27 de abril se produjo el arresto de los sacerdotes. Lo llevó a cabo la Oficina de Seguridad de Shijiszhuang, funcionarios de la oficina religiosa y docenas de policías a bordo de nueve de sus coches.
El obispo de Zhengding había sido advertido por la Seguridad Pública y las oficinas religiosas de que no iniciara actividad religiosa alguna.
Los siete sacerdotes fueron trasladados a la Oficina de Seguridad de sus respectivas parroquias. Se trata de Wang Dingshan (50 años), Li Qiang (31) y Liu Wenyuan (35) –de Gaocheng–; Zhang Qingcai (45) –del condado de Wuji–; Li Suchuan (40) –de Zhaoxian–; Pei Zhenping (43) –de Luancheng–; y Yin Zhengsong (32) –de Dingzhou—. Las edades de todos ellos son aproximadas.
«Esto desafía a la lógica», opina ante el nuevo suceso Joseph Kung –presidente de la Fundación creada por el cardenal Ignatius Kung Pinmei (fallecido en marzo de 2000), obispo de Shanghai que tuvo que exiliarse en los Estados Unidos–.
«¿Cómo podría proclamar el gobierno Chino por un lado al Papa Benedicto XVI y al mundo su voluntad de mejorar las relaciones entre China y el Vaticano, y por otro lado seguir arrestando a los sacerdotes del Papa?», cuestiona.
«Es bastante obvio que el deseo expresado por el gobierno chino de mejorar estas relaciones con el Vaticano no es sincero», advierte.
Dirigida por el sacerdote misionero Bernardo Cervellera –experto en China–, la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras «AsiaNews» confirma que en los días de los funerales de Juan Pablo II y en la elección de Benedicto XVI algunos medios creyeron percibir un cambio en el tono del gobierno chino y nuevas perspectivas para un diálogo China-Vaticano. De hecho China había expresado el pésame por la muerte del Papa y la felicitación por la elección de su sucesor.
Con todo, estas siete detenciones y, con anterioridad, la detención de dos obispos, un sacerdote y un laico –de cuya denuncia se hizo portavoz el Vaticano el pasado 2 de abril– ocurrieron al mismo tiempo que la agonía de Juan Pablo II y los primeros días del nuevo pontificado, puntualiza.
Pekín rompió sus relaciones con la Santa Sede en 1951, expulsando al nuncio apostólico, el arzobispo Antonio Riberi. Para reanudar las relaciones, China pone dos condiciones: que el Papa no interfiera en la situación religiosa del país (entre otras cosas, que no nombre a los obispos) y que renuncie a sus relaciones con Taiwán.