NUEVA YORK, sábado, 25 junio 2005 (ZENIT.org).- El juego de azar, en todas sus formas, goza de ingresos cada vez mayores. Las apuestas en Internet han aumentado especialmente en los últimos tiempos. El 27 de junio PartyGaming, la empresa propietaria de la principal página web de póquer online del mundo, esperaba salir por primera vez a bolsa, ofreciendo el 23% de sus acciones en la Bolsa de Londres.

Las estimaciones del valor de la compañía fluctúan, pero según un reportaje en Reuters el 15 de junio, la venta de acciones podría alcanzar los 2.100 millones de dólares. Esta cantidad es menos de lo que originalmente se pensó, debido a los temores sobre la legalidad del juego online en Estados Unidos.

Reuters contaba que PartyGaming, fundada en 1997, en las horas de máxima conexión tiene más de 70.000 personas conectadas. La empresa ha declarado unos ingresos de 222 millones de dólares en el primer cuatrimestre de este año, con una beneficio operativo de 128 millones de dólares, un 81% más que el año anterior.

Un editorial del 6 de enero en el Christian Science Monitor daba algunos datos sobre el aumento del juego online. En 1996, 30 páginas webs ganaron apenas 30 millones de dólares en apuestas. El año pasado esto había crecido hasta las 1.600 páginas webs, sumando las apuestas cerca de 7.000 millones de dólares. Se piensa que aumentará hasta los 9.800 millones este año.

La ley que rige tales páginas no está claramente definida en Estados Unidos, y en cualquier caso las empresas pueden operar en el extranjero. Hasta ahora, las propuestas planteadas al Comité de Actividades Bancarias del senado de Estados Unidos de imponer regulaciones más estrictas se han quedado en nada. Esto quizá se deba en parte, observaba el editorial del Christian Science Monitor, a los más de 9 millones de dólares en contribuciones hecha el año pasado a los fondos tanto del partido demócrata como del republicano.

El juego en general, y no sólo en Internet, está en auge. En Gran Bretaña, el montante anual de la industria del juego alcanzó el año pasado los 78.000 millones de libras (141.000 millones de dólares), según un editorial del 4 de junio del periódico Guardian. También han subido las pérdidas de los jugadores, hasta los 8.700 millones de libras (15.800 millones de dólares) del año pasado o, de promedio, 400 libras (727 dólares) por cada persona trabajadora.

Los italianos también son cada vez más dados a apostar. El diario La Stampa informaba el pasado 3 de diciembre que, a finales del 2004, se esperaba que los italianos hubieran apostado 23.100 millones de euros (27.900 millones de dólares) en juegos propiedad del gobierno. Estos juegos incluyen loterías y apuestas de fútbol y carreras de caballos. La cantidad equivale al 2% de producto interior bruto del país. La suma ha subido de forma marcada en los últimos años. En el 2000 la cantidad apostada era de 14.300 millones de euros (17.300 millones de dólares según el cambio actual).

Dinero contante
Los gobiernos son los más grandes beneficiarios del aumento del juego. En Canadá, por ejemplo, un artículo del Globe and Mail del 6 de enero observaba que las ganancias de los juegos propiedad del gobierno habían superado los 11.800 millones de dólares canadienses (9.500 millones de dólares) en el año 2003, cuatro veces más que hace una década.

Pero los costes sanitarios y sociales del juego son también grandes. El periódico afirmaba que algunos estiman que de 200 a 400 suicidios ocurridos en Canadá se han relacionado con problemas de juego. Y mientras que los ingresos gubernamentales de otras actividades potencialmente dañinas, como el tabaco o el alcohol, han disminuido por las restricciones en la publicidad, en Canadá, el estado mismo gasta cantidades considerables en promover el juego.

En Gran Bretaña, los ingresos por la venta de billetes de lotería se usan cada vez más para los gastos normales de gobierno, en lugar de ir a «buenas causas» y proyectos culturales, como se prometió cuando se implantó la lotería hace 10 años. El año pasado, un tercio de los ingresos del gobierno por loterías, más de 430 millones de libras (782 millones de dólares), fue a gastos ordinarios de salud, educación y medio ambiente, informó el 15 de junio el Telegraph de Londres.

En Estados Unidos, algunos gobiernos estatales dependen cada vez más de los ingresos del juego, observaba el 31 de marzo el New York Times. En Rhode Island, Dakota del Sur, Louisiana, Oregón y Nevada, los impuestos sobre las diversas formas de juego suman más del 10% de los ingresos totales del gobierno. Otros estados, como Delaware, Virginia Occidental, Indiana, Iowa y Mississippi, están cerca de alcanzar el 10%.

En Dakota del Sur, donde los ingresos del juego dan actualmente al estado el 13,2% de su renta, los legisladores del estado han rechazado las propuestas de limitar el juego debido a los problemas sociales creados como consecuencia del mismo. Los legisladores se mostraron preocupados sobre dónde encontrar fuentes de ingresos alternativas.

David Knudson, un senador republicano de Sioux Falls, declaró al New York Times que quienes se oponen al juego suelen hablar de los peligros de los jugadores problemáticos. «Pero el mayor adicto ha llegado a ser el gobierno del estado que se ha vuelto dependiente de él», indicaba.

Costes sociales
Se está prestando más atención a los costes asociados al juego. El 8 de abril, el Christian Science Monitor informaba de un estudio llevado a cabo por Edward Morse, un profesor de derecho en la Escuela Universitaria Creighton de Derecho en Omaha, Nebraska, y su colega, Ernest Goss.

Descubrieron que la llegada de un casino a una ciudad puede aumentar los ingresos locales debido a los puestos de trabajo que crea, llevando a un descenso de las bancarrotas personales. Sin embargo, después de llevar varios años operando el casino las bancarrotas personales aumentan un 2% al año, en comparación con las ciudades que no tienen casinos. El estudio, que examinaba datos de 1990 al 2002, concluía que cuando los casinos llevan tiempo y se abren en otras ciudades instalaciones competidoras, el número de turistas cae y, al mismo tiempo, el número de jugadores problemáticos aumenta.

El año pasado se publicó un detallado análisis del impacto económico del juego en Estados Unidos, en el libro «Gambling in America: Costs and Benefits» (El Juego en América: Costes y Beneficios) (Cambridge University Press). El autor, Earl Grinols, un profesor de economía de la Universidad de Illinois, ha seguido de cerca la industria del juego durante muchos años.

Para comenzar, indicaba que el proceso de aprobación del juego por las comisiones gubernamentales o los comités legislativos suele tener defectos, con una carencia de análisis detallados sobre la proyección de costes y beneficios de las nuevas instalaciones. Y quienes tienen mucho dinero en juego tienen un gran interés, a la hora de hacer las propuestas, de presentar una visión parcial de los beneficios del juego.

El proceso de aprobación puede también torcerse debido a las masivas presiones de la industria del juego. Grinols cita, entre otros ejemplo, cómo una vez en Texas 74 personas se dedicaron a hacer presión a los legisladores a favor de una propuesta para extender el juego. Entre 1991 y 1996, la industria del juego pagó más de 100 millones de dólares en donaciones a los legisladores y gastos de grupos de presión.

En cuanto a la cuestión de los beneficios económicos creados por los casinos, Grinols observa que no es suficiente con sólo contar el número de puestos de trabajo creados. Los puestos de trabajo son sólo un factor en el desarrollo económico, afirma. De hecho, los nuevos puestos de trabajo en un casino suelen compensarse con las pérdidas de los negocios cercanos que se ven dañados, como los restaurantes.

Grinols sostiene que e s necesario que añadamos los costes sociales del juego. Éstos incluyen crímenes, como el fraude y la malversación; las bancarrotas; los suicidios; y los costes familiares como el descuidar a los hijos. Con frecuencia, las comunidades donde se abren casinos se ven obligadas a aumentar los impuestos para pagar los costes asociados con estos factores, mientras que el gobierno del estado es quien recibe los ingresos.

El autor del libro concluye que, a pesar de que es necesario investigar más, los juegos de casino «no superan el examen de coste y beneficio por un amplio margen». Algo que hay que tener presente cuando los gobiernos, hambrientos de dinero en efectivo, se proponen extender el juego.