LIMA, jueves, 2 junio 2005 (ZENIT.org).- Por su interés reproducimos íntegramente la entrevista que la agencia «Fides» --de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos— ha realizado al cardenal Juan Luis Cipriani Thorne --arzobispo de Lima y primado de la Iglesia en Perú-- frente al constante intento de diversos gobiernos, entre ellos de naciones latinoamericanas, de aprobar leyes que atentan contra la vida y la familia.

--Eminencia, desde hace algunos años se advierte en los gobiernos de distintas naciones un constante intento por aprobar leyes que atentan contra la vida y la familia, célula básica de la sociedad. ¿Cuáles considera usted que son las causas y finalidades que están en la base de toda esta política?

--Cardenal Cipriani: Habría que ir al origen de esta realidad. Estamos asistiendo a un cambio profundo y rápido de conceptos y costumbres que imperceptiblemente se van sucediendo en la sociedad. Son ideas y concepciones del ser humano reductivas que se lanzan intermitentemente y que por ser novedosas son difundidas como ciertas. En otras palabras, se trata del desconocimiento del hombre y de su libertad. La libertad se entiende no como la facultad humana de elegir el bien, sino de acceder al mal que siempre está presente y que es más placentero y fácil.

Así, vemos corrientes ideológicas que van del marxismo al liberalismo, del colectivismo al individualismo radical, del agnosticismo al sincretismo, etc. Se propone un nuevo feminismo que desconoce la maternidad como el mejor regalo dado por Dios a la mujer; en igual forma se plantea el homosexualismo como una opción sexual más y no como una inclinación objetivamente desordenada. Asistimos así a una nueva corriente en la que todo es relativo, nada se reconoce como definitivo ya que la última medida es el propio yo y sus caprichos, entramos así a lo que el Papa Benedicto XVI llama la dictadura del relativismo (Cfr. Homilía para la apertura del Cónclave, 18 abril 2005).

Vemos así que el peso de la opinión pública, muchas veces manipulado por algunos medios de comunicación social, permite que la presentación de situaciones cuya inmoralidad no admite discusión, sean consideradas como normales, minando la sensibilidad frente a los valores morales y midiendo la ética a través de la estadística. Si por ejemplo, los datos estadísticos aceptan por mayoría, luego, los legisladores que pretenden acceder al gobierno de un país, se preocupan por dar leyes que cuenten con el beneplácito de lo que ellos consideran como la mayoría de la población. La causa es el relativismo moral de nuestra época, la finalidad de agradar a las personas cuya aprobación les es tan necesaria para obtener el voto popular. Pero “la Iglesia siguiendo a Cristo, busca la verdad que no siempre coincide con la opinión de la mayoría”. (Cfr. «Familiaris Consortio», 5).

--¿En qué modo ha intervenido e interviene la Iglesia de su país en la defensa de la vida y la familia?

--Cardenal Cipriani: La Iglesia, fiel a su compromiso evangélico, interviene permanentemente con verdad y firmeza, denunciando los atentados en contra de la vida y de la familia. Prueba de ello son los innumerables pronunciamientos y mensajes que sobre estos temas han dado obispos del Perú a lo largo de estos años. El prestigio de la Iglesia como vigía del alma peruana, que se reconoce en las encuestas como la institución con mayor reconocimiento, se debe tanto por su prédica de la fe como por su defensa celosa del sagrado derecho de la vida, como no podía ser de otra manera. De manera permanente la Iglesia en el Perú realiza diferentes actividades en parroquias, colegios y movimientos eclesiales para que el Evangelio de la vida y la familia sea conocido.

Se promueve anualmente, a nivel nacional, una Jornada por la Vida en la que se tratan de multiplicar las principales enseñanzas contenidas en la encíclica «Evangelio de la Vida», así como señalar criterios básicos sobre este tema. También en el mes de septiembre se realiza la Semana Nacional de la Familia, en la que se propicia la reflexión sobre el ser y quehacer de ésta, apoyando este trabajo con jornadas, subsidios, reflexiones y enseñanzas acordes al Magisterio de la Iglesia y a la realidad de nuestras familias.

--Asistimos en la actualidad a la destrucción de la familia por medio de las leyes inicuas que buscan equiparar la unión entre personas del mismo sexo con el matrimonio, como es el caso reciente de España. ¿Qué valoración podría hacer de esta situación?

--Cardenal Cipriani: Antes de nada quisiera destacar que, gracias a Dios, en Perú son todavía muchos los matrimonios fieles, que se alegran con la llegada de los hijos y constituyen familias sólidas, verdaderas Iglesias domésticas. No todo es trágico. Estos matrimonios cristianos viven su vida conyugal de acuerdo a las normas del derecho natural y reciben la gracia del sacramento, que corresponden con generosidad. Son testigos del Evangelio.

Por desgracia, también hay una especie de “club internacional de promoción de aberraciones sociales”, que promueve el sexo recreativo como modelo de vida, cayendo en muchas actitudes que afectan la salud espiritual del cristiano y que están a la vista de todos. Es un proceso masivo de descristianización de la sociedad, que daña especialmente a la mujer. La Iglesia reza por ellos y predica la doctrina del sacramento del matrimonio, que no puede estar al vaivén de las corrientes ideológicas de moda, que ahora son, desgraciadamente, neopaganas.

Urge una tarea de formación de las conciencias desde la niñez hasta la vejez, para que todos los bautizados --de manera especial quienes por su posición en la sociedad influyen más-- asuman su deber de promover y defender la verdad. El apóstol moderno no puede tener miedo a la verdad y el bien aún a costa de perder el trabajo, ver atacada su tranquilidad y hasta su propia vida. El pecado de omisión es tan grave como el de acción en estos casos.

--Frente a este ataque sistemático, ¿cómo está respondiendo la Iglesia en Perú?

--Cardenal Cipriani: La Iglesia católica tiene una misión evangélica: predicar la fe de Cristo a todas las gentes. Es una tarea permanente, que se realiza mediante la catequesis parroquial, las clases de religión en los colegios, la administración de los sacramentos, las homilías en las misas dominicales, la atención de los capellanes en los hospitales, conventos, hermandades, retiros espirituales, etc. También están esas iniciativas eclesiales tan útiles en la pastoral, como los congresos eucarísticos, las jornadas para la juventud, el voluntariado que convoca a señoras responsables a la atención de los enfermos y las asociaciones de fieles, que son focos de religiosidad. En Lima se está realizando la Misión “Remar Mar Adentro”, que ha movilizado a cientos de miles en las parroquias, colegios religiosos, cofradías y hermandades, removiendo las conciencias a la búsqueda de una conversión a Dios.

De todas estas formas se enseña la doctrina y la moral de la Iglesia. Y también está la doctrina social cristiana, que defiende los derechos de los trabajadores y recuerda sus deberes laborales. Los bautizados deben asumir radicalmente su compromiso misionero. Para todo ello pienso que es muy importante la promoción vocacional, especialmente para lograr el aumento y la calidad de las vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa. Recemos por todo ello con la certeza de contar con la ayuda de la gracia de Dios y contemplemos los graves problemas del mundo de hoy como la palestra de lucha de los cristianos para ser fermento de esta humanidad que vislumbra su primavera. Una mirada serena a María, Madre de Misericordia, nos impulsará en esta apasionante tarea en la que la Iglesia posee un “suplemento o reserva moral” para el mundo de hoy.