MONTSERRAT, jueves, 30 junio 2005 (ZENIT.org).- «Montserrat se puede incluir en la larga cadena de monasterios benedictinos que, a lo largo de los siglos, han configurado la identidad cristiana, humana y cultural de Europa», explica a Zenit el abad benedictino de Montserrat, Josep Maria Soler, con motivo de las celebraciones del quinto centenario de publicaciones de este célebre monasterio catalán.
Y añade: «aceptar las raíces cristianas de Europa no debería molestar a nadie»:
El pasado martes las Publicaciones de la Abadía (PAMSA) de Montserrat celebraron un acto cultural para recordar sus 500 años de libros.
Con este motivo han editado un libro conmemorativo, han preparado una exposición de papiros y manuscritos de libros sagrados y han inaugurado una muestra sobre la Biblia en el Mediterráneo, «El libro Sagrado en las grandes religiones del Mediterráneo».
En declaraciones a Zenit, el abad Soler ha recordado que «Montserrat es uno de los santuarios marianos más conocidos en el sur del continente» y ha evocado «la presencia de los «monjes negros» de Montserrat en tantos puntos de Europa central durante varios siglos por ejemplo, en la Schwarzspanienstrasse, de Viena o en la abadía de Emaús, de Praga».
Josep Maria Soler observa que, «además de difundir la devoción a la Virgen Morena, Montserrat contribuyó a la difusión del ideal benedictino y de los valores que lo acompañan, sin olvidar lo que esta presencia significaba para las relaciones internacionales y para el sentido de unidad europea».
«En la actualidad, Montserrat procura estar presente en el mundo de la cultura a través de distintos ámbitos, entre los que cabe destacar el de la música –a través de la Escolanía–, el del arte –a través del Museo, con sus colecciones de pintura, del Oriente Antiguo y de orfebrería religiosa–, el editorial –mediante la editora «Publicacions de l’Abadía» de Montserrat–, el del estudio y la divulgación –poniendo a disposición de los investigadores la Biblioteca del Monasterio–», señala el abad.
«Además, algunos monjes se dedican al estudio, a nivel universitario, de diversas materias como la antropología, la filosofía, la teología, la exégesis, la, liturgia», añade.
Preguntado sobre la obstinación de algunos en no reconocer el legado cultural del cristianismo en Europa, responde que «en realidad es difícil, por no decir imposible, negar dichas raíces, si nos atenemos al estudio de la historia y del desarrollo cultural y religioso de Europa».
«Otra cosa es cuando se mezclan intereses políticos o de otra índole. Pero aceptar las raíces cristianas de Europa no debería molestar a nadie, porque no implica el deseo de imponer una determinada visión del mundo, sino que es el reconocimiento de una realidad que ha contribuido de un modo fundamental al desarrollo de la civilización y al crecimiento en humanidad de lo que hoy llamamos Europa», concluye.