ROMA, martes, 6 septiembre 2005 (ZENIT.org).- El semanario «El Observador», empresa periodística católica surgida en México de la iniciativa de laicos, se ha convertido al cumplir sus diez años de vida en una de las publicaciones con el mayor número de suscriptores del país y con lectores en toda América.
Por otra parte, su edición en Internet [www.elobservadorenlinea.com] es ya un punto de referencia para el periodismo en castellano.
Al hacer con Zenit un balance de estos diez años de vida, su director, Jaime Septién, que se encuentra en Roma cubriendo la visita «ad limina apostolorum» de los obispos de su país, explica algunas claves de este «milagro» periodístico y comparte algunos de sus «sueños» para el inmediato futuro.
–¿De dónde surge la idea de un semanario católico hecho por laicos en México?
–Jaime Septién: De la necesidad que existe en mi país de provocar una visión católica de las cosas. Creemos firmemente mi esposa y yo, porque ambos somos los impulsores del periódico, junto con los obispos De Gasperín (Querétaro) y Szimansky (San Luis Potosí), entre otros, que México se conforma con ser el segundo país con mayor número de católicos del mundo, pero, a la hora de la verdad, pareciera ser que los católicos desaparecemos de la vida pública.
–¿Cuáles son los principales atributos que quisieras ver reconocidos en «El Observador»?
–Jaime Septién: Ante todo, claridad. Manejo correcto del lenguaje. El lenguaje es algo muy importante y muy descuidado en tiempo como los nuestros, tiempos del «chat». Segundo, profundidad. Prefiero que me tilden de pesado a que me señalen como un «ligero». Y, tercero, fidelidad. Fidelidad a la Iglesia, al magisterio, a la doctrina. Son tres factores que a la prensa católica se le suelen olvidar. Unos son fieles, pero cubren la información con un lenguaje deleznable. Otros son muy elegantes, pero absolutamente contestatarios. Y otros repiten de una manera obstinada el dogma de los católicos «modernizados»: Dios sí; Iglesia no.
–¿Qué críticas podrías hacerle a tu periódico en el tiempo en estos diez años de vida?
–Jaime Septién: Muchas. Hemos dejado de hacer cosas que deberíamos haber hecho hace seis o siete años y hemos seguido haciendo cosas que nada tienen que ver con el periódico. Pongo dos ejemplos. Hace tiempo debimos haber incursionado en el mundo editorial. Libros y periódico se llevan muy bien. Pero hasta este año hemos comenzado a editar libros entre «El Observador» y el Instituto Emmanuel Mounier, de España. Y lo segundo, bueno, hemos insistido demasiado en circular en diócesis cuyos obispos están conformes con el periódico oficial o institucional que ellos editan, tanto en México como en Estados Unidos.
¿Son un periódico institucional de algunas diócesis?
–Jaime Septién: No, y en eso hemos tenido que batallar muchísimo. No gravitamos sobre las finanzas de la Iglesia, somos una empresa católica al servicio de la Iglesia. En eso mi mujer, Maité, insiste mucho: que todo lo que hagamos sea traspasado por el espíritu de la catolicidad: desde los convenios publicitarios hasta la contratación de personal. Guardamos cercanía con los obispos, pero, también, la necesaria independencia como para poder tocar temas que los órganos oficiales diocesanos no pueden tocar; cuestiones de política, economía…
–¿Qué añade «El Observador» en el panorama de los medios católicos en castellano?
–Jaime Septién: Añadir, no mucho. Sería vanidad creer que estamos inventando el catolicismo en prensa, o algo así. Lo que es verdad es que hemos ido integrando una serie de alianzas estratégicas y una serie de posibilidades tecnológicas que nos han puesto en muchos lugares diferentes del mundo.
–¿Podrías darnos alguna pista de por dónde van esas alianzas?
–Jaime Septién: Por ejemplo, la asociación con ustedes, con Zenit; la puesta en marcha, hace cuatro años y medio de la página electrónica www.periodismocatolico.com (la red de periodistas católicos más grande en castellano) o la asociación editorial con la gente que comanda ese espléndido filósofo español que es mi amigo Carlos Díaz… Muy pronto, si Dios quiere, haremos algo de radio y de televisión. Andamos en tratos con EWTN, con Mariavisión, con Radio Católica Mundial, con quien se deje y se pueda. Es la libertad del laico la que nos permite andar dando tantos brincos.
¿No crees que pueden correr peligro de dispersarse?
–Jaime Septién: Peligros de fracasar siempre los habrá, y más en terreno tan resbaladizo como el que pisamos ustedes, nosotros y todos los que nos dedicamos a este apasionante oficio de ser periodistas por ser católicos, como diría nuestro amigo Eulogio López. Pero siempre hemos tenido la idea de pedir cosas grandes a Dios. Así lo decía san Ambrosio: ¡pide cosas grandes cuando estés rezando! Claro, lo que pasa es que si pedimos a Dios cosas grandes, corremos el peligro de que nos las conceda. En «El Observador» le apostamos a no ser mediocres, en el sentido de la mediocridad que subrayaba Chesterton: el de estar ante la grandeza, y no darnos cuenta.
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