Se trata de monseñor Antonio Li Duan, arzobispo de Xian y de monseñor Aloysius Jin Luxian, obispo di Shangai –ambos reconocidos por el gobierno–, de monseñor Giuseppe Wei Jingyi, obispo de Qiqihar, no reconocido por el gobierno; y de monseñor Luca Li Jingfeng, obispo de Fengxiang (Shaanxi), que acaba de ser reconocido por el gobierno.
La XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos se celebrará del 2 al 23 de octubre sobre el tema «La Eucaristía: fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia».
Según informa la agencia AsiaNews, de las Pontificias Misiones Extranjeras (PIME), que ha publicado el perfil de cada uno de estos prelados, «personalidades del vaticano han manifestado la esperanza de que el gobierno le permita estar presentes en Roma».
En China, el gobierno permite la práctica religiosa sólo con personal reconocido y en lugares registrados ante la Oficina de los Asuntos Religiosos y bajo el control de la Asociación Patriótica. Los fieles que tratan de salirse de este control para ponerse en obediencia directa del Papa conforman la Iglesia clandestina.
«Es la primera vez desde el inicio del comunismo en China que el Papa invita a Roma a obispos de la Iglesia no oficial», constata AsiaNews.
En el sínodo de Asia (abril-mayo de 1998), Juan Pablo II había invitado a dos obispos de Wanxian, monseñor Mattia Duan Yinming y monseñor Giuseppe Xu Zhixuan, ambos de la Iglesia oficial, si bien el primero había sido nombrado con la aprobación de Pío XII. El gobierno no les permitió participar y sus sillas permanecieron vacías durante toda la asamblea.
«La elección de cuatro obispos de las dos ramas de la Iglesia indica la percepción de que para la Santa Sede sólo hay una Iglesia en China», según añade este órgano informativo.
Desde hace años, muchos obispos de la Iglesia oficial –al menos el 85% según un estudio de AsiaNews– han pedido reconciliarse con el Papa y con la Iglesia. En los últimos meses, el Papa ha podido nombrar a obispos auxiliares de Shangai y Xian con el consenso del gobierno.
«El nombramiento de cuatro obispos es visto por personalidades vaticanas como una invitación «cálida y amigable» al gobierno chino para que sin temor se abra al diálogo con la Santa Sede», añade el director de la agencia, el padre Bernardo Cervellera.