YAKARTA, viernes, 9 septiembre 2005 (ZENIT.org).- El cardenal Julius Riyadi Darmaatmadja –arzobispo de Yakarta y presidente de la Conferencia Episcopal de Indonesia— pidió el martes al jefe de la policía del país, el general Sutanto, una intervención de la seguridad pública en caso de nuevos ataques contra cualquier religión.
Junto al purpurado se desplazaron al mando general de la seguridad pública Kiai Haj Hasyim Muzadi, presidente de «Nahdlatul Ulama» (la mayor organización musulmana del país), y el reverendo Andreas Yewangoe, presidente del Sínodo de las Iglesias indonesias, confirmó «AsiaNews».
Tras el encuentro, el cardenal Darmaatmadja subrayó que todo problema relativo a las confesiones religiosas debería afrontarse con diálogo pacífico. «El problema no debería mantenerse vivo por la violencia de grupos ilegales», apuntó.
Por su parte, Kiai Muzadi recalcó la necesidad de una intervención de la policía en caso de cierre forzado de iglesias por parte de fundamentalistas islámicos. «No pueden aplicar la ley de su mano», expresó; en cambio, «la policía debería contribuir a aclarar cualquier problema», «el diálogo es la vía más apropiada».
La intervención de los tres líderes religiosos sigue a la declaración del presidente indonesio Susilo Bambang Yudhoyono en la que promete la resolución de su gobierno para garantizar la libertad religiosa.
En la declaración –fechada el domingo pasado— el presidente indonesio pidió a la policía nacional prevenir cualquier acto de violencia contra cualquier denominación religiosa y ordenó al ministro de Asuntos Religiosos, Haj Maftuh Basyuni, y a los líderes locales hallar rápidamente una solución a la violencia en Bandung (Java oeste).
Respaldados por el ex presidente indonesio Abdurrahman Wahid (también conocido como Gus Dur), el sábado miles de cristianos se habían manifestado contra el cierre de 23 iglesias en la provincia por obra del «Islamic Defender Front» (IDF) –grupo formado por fundamentalistas islámicos–.
Habieb Rizieq, presidente del IDF, respondió el martes pasado a las acusaciones y sostuvo que lo que se habían cerrado «no eran iglesias, sino casas en las que los servicios religiosos y las oraciones se organizaban sin permiso».
El miércoles la agencia del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) apuntaba que, después de que se haya puesto el punto de mira en casa privadas donde se celebraban Misas, ahora los cristianos temen que los extremistas se fijen en los edificios públicos, donde los fieles siguen reuniéndose para encuentros religiosos.
Y es que hace décadas que, sobre todo en ciudades grandes como Yakarta, varios grupos de cristianos suelen orar, cantar y celebrar la Misa en las horas de descanso del viernes, de 11.00 a 13.30, cuando sus colegas musulmanes se retiran a su oración en la mezquita.
Trabajadores católicos y otros cristianos aprovechan este tiempo para su culto y tienen celebraciones en las estructuras laborales. Los empleadores del sector público y privado habitualmente han permitido tal práctica.
Las autoridades centrales mantuvieron el martes un encuentro extraordinario para afrontar la situación. El ministro del Interior, Mohammad Ma’ruf, confirmó que el gobierno revisará el controvertido Decreto ministerial de 1969 sobre la edificación de edificios religiosos.
Según el Decreto, toda comunidad religiosa que quiera establece un lugar de culto debe tener permiso –a través de un largo proceso burocrático– del jefe de la autoridad local y de los residentes de la zona de edificación, pero la autorización legal no es fácil de obtener y las peticiones de iglesias por parte de los cristianos caen casi siempre en el olvido.
Indonesia es el mayor país musulmán del mundo: de sus aproximadamente 240 millones de habitantes, el 88% es musulmán, el 5% protestante, el 3% católico, el 2% hindú, el 1% budista.