La ley islámica se expande

La Charia seduce a nuevos países

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WASHINGTON, sábado, 10 septiembre 2005 (ZENIT.org).- La preocupación por los grupos islámicos extremistas y el terrorismo ha aumentado el interés por el papel que desempeña la Charia, una forma de ley islámica. Un libro reciente, «Radical Islam’s Rule» (La ley del Islam radical), considera la influencia de lo que denomina «el rápido crecimiento de una versión represiva estricta de la Charia islámica».

Editado por Paul Marshall, jefe del consejo del Center for Religious Freedom de la Freedom House con sede en Washington, el libro contiene ensayos de diversos activistas y expertos de derechos humanos sobre el tema de la libertad religiosa.

En su introducción, Marshall explica que el Islam extremista no es sólo una rama de la religión que haya comenzado su fase moderna como reacción a la secularización de Turquía a principios del siglo XX. También observa que la mayoría de la gente que apoya que se extienda la Charia no son terroristas, aunque «tal ley sea parte de la ideología de los terroristas».

La Charia es una combinación de materia civil y religiosa. Intenta sintetizar el Corán, los dichos del fundador del Islam Mahoma, y la vida del profeta y sus primeros seguidores. Puesto que se hay dividida en varias escuelas de interpretación, la Charia también difiere de un lugar a otro, dado que incorpora leyes y tradiciones locales.

La forma extrema de la Charia, apunta Marshall, busca imponer una única versión, una visión literal extrema que tiene un doble fundamento: se basa en el wahhabismo, la forma de Islam seguida en Arabia Saudita; y en la forma extrema de ley islámica introducida por el ayatolá Jomeini en Irán en 1979, tras el derrocamiento del Sha.

Antes de 1979, sólo Arabia Saudita era gobernada por la Charia, pero en las pasadas dos décadas se ha extendido a algunos otros países. En Pakistán, la Charia ha ido suplantando gradualmente al anterior sistema legal. Sudán introdujo una forma radical de la Charia en 1983. Luego, en 1994, los talibanes de Afganistán comenzaron a instaurar una forma de la Charia.

Nigeria ha incorporado la Charia al sistema legal desde su independencia. En los últimos años algunos estados del norte del país han anunciado que se daría a la Charia el papel principal en la determinación de las leyes. En Asia, por su parte, algunos estados en Malasia han introducido leyes basadas en la Charia. Se han bloqueado esfuerzos similares en Indonesia, aunque, a nivel local, los radicales han implantado la Charia en algunas áreas, escribe Marshall.

Estilo saudí
En su capítulo sobre cómo funciona en Arabia Saudita, el autor y periodista Stephen Schwartz explica que ha dominado el país desde los años 30, incluso aunque persistan focos de resistencia. Los miembros de las minorías se enfrentan a penas rigurosas. La mera posesión de escritos que pertenezcan a la escuela sufí del Islam es un delito capital, y los musulmanes chiítas se enfrentan a persecuciones regulares.

Las características de la Charia, según se practica en Arabia Saudita, incluyen la prohibición de cualquier práctica pública de una religión no musulmana y la prohibición contra traer al país cualquier literatura u objeto religioso no musulmán, incluso para uso personal. Se niegan los derechos de las mujeres de modo sistemático, incluida la posibilidad de conducir coches.

Maarten Barends, abogado y editor de una revista juvenil para Amnistía Internacional en Holanda, describe la situación en Pakistán. El sistema legal es inestable y algunos principios y normas siguen siendo característicos de su operativa, con remanentes todavía en funcionamiento del código penal de estilo británico del siglo XIX.

Pero en los últimos tiempos ha habido una influencia creciente de la Charia, especialmente en la región noroeste que confina con Afganistán. Asimismo, en los últimos veinte años ha aumentado la influencia de la Charia en el código criminal. En 1979 el presidente paquistaní Zia Ul-Haq introdujo la Charia en el código penal e hizo importantes cambios en el sistema judicial. Esto ha conducido a la persecución de los no musulmanes y al mal trato de las mujeres. En los últimos años los cristianos e hindúes han sufrido igualmente a manos de los extremistas musulmanes.

Cambios en Sudán
La introducción en 1983 de la Charia en Sudán reencendió la guerra civil que llevó a más de dos décadas de conflicto. En su aportación en el libro, el activista de derechos humanos Hamouda Fathelrahman Bella describe cómo el cambio se acompañó del despido de jueces prominentes y la creación de nuevos tribunales para implantar la Charia. Siguieron rápidamente las amputaciones, azotes en público y ejecuciones.

Un golpe militar en 1989 empeoró la situación, llevando a la dominación a «un régimen de fanáticos». El gobierno, basado en la parte norte del país con una población predominantemente musulmana, emprendió una guerra contra la población cristiana y animista de las regiones del sur. Esto fue respaldado por fatwas, o decretos religiosos, que eran usados para justificar la esclavitud y destrucción total de aldeas, escuelas e iglesias.

El sistema legal experimentó diversos cambios después de 1983, pero un nuevo código legal introducido en 1991 y la constitución de 1999 han aumentado aún más el papel oficial del Islam y el permiso de llevar a cabo duros castigos dictados por las normas de la Charia.

En su capítulo sobre Nigeria, Paul Marshall observa que, en el breve espacio de tiempo desde que en 1999 se introdujera la Charia en el estado de Zamfara, 12 de los 16 estados del norte y centrales han adoptado alguna forma de ley islámica.

Marshall llama la atención sobre papel jugado por la ayuda exterior a la hora de estimular los cambios. Los representantes de países como Arabia Saudita, Siria y Sudán han estado presentes en algunos de los estados. Los cambios condujeron rápidamente a problemas para los cristianos. No sólo se les ha negado el permiso para construir iglesias en algunas zonas, sino que algunas iglesias que ya existían han sido destruidas. Los no musulmanes han sufrido también discriminación en el trabajo, y los programas musulmanes dominan los medios de comunicación propiedad de los estados.

Como en otros países, el código criminal de la Charia discrimina a las mujeres en materias como el adulterio, con algunas mujeres sentenciadas a muerte por apedreamiento. También se permiten crueles castigos, con pocas ocasiones de apelación. Los no musulmanes están sujetos a los tribunales de la Charia, pero no se les permite ser jueces, fiscales o abogados en estos tribunales.

Problemas para la libertad
El capítulo conclusivo de Nina Shea, directora del Center for Religious Freedon de la Freedom House, observa que la premisa clave de la Charia es que la ley ha sido dada por Alá sin ninguna mediación humana. Al poner el sistema más allá de cualquier posibilidad de debate o consideración, surgen graves problemas para la libertad.

Esta premisa ha llevado a la coacción y represión por parte de los gobierno y, afirma Shea, «país tras país ha tenido implicaciones devastadoras para los derechos humanos básicos». Al llegar a convertirse en un método de control absoluto, la Charia se comprende mejor como una ideología política, afirma Shea.

Un ejemplo de los efectos políticos es la selección de los candidatos a elegir por el Consejo de Guardianes religioso de Irán que, en el 2004, descalificó a 2.000 supuestos competidores, la mayoría reformistas.

Shea se muestra crítica por la carencia de atención prestada al fenómeno de la Charia. También observa que se da mano libre a Arabia Saudita para que promueva su versión de ideología islámica radical, incluso en sociedades occidentales como Estados Unidos. El material financiado y distribuido por el régimen saudí incita al odio hacia los cristianos, j
udíos y otros no musulmanes, y las escuelas religiosas paquistaníes financiadas por los saudíes, las madrasas, se han convertido en un campo de reclutamiento de terrorista.

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ZENIT Staff

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