CASTEL GANDOLFO, viernes, 16 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI considera que la recuperación de la práctica de la «Lectio divina», meditación orante de la Sagrada Escritura, traerá una «nueva primavera espiritual» para la Iglesia.
Al encontrarse con los más de 400 expertos que participan en Roma en un congreso sobre «La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia», el Santo Padre recomendó esta antigua práctica que literalmente quiere decir «lectura de Dios».
«La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón», afirmó el Papa.
Esta propuesta ha recibido en los últimos cuarenta años un nuevo impulso en toda la Iglesia tras la publicación de la constitución dogmática «Dei Verbum» del Concilio Vaticano II (18 de noviembre de 1965).
«Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia», aseguró el Papa.
Para dar un nuevo impulso a la «Lectio divina» no dudó en sugerir «nuevos métodos, atentamente ponderados, adaptados a los tiempos».
«No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino», concluyó.
Si bien la lectura orante de la Biblia se remonta a los primeros cristianos, el primero en utilizar la expresión «Lectio divina» fue Orígenes (aproximadamente 185-254), teólogo, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración.
Más adelante, la «Lectio divina» se convirtió en la columna vertebral de la vida religiosa. Las reglas monásticas de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia, la triple base de la vida monástica.
La sistematización de la «Lectio divina» en cuatro peldaños proviene del siglo XII. Alrededor del año 1150, Guido, un monje cartujo, escribió un librito titulado «La escalera de los monjes», en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación».
«Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la tierra hasta el cielo», afirmaba.