ROMA, jueves, 9 febrero 2006 (ZENIT.org).- Hay riesgo de que el padre Andrea Santoro sea asesinado «por segunda vez» si se diluye o se inutiliza «el sentido de su martirio», alerta el padre Bernardo Cervellera, director de la agencia especializada en el entorno asiático «AsiaNews» (del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, PIME).
En un editorial difundido el miércoles, el misionero del PIME considera que «la muerte del padre Andrea Santoro», asesinado el domingo pasado «por la espalda mientras oraba» en su iglesia dedicada a Santa María en Trabzon (ciudad turca del Mar Negro), «era casi de prever».
El padre Santoro, de 60 años, era sacerdote «fidei donum» de la diócesis de Roma en Turquía. Los sacerdotes diocesanos «fidei donum» (don de la fe) son aquellos enviados por las diócesis más antiguas a las Iglesias jóvenes de otros continentes como misioneros.
Cada vez que «se crea tensión entre el mundo islámico y el mundo occidental, quienes lo pagan son siempre a los cristianos», reflexiona el padre Cervellera –también fue director de la agencia «Fides» de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos–.
«Ellos –aunque pertenezcan a una comunidad más antigua que el Islam— son siempre presentados como la mano larga de Occidente» y además «ofrecen una característica importante para quien quiera golpearles: están indefensos, inermes, incluso manifiestan amor por sus perseguidores. Son la víctima precisa», denuncia.
Por ello, en su opinión, «era casi previsible que en la tempestad islámica causada por la publicación de las viñetas sobre Mahoma, algún cristiano lo pagara».
Y aunque Ankara ya ha arrestado a un joven como presunto autor de este crimen, «tras la mano asesina hay una connivencia mayor –considera el misionero–. Está sobre todo la de los gobiernos que soplan el fuego del escándalo islámico. Las violencias en Siria, Líbano, Irán, Irak, Afganistán, es difícil pensar que hayan ocurrido sin el apoyo, el respaldo, la satisfacción de Damasco y Teherán».
«Nuestro temor ahora es que el padre Andrea corre el riesgo de ser asesinado una segunda vez, diluyendo o haciendo inútil el sentido de su martirio», reconoce.
Voz de alarma: ¿un martirio inutilizado?
En esta línea el misionero del PIME apunta al «primer paso que dio el gobierno turco y todos aquellos que han querido minimizar» la muerte del sacerdote, «diciendo que fue causada sólo por un joven desequilibrado y que el elemento religioso no es importante».
De todas formas recuerda el padre Cervellera que ha sido el propio joven quien confesó el martes que le impulsó el odio suscitado por las viñetas de Mahoma publicadas en prensa occidental. Y este mismo jueves «AsiaNews» informa ampliamente del perfil del detenido y de que las reconstrucciones de la prensa turca evidencian los vínculos de aquél con ambientes del extremismo religioso.
Aún diciendo que no tiene que ver el elemento religioso, «Ankara ha puesto guardias y vigilancia en todas las iglesias y los objetivos religiosos del país», informa el padre Cervellera, quien no olvida que «personalidades del gobierno italiano han declarado a los medios que “Turquía es un país muy secularizado y no hay que ver en el asesinato del sacerdote un gesto anti-cristiano”».
Y describe el misionero otro paso hacia la «inutilización» de esta muerte en la actitud del Parlamento Europeo, «que deseoso de englobar a Turquía en la comunidad económica hace peticiones sobre la libertad de mercado, pero se olvida de reclamar plena libertad religiosa a un país que –“muy laico”– no permite a las iglesias cristianas tener seminarios, escuelas, poseer casas o iglesias, sin garantizar estabilidad a personas y comunidades que vivían en Turquía muchos siglos antes que el Islam».
«Un paso más para matar el testimonio del padre Andrea lo dan quienes le transforman en un profeta del multiculturalismo y del diálogo a priori, temerosos de afirmar la clara y bella identidad cristiana de este sacerdote», denuncia.
Y hace hincapié en cómo Benedicto XVI recordó en la audiencia del miércoles «el alma sacerdotal» del padre Andrea y su «conmovedor testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia» (Cf. Zenit, 8 febrero 2006).
«En efecto, al leer las reflexiones del sacerdote –constata– se percibe que fue a Turquía no impulsado por el “diálogo” descolorido, o por el deseo de hacer el bien a los pobres y desamparados, sino por el deseo de hacer revivir la Iglesia, cuerpo de Cristo. Es de esto de donde nace también todo su compromiso hacia los pobres y las prostitutas, su diálogo con el islam, pero también con el judaísmo».
El padre Cervellera brinda a los lectores un párrafo –llegado a «AsiaNews»– escrito por el sacerdote asesinado, quien explica qué es el diálogo: «Europa y Oriente Medio (incluida Turquía…), cristianismo e islam deben hablar de sí mismos, de su propia historia pasada y reciente, del modo de concebir al hombre y a la mujer, de la propia fe. Deben confrontarse acerca de la imagen que tienen de Dios, de la religión, de cada individuo, de la sociedad, acerca de cómo conjugan el poder de Dios y los poderes del Estado, los deberes del hombre ante Dios y los derechos que Dios, por gracia, ha conferido a la conciencia humana».
Unas palabras sorprendentes por su actualidad, dice el padre Cervellera, pues por una lado está «una Europa que se olvida de sí, de la propia tradición, irrespetuosa de la propia historia y superficial en la mirada a las otras religiones».
Y por otro lado está «un Islam que no sabe hablar de sí, ni mira hacia sí, al individuo, a la mujer, a los poderes de Dios y del Estado, y sigue echando sobre el otro, sobre los otros, las culpas de su propio atraso», añade.
Advierte el padre Cervellera de que «si Occidente quiere verdaderamente derrotar al fundamentalismo, debe trabajar para exigir de los países islámicos plena libertad de acción y de palabra a los cristianos y a las demás religiones».
«Lo mismo deben hacer los países de Oriente –sugiere–, si quieren en serio testimoniar que el Islam es una religión de la paz y de la tolerancia».
«El padre Andrea Santoro había ofrecido su carne para que “Cristo habitara en Turquía”, como dijo una vez. En su muerte, Cristo vivió en Turquía hasta el sacrificio de la cruz. Por esto, como expresó también el Papa, el martirio del padre Andrea contribuirá “a la causa del diálogo entre las religiones y de la paz entre los pueblos”», concluye el director de «AsiaNews».