Al final de la audiencia general les dirigió unas palabras para alentarles «a profundizar cada vez más en la auténtica espiritualidad de comunión, que tiene que caracterizar al ministerio presbiteral y episcopal».
En este congreso, comenzado el sábado en Castel Gandolfo, los obispos han vivido días de reflexión y de diálogo, de oración y de convivencia fraterna, centrados en el tema «Cristo crucificado y abandonado, rostro de Dios-Amor y vida para la humanidad».
En su mensaje inaugural, Chiara Lubich, fundadora y presidente de los Focolares, deseó a los prelados, provenientes de 51 países (desde Tanzania hasta Noruega, desde Corea al Salvador), que «la profundización de la comprensión del misterioso dolor del abandono de Jesús en la Cruz pueda convertirse en luz para el camino, respuesta a sus «porqués», camino hacia la unidad».
El punto de referencia el encuentro ha sido la primera encíclica de este pontificado «Deus caritas est». En cada uno de los días, los obispos han afrontado un aspecto diferente.
El cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, subrayó que la espiritualidad de comunión «apoya a los obispos en su ministerio y les ayuda a ver a cada persona como amada por Dios».
El arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, subrayó el don especial que constituyen para la Iglesia los movimientos con sus diferentes carismas, pues son un «factor de evangelización, recurso no sólo para la vida de los fieles, sino también de los pastores».