MADRID, viernes, 17 febrero 2006 (ZENIT.org).- Con un recorrido por las raíces del pensamiento de Karol Wojtyla hasta evidenciar las fuentes de su filosofía personalista se abrió el jueves en Madrid un Congreso Internacional sobre este aspecto de quien fue Juan Pablo II.
Hasta el sábado, por iniciativa de la «Asociación Española de Personalismo» (AEP), esta reflexión-homenaje –convocada bajo el título «La filosofía personalista de Karol Wojtyla»– busca colmar una laguna intelectual por la falta de estudio sobre el pensamiento filosófico del Papa polaco.
Jaroslaw Merecki –uno de los principales miembros de la Cátedra Wojtyla de la Universidad Lateranense de Roma— sintetizó en la apertura del Congreso Internacional, en la tarde del jueves, que «la experiencia, fuente primera de la filosofía del hombre, y el encuentro con la fenomenología son las fuentes de la filosofía del Karol Wojtyla».
Estrechamente relacionado con discípulos directos y amigos de Wojtyla, Merecki recalcó que la fuente principal de este pensador polaco «no es el pensamiento de uno u otro filósofo, sino la misma experiencia del hombre».
Así, «la antropología filosófica de Karol Wojtyla es una antropología radicalmente empírica», aclaró en su intervención en este encuentro internacional que acoge la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid
Siguiendo a Wojtyla, explicó cómo «la experiencia de cualquier cosa situada fuera del hombre está siempre asociada a la experiencia de sí mismo», pues «el hombre no experimenta nada exterior sin experimentarse de alguna manera a sí mismo».
«En la filosofía moderna –aclaró Merecki– este hecho ha conducido con frecuencia a la negación de la autonomía de la realidad exterior, es decir, al idealismo filosófico. Si Wojtyla no cae en la trampa del idealismo, se debe precisamente a que permanece hasta el fondo fiel a la experiencia, en la que el horizonte del ser tiene siempre prioridad sobre el horizonte de la conciencia».
Avanzó en su intervención hacia otra fuente del pensamiento de Wojtyla, la fenomenología, para la cual «todo lo que se expresa corpóreamente es objeto de experiencia. Así existe no sólo la experiencia sensible, sino también la experiencia estética, moral o religiosa».
En este campo Wojtyla elaboró un proyecto positivo de ética a partir de su debate con Max Scheler, cuyo juicio «no es totalmente negativo», apuntó Jaroslaw Merecki.
«Wojtyla está totalmente de acuerdo con el postulado fundamental de Scheler, según el cual la ética debe partir de la experiencia –aclaró–. El defecto primordial de Scheler consiste en no haber agotado todos los recursos del método fenomenológico a la hora de analizar la experiencia moral».
En el itinerario hacia la metafísica de la persona, «para Wojtyla –precisó Merecki– el problema del hombre constituye el punto de partida para recuperar la metafísica clásica, vista precisamente a partir del hombre, es decir, retomando la instancia de la filosofía moderna y reintegrándola en el marco de la metafísica clásica».
«La única manera adecuada para Wojtyla de afrontar el problema del hombre es plantear la pregunta radical sobre el ser que encuentra en su explicación última en el carácter Absoluto del Ser», subrayó.
Presidente y fundador de la AEP, Juan Manuel Burgos prosiguió en la apertura del Congreso constatando en Karol Wojtyla «un pensador personalista ontológico de filiación tomista y fenomenológica».
Y es que, como se ha podido apreciar, el sistema que emplea Wojtyla es «un personalismo procedente e integrado en una fenomenología realista»; de hecho, «todo su pensamiento –y, en particular, el que ofrece en su obra “Persona y acción”, su obra principal– gira en torno a la persona», explicó.
«Para que una filosofía pueda considerarse personalista –puntualizó– debe estructurarse globalmente en torno a la noción de persona o, dicho de otro modo, ésta debe ser la noción esencial en toda su arquitectura antropológica».
«Su carácter novedoso –expresó Burgos– se encuentra en las siguientes tesis: la insalvable distinción entre personas y cosas y la necesidad de analizar a las personas con conceptos específicos propios; la importancia radical de la afectividad y de la relación interpersonal; la primacía absoluta de los valores morales y religiosos; la importancia de la corporeidad y del tratamiento de la persona como varón y mujer; el personalismo comunitario; la concepción de la filosofía como medio de interacción con la realidad y una concepción no estrictamente negativa de la modernidad filosófica».
Web de la AEP: www.personalismo.org.