CIUDAD DEL VAITCANO, viernes, 24 febrero 2006 (ZENIT.org).- ¿Qué es ese conjunto de células que en los primeros días de fecundación todavía no se ha implantando en el útero materno? Para un autorizado exponente de la Iglesia católica, nos encontramos ante «un hijo».
Esta fue la respuesta que ofreció el obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, al presentar este viernes un congreso que organiza esta institución en el Vaticano del 27 al 28 de febrero.
«De cualquier modo, el embrión es un hijo: un niño o una niña, que tiene una relación especial con sus propios padres y, para quien es creyente, tiene también una relación especial con Dios», afirmó monseñor Sgreccia.
El título del congreso es «El embrión humano antes de la implantación. Aspectos científicos y consideraciones bioéticas».
En el Aula Nueva del Sínodo, el encuentro reunirá a 350 expertos, entre científicos, médicos, investigadores, teólogos y bioéticos.
El embrión humano es un hijo, aclaró monseñor Sgreccia, incluso cuando es manipulado o destruido, convirtiéndose así en una cuestión «crucial tanto para la antropología como para la ética».
El encuentro, según explicó el obispo, quien habló acompañado por científicos, planteará también esta pregunta: «la posición que ha sido asumida por la Iglesia católica, ¿tiene argumentos científicos y, por tanto, desde el punto de vista ético, puede defenderse hoy?».
«Creemos que tenemos argumentos suficientes y válidos y queremos proponerles», indicó.
En el encuentro con los periodistas en la Sala de Prensa del Vaticano, el profesor Adriano Bompiani, director del Instituto Científico Internacional de la Universidad Católica del Sagrado Corazón (Roma), explicó que el conocimiento de las fases del desarrollo del embrión permite ofrecer una respuesta ética a lo que sucede en el seno materno.
La biología constata en las primeras células embrionales la existencia de una actividad, de una individualidad, hasta el punto de que llega a proponer la definición de un estatuto, incluso para el embrión antes de su implantación en el útero, protegiéndolo de manipulaciones, especialmente de todo tipo de experimentación destructiva, explicó el científico.
Kevin T. Fitzgerald, profesor asociado de Genética del departamento de Oncología de la Universidad de Georgetown (Washington), explicó que el congreso plantea implícitamente otra pregunta: «¿Podemos legítimamente prevenir enfermedades seleccionando a aquellos individuos en virtud de bases genéticas para contraer esa enfermedad?»
«Esta cuestión nos recuerda a los movimientos eugenésicos del siglo pasado, cuando se afrontó la misma idea general», respondió
«La práctica de los exámenes prenatales establece el principio de que los padres pueden escoger las cualidades de sus hijos, y escogerles en virtud del conocimiento genético», subrayó.
Este nuevo principio y la mentalidad cultural está llevando a «juzgar y controlar» a los hijos. Es decir, se pasa de ver al niño «como un don incondicionalmente apreciado a verlo como un producto cuya aceptación es condicional», afirmó.
[Más información sobre el congreso y sobre la Academia Pontificia para la Vida en http://www.academiavita.org]