MANILA, jueves, 6 abril 2006 (ZENIT.org).- En el contexto del Consistorio de hace dos semanas, Benedicto XVI recalcó el papel de Filipinas en la evangelización de Oriente.
Éste es un «mensaje personal» del Papa que el arzobispo Gaudencio Borbon Rosales –de Manila–, creado cardenal el pasado 24 de marzo en el Vaticano, quiso compartir con sus fieles el pasado 1 de abril.
Sus palabras resonaron en la Catedral de Manila a su regreso de Roma, durante la Misa que presidió en acción de gracias por su llamamiento a la púrpura.
«Debo compartir con vosotros el mensaje personal del Santo Padre –anunció el purpurado–. Dijo que “Filipinas tiene un papel especial en la evangelización de Oriente”».
El Papa «mencionó esto dos veces en nuestros [cuatro] encuentros durante el Consistorio», explicó.
El purpurado planteó ante sus fieles que el Papa «estaba pensando en los miles de filipinos y filipinas que en diferentes países asiáticos viven y trabajan como misioneros», o que «tenía en mente el testimonio cristiano que los filipinos» podrían dar tanto en su país como fuera de él.
El arzobispo de Manila se refirió entonces al eco que Juan Pablo II, en su peregrinación a Extremo Oriente en 1981, se había hecho de palabras de Pablo VI, cuyo ejemplo había seguido viajando a Asia. Resonaba así la especial vocación de testimonio para los filipinos en boca de dos predecesores de Benedicto XVI.
Un «desafío» que, para el purpurado filipino, implica colaborar «para hacer de nuestra sociedad verdaderas comunidades de creyentes, eliminando injusticias y desigualdades que nieguen a cualquiera una vida digna».
«Asia nos mira por la luz que ya hemos recibido de Cristo», concluyó.
Tres neocardenales de Asia –los arzobispos Gaudencio B. Rosales y Nicolas Cheong-Jin-Suk (de Seúl) y el obispo Joseph Zen Ze-Kiun SDB de Hong Kong– se contaron entre las sorpresas de los prelados que Benedicto XVI llamó a la púrpura.
En su primer consistorio creó quince cardenales; doce son «electores», entre los que están los tres purpurados asiáticos.